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El diablo probablemente

Drama Charles, un joven de veinte años (Antoine Monnier), aparece muerto en el cementerio parisino de Père-Lachaise. ¿Se trata de un suicidio o de un asesinato? Charles vive entre dos amores, Alberte (Tina Irissari) y Edwige (Laetitia Carcano). Inmerso en conversaciones existenciales con su amigo Michel (Henri de Maublanc), desprecia tanto “la felicidad de la tarjeta de crédito” como el compromiso político; no se deja seducir ni por el ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
20 de junio de 2008
52 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bresson avisa de un grave peligro: la degradación de la Tierra.
Unos jóvenes, entre ellos Charles, viven alarmados por el proceso global. Algunos son ecologistas organizados. Analizan documentales, incorporados con perfección técnica a la película. Otra fuente: clases universitarias con videos.
Hablan de vertido de crudos, aniquilación de especies, contaminación radiactiva, envenenamiento con pesticidas, marginación de energías alternativas, deforestación, corrupción del aire, ensayos nucleares… Panorama evidente hoy, hace 30 años no tanto.

En los primeros segundos el espectador conoce por recortes de prensa la muerte de un joven. Describiendo un círculo, la película contará el proceso que conduce a ese inicio.
Seis meses atrás, el fallecido Charles es un estudiante que considera el suicidio: lleva un frasco de cianuro y ha copiado de los Karamazov: “¿Cuándo me mataré si no es ahora?”.
Su visión del hoy: cuando una civilización se aproxima al final, todo se idiotiza aceleradamente y el ideal es, por ejemplo, la felicidad a crédito.

En los radicales de izquierda no ve sino voluntad destructora.
En los cristianos, pique entre protestantes y católicos, e inadaptación a los tiempos (Dios no se revela en la mediocridad, dice una mujer).
En la universidad, lo radioactivo es una fuerza medioambientalmente neutra: las generaciones futuras, que arreen.
Con sus rastreos edípicos, el psicoanálisis no arregla un mundo menos habitable cuanto más habitado.
Apenas salen adultos: los representa su legado, la Tierra en destrucción.

Bresson ha de encauzar la tensión entre la densidad del argumento, muy abstracto e ideológico, y su formulación concreta. Secuencias como la del autobús, montada muy analíticamente, muestran cómo canalizar esa tensión. La veloz composición con detalles (apertura de puertas, botones, viajeros y billetes, luces en el tablero) da otra dimensión a la escena. En ella, Charles y un amigo hablan del caos del mundo, regido por leyes incontrolables*.
Para Charles el mundo es inaceptable. No tiene por qué resignarse a cualquier cosa. El empeño amoroso no da para seguir. Y el placer se aprovecha, pero no es en sí razón de existir.
Cuida a un amigo yonqui. Van a un templo, con sacos de dormir y un tocadiscos para oír “Ego Dormio” de Monteverdi. Pero el amigo está a lo suyo y de poco sirve refugiarse en sagrado: no hay donde estar.

Detalles bressonianos:
Muchos ‘modelos’, ningún actor profesional.
Ese microcosmos de rellanos, escaleras, descansillos…
Banda sonora: pasos, motores, bocinazos, motosierra…
Extrema concisión, a base de encuadres parciales, elipsis, fragmentación, sucesos fuera de campo…

Con profundo pesimismo, Bresson lanza un inquietante y negro aviso, que sigue ahí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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15 de octubre de 2008
49 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la consulta del psiquiatra (escena cumbre del filme) Charles, en un determinado momento dice:

“Si me suicidara no creo que fuera condenado por no comprender lo incomprensible”

Esta frase (y en cierta medida la conversación de autobús que da título a la película) resume la esencia, el corazón, de esta historia a medio camino entre el cine existencial (Bergman) y el cine político-revolucionario (Godard), todo rehogado por un chorro grotesco e impactante al más puro estilo Pasolini. El diablo probablemente (título precioso, por cierto) tiene así, una alma que es a la vez marxista y nihilista. Pero no es oro todo lo que reluce, y al fin y al cabo, han pasado casi 10 años desde Mayo del 68. Y Paris ya no es ese barrio con acordeón (como diría Sabina), y la revolución es tan utópica que los gritos a pleno pulmón desde las barricadas han dado paso a susurros ahogados por conversaciones de hombres de negocios.

