Sal gorda

Estimado Domiciano,

Con "Opera prima" Fernando Trueba se atrevió con una gamberrada, pero con un estilo inteligente, estudiado y mordaz, resultando una cinta tan original como imprescindible. Fuera como fuese, una gran película.

Con "Sal gorda" se lanza a una nueva gamberrada pero, esta vez, a los escasos momentos brillantes (que también los hay, todo hay que decirlo) les acompaña un humor tontorrón, vago, insulso. Le pierde totalmente el respeto al espectador, creyéndole simple, pensando que todo vale.

Una curiosidad, con un potencial desperdiciado, que podía haberse hecho mejor.

Simpática la canción que cierra la película.

Un cotizado compositor ha de concebir un nuevo disco urgentemente, pero se halla inmerso en una crisis creativa a consecuencia de su reciente divorcio. Dada la situación, su mánager decide concederle un plazo de prórroga.

Fernando Trueba, Óscar Ladoire y Antonio Resines intentando repetir el éxito de "Ópera prima" y fracasando irremediablemente, pues el propósito de abordar una comedia madrileña según los cánones de los clásicos norteamericanos del género no funcionó. Y es que el guión carece de chispa, por tanto da igual que el filme dispusiera de más medios, de ocurrentes diálogos y de una simpática canción final.



"Entra en mi cuerpo y sal de mi vida."

"Sal gorda" es una de las mejores comedias españolas de los años 80, con un guión sencillo plagado de situaciones absurdas, muy trabajadas, con personajes extraños (el quiosquero, el "negro", el afinador de pianos) que dotan a la película de mucha comicidad y de momentos impactantes. Es un gusto volver a ver a grandes actores ya fallecidos, como Narciso Ibáñez Menta, Luis Ciges o el inmortal Paco Rabal. Y la música. Es una de las pocas películas españolas con una canción que ha perdurado en el tiempo y que acompañará siempre el recuerdo de esta película: "Entra en mi cuerpo, sal de mi vida", de Nacho Cano.