I'm the Same, I'm an Other

El pateo que la película de la belga Caroline Strubbe desencadenó en el Teatro Calderón, es uno de los más injustos que recuerdo en las varias ediciones de la Seminci a las que he asistido. Para empezar diré que no estoy en absoluto de acuerdo con esta manera, un tanto animalesca, de manifestar la opinión; pero incluso si respetas estas folclóricas tradiciones, te darás cuenta que en este caso el pateo viene por la incomodidad que la creadora nos ha hecho sentir, por todo lo que nos hemos tenido que esforzar para entenderla y por la impotencia final de la mayoría que no ha encontrado la punta del hilo para desenredar la madeja.

En el fondo la narración de una huida desesperada y la auto-curación de los traumas de una niña, que tal vez haya sido testigo de las muertes (suicidio) de sus padres, y del hombre que amaba a su madre, no es algo que deba secar nuestras neuronas hasta convertirlas en caspa. Cierto que la directora nos da pocas pistas, cierto que seguramente nadie ha visto la primera parte de la trilogía, cierto que el ritmo lento y la atmósfera claustrofóbica pueden agobiar....; pero también te puede pasar viendo un cuadro de Goya y a nadie le da por patearlo.

A mi me han resultado interesantes algunos aspectos, aunque yo, que tampoco soy más listo que nadie, haya utilizado el recurso de mi propia imaginación cuando no acababa de entender algunas cosas. Tampoco es malo utilizar, de vez en cuando, la herramienta de tu propia fantasía.
Dicho esto, por supuesto que no se la recomendaría a ningún amigo depresivo, a nadie que necesite consultar el móvil cada diez minutos, ni a quienes sólo van al cine cuando les invitan, y de estos últimos desgraciadamente hay bastantes en los pases de la Sección Oficial del Calderón.