Nietzsche ha ganado la partida. Charles no quiere hacer nada con su vida. Es más listo que la mayoría, más inteligente, tiene más personalidad, es más astuto, más cruel, más egocéntrico y más tramposo. Pero el mundo le produce tal sensación de repulsión, que ante el asco y la codicia reinantes la única respuesta posible es la inactividad total. En el momento en que muevas un solo dedo solo estarás ayudando a que el sistema (injusto y repugnante) se perpetúe en el espacio-tiempo.

Rechaza así, cualquier posibilidad de cambio, bien por medio de la revolución social, bien a través de las transformaciones políticas. El cambio es imposible, cualquier tipo de cambio no será más que un espejismo construido por el propio sistema para engañar a unas masas movidas por el diablo, probablemente.

La película no es fácil. Necesita mucha paciencia y mucha fuerza de voluntad. Si no entras en el discurso de Bresson, es mejor que dejes de mirarla, estarás perdiendo el tiempo. Si buscas pasar el rato, esta no es la película, este no es el director, esta no es la temática. Pero si no sabes adonde vas, de donde vienes y quien eres, puede ser que te llegue al alma. Si te identificas con los adjetivos arriba expuestos puede que, en cierta medida, El diablo probablemente hable de ti. Y si te intriga saber que debió de ver Al Gore para transformarse en el profeta del cambio climático, esta es tu película.
odaesu
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16 de enero de 2008
23 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me ha dejado un poco descolocado.
Por un lado, he de decir que según en que momentos, es una genialidad absoluta. Desde el comienzo en el cementerio de Père-Lachaise, con esas noticias sobre el suicidio o asesinato, hasta el final, va descubriéndose lo que pasa por la mente del protagonista. Poco a poco. Sin grandes sucesos, sin florituras de ningún tipo, como si se estuviera presenciando una vida, tan simple como eso.
Pero por otro lado, siento que Bresson quiere dar un mensaje sobre la vida, demasiado poderoso para un joven, un chiquillo. Esas palabras, esas verdades como puños, que suelta Charles, parecen simplemente recitadas, no sentidas.
Creo sinceramente, que un actor mas maduro, alguien que hubiera reflejado mejor el desencanto que debería sentir el personaje, hubiera encajado mejor.
Pero una vez comentado ese pequeño detalle, que considero un defecto, he de hablar de los grandes momentos que contiene la película.
El deambular constante de aquí para allá, sin ir a ningún sitio en realidad (muy Bresson), las conversaciones sobre lo que somos y lo que hacemos, esa pequeña búsqueda de posibilidades que acaba convirtiéndose en un callejón sin salida. Buscando en la política, la felicidad de la tarjeta de crédito, la causa ecologista, del anarquismo recalcitrante al nihilismo exacerbado. Todo repartido como pequeñas vivencias, como si el protagonista estuviera ante el gran banquete de la vida y fuera probando un poco de cada cosa.
Sin duda uno de esos momentos (sino el mejor), es la conversación con el psicólogo. Donde el personaje se enfrenta cara a cara, se descubre y explica su forma de ver las cosas.
En mi humilde opinión, todo lo anterior es un "increchendo" con paso lento, una preparación no para el final, sino para este momento concreto de la historia. Todo lo anterior era acorde a lo que se quería y se debía mostrar, acciones casi mecánicas y escenas que no dicen nada, pero te hacen pensar en lo que quieren decir o en el significado que tendrán al final. Todo vacío.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JVMarq
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17 de enero de 2011
