Un verano para matar

Buena y muy entretenida película de venganzas dirigida por el buen director de policiacos y thrillers de acción, el madrileño Antonio Isasi-Isasmendi, rodada en Nueva York, Roma, la costa portuguesa y Madrid (por ese orden, lugares donde Ray Castor – Chris Mitchum, el hijo de Robert Mitchum – va dando matarile a los tipos responsables de la muerte de su padre años antes y con el de testigo).
Además de lo interesante de la trama, lo bien rodada que esta, el buen trabajo y la química que desprenden cuando están juntos Chris Mitchum y una guapísima Olivia Hussey, el buen trabajo de Karl Malden como el policía neoyorquino, Raf Vallone como el mafioso un breve papel de Claudine Auger y la belleza de los bien fotografiados escenarios (olvidaba la Provenza) lo verdaderamente espectacular y por lo que ningún amante del cine de acción se le debería perder, son las extraordinariamente bien filmadas escenas de carreras y persecuciones puestas en marcha por el prestigioso “cascadeur” francés, Julián Remy (tanto motos en las escenas de Chris Mitchum como coches), entre las que destaca sin ningún lugar a dudas la persecución final con Chris Mitchum haciendo diabluras con la moto mientras está siendo perseguido (recuerda a la de Terminator 2) que arranca en la plaza de toros de “Las Ventas” de Madrid y transcurre por las obras de la entonces en construcción M-30 (dos palabras: im prezionante).
Además del puntillo que tienen las escenas rodadas en “Las torres de Oza” sitas en la Avenida de América de Madrid.
En resumen, para el que esto suscribe a pesar de haberla visto unas cuantas veces en su época de estreno (bueno, reestreno, sesión continua y cines de verano, que fue el circuito en el que tuvo una larga vida) la he disfrutado hoy en día bastante más de lo que lo hice en su día.

Probablemente una de las películas con mejor escenas de persecuciones, destacable la de la plaza de toros de las Ventas teniendo como testigo una M30 en construcción. El papel de su rubio protagonista que tambien pudimos ver en "una gota de sangre para seguir amando" de Eloy de la Iglesia representa muy bien el papel de duro y galan. Karl Malden tambien actua muy bien, y creo sinceramente que muy pocos peros se le puede poner a esta película, ademas de envejer bien sigue siendo una opcción muy atractiva lejos de las fanfarronadas de los fantoches que coleccionan titulos de acción.

Producción española que presenta un relato de venganza lineal y a la vieja usanza, sin ofrecer grandes aspectos de interés, donde lo más destacado es la presencia en su reparto, del veterano actor, Kart Malden.

La película tiene un comienzo prometedor, presentando toda una oleada de asesinatos promovidos por la sed de venganza de un joven enigmático, testigo del asesinato de su padre cuando era un niño. No ofrece grandes sorpresas, ni deja espacio para el desarrollo de los personajes, cuyas pretensiones y motivaciones resultan demasiado simples y evidentes. Todo el relato se apoya en las bases tradicionales del cine de venganza, con la excepción que deja espacio para un pequeño romance, donde dos personajes son víctimas de las consecuencias de la violencia que desata el protagonista.

La película dirigida por el director español, Antonio Isasi-Isasmendi, presenta un aspecto poco cuidado, y todo el interés recae en el desarrollo y culminación de la venganza del protagonista, dando lugar a innumerables persecuciones, que permiten al espectador pasear por los lugares tradicionales del Madrid de la época. Las interpretaciones del reparto son muy discretas, incluyendo en ese aspecto al invitado protagonista de gran repercusión, Kart Malden, que, en el fondo, sólo es una forma de reclamo para el público, que es testigo de cómo los años no pasan en balde para nadie. Las secuencias de acción se apoyan fundamentalmente en la sucesión de numerosas persecuciones, que, vistas hoy día, quedan muy desfasadas y llegan a resultar excesivamente reiterativas y carentes de la emoción necesaria.

El desarrollo de la trama resulta demasiado previsible y carece de la profundidad necesaria, estancándose en el desarrollo de la relación amorosa entre los dos protagonistas y cayendo en la reiteración de situaciones, donde la confianza entre los dos irá en aumento.

Un verano para matar no es la mejor oferta para pasar un buen rato de verano, llegando a resultar monótona, reiterativa y parsimoniosa; sobra metraje y podría haber dado para algo más. No la recomiendo para una tarde de verano, mejor ir a la playa.