Ésta es mi vida

Miguel de Molina fue uno de los artistas más reconocidos de los años treinta y cuarenta, que tuvo que exiliarse en Argentina, que mantuvo amistades con la generación del 27, Lorca, Cernuda, perseguido por su adhesión republicana y sus inclinaciones homosexuales, humillado, expulsado y apaleado por el régimen franquista. Un hombre que tuvo el orgullo de representar dignamente el arte del cante, el baile, la copla y el folklore español, sin complejo alguno allende de nuestras fronteras.

Una superproducción porteña, de excelente factura, un film en clave de musical que narra en varios “flash back”, la vida en el exilio argentino del protagonista, su esplendor y su decadencia a través de unos espléndidos números musicales y excelentes decorados que enaltecen y homenajean la cultura española. Una figura de culto, con su fundación encargada de difundir y preservar su memoria, hoy en día un icono del orgullo gay.

Temas legendarios de la música española (el tema de la “Bien pagá” es absolutamente magistral) representados a través del personaje, en un musical de estética muy kirsch, estupenda fotografía con efectos especiales ópticos, que combina géneros desde la comedia al melodrama. Un musical muy digno que nos brinda la oportunidad de ver al verdadero Miguel de Molina.

Es pasable por ver y oír a Miguel de Molina, a sus 44 años, cantando algunas de sus canciones míticas, como La bien pagá, Ojos verdes, la hija de Don Juan Alba, y otras. Con Miguel Poveda el mejor cantante de copla. Una entonación perfecta.
La película está ligeramente inspirada en su vida.
Como actor no era muy bueno. En las canciones en las que hace el papel de un hombre despechado, como La bien pagá queda muy bien. En las que canta solo, a veces, con la pluma que tenía, visto hoy queda un poco ridículo, como muy pasado de rosca. Por fortuna en esta película no es muy frecuente.
Como película es malilla. Canta en play back y se nota en la falta de ajuste en los labios.