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charles es consciente de que la sociedad en la que vive es un sinsentido basado en la productividad, el tener frente al vivir, gobernada por entes abstractos y vacíos de sentido que se supone dictan los valores de la sociedad moderna, pero que en realidad convierten la existencia en un medio acumulativo que no lleva a ningún fin que lo justifique, convirtiendo en vanidad toda existencia ajustada a la norma Tratando de huir de la vacuidad de la vida burguesa frecuenta ambientes izquierdistas revolucionarios, pero pronto se da cuenta de que la vanidad también es la nota preponderante aquí . Una caterva de burgueses llena su vacío existencial teorizando sobre estúpidas revoluciones basadas en utopías y sistematizaciones absurdas de la vida, que sólo sirven para alimentar el esnobismo intelectual que cohesiona al grupo de estos supuestos rebeldes, que utilizan una bella jerga revolucionaria tras la que hay en realidad un enorme vacío, nada. Su actitud frente a la vida recuerda a la de los personajes de las novelas de Simone de Beauvoir, donde la inautenticidad y los juegos pseudointelectuales de los burgueses henchidos de esnobismo intelectual y de vana y pedante retórica sirven para huir de una existencia burguesa convencional, llevando a sus personajes a otra igual de vacía, maquillada de pretenciosas apariencias tras la que nada hay. Otros buscan en la droga evasión y falso poder. Todo esto tampoco convence a Charles que, superior en inteligencia y profundidad a los compañeros que le rodean, los supera sobre todo en autenticidad, siendo ésta la característica principal de su personalidad. Ha llegado a la crítica situación en la que se da cuenta de que todo lo que le rodea está impregnado de mentira y vacío y que no puede volver atrás porque llegado a este punto es imposible ya engañarse a sí mismo. Es el terrible precio que hay que pagar por darse cuenta y, lo que es peor aún, tiene que empezar a aguantar que los demás, inmiscuidos sin ser conscientes de ello en una gran mentira, le aconsejen desde la seguridad que les da el poder del número y la seguridad de los falsos y abstractos valores que dominan su vida. Charles busca en las sensaciones y sentimientos intensos la manera de sentirse vivo, pero aun así no puede huir de la sensación de vacío como tono general de su vida, por lo que empieza a coquetear con la idea del suicidio. Ante la insistencia de sus amigos visita al psicoanalista, surgiendo de este encuentro la secuencia más grande y sencillamente profunda de la historia del cine, en la que Charles, inadaptado por ser mejor que los demás, resume en pocas y brillantísimas palabras su sentir, convirtiéndose en portavoz de los que como él viven oscilando entre la indiferencia y el desprecio, entre la impotencia y la huida del adocenamiento, la terrible sensación de callejón sin salida de su situación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
brochard
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18 de abril de 2017
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo, una película realizada para gente de filmoteca. Pienso que las personas que han escrito una crítica positiva de esta película, ya estaban predispuestas e incluso sabían que la película les iba a gustar. Nadie critica el parsimonioso y soporífero ritmo que confiere Bresson, el egocentrismo que posee el protagonista, los dilemas de alguien con quien es sumamente difícil empatizar - de no ser que tengas 18 años y seas un "existencialista" -, el casi nulo misterio de la película tiene, la pretenciosa y vacía intelectualidad que posee... ¿Por qué es pretenciosa y vacía respeto al intelecto? Porque un joven francés que no ha vivido dramas de verdad, no se puede creer tan superior a todo - vida y muerte incluidas -, que sea inteligente o no nos debe dar igual, Bresson no consigue crear empatía, ¿Por qué todo el mundo "baila" alrededor de él? ¿Qué ha hecho el protagonista para que todos lo consideren un ser tan especial? Bresson no nos lo cuenta, ¿Para qué? "Ópera prima" de Fernando Trueba es, sin duda, una película influida por esta, pero en versión castiza. Woody Allen, sin ir más lejos, explica mejor todo lo que Bresson intenta contarnos en esta película, y además con humor, algo tan necesario.
gpiqueras
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