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Sólo es el principio

Documental Ellos se llaman Azouaou, Abderhamène, Louise, Shana, Kyria o Yanis, tienen entre 3 y 4 años cuando empiezan a discutir libremente y juntos sobre el amor, la libertad, la autoridad, la diferencia y la inteligencia, entre otras cosas. Durante sus dos años de infantil, estos niños del colegio Jacques Prévert de Le Mée-sur-Seine (Seine-et-Marne, Ile de France), experimentan junto a su profesora Pascaline, la puesta en marcha de un taller de ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
6 de septiembre de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que en los últimos años están más candentes que nunca en el regazo de una sociedad que cada vez se preocupa más por los mínimos detalles temáticas como la enseñanza o la educación. Nicolas Philibert ya hacía hincapié en ello a través de su documental Ser y tener, posiblemente uno de los gérmenes de esta Sólo es el principio, pero lejos del documental también ha habido acercamientos como La clase de Laurent Cantet o incluso Profesor Lazhar de Philippe Falardeau, títulos todos ellos imprescindibles para comprender el creciente interés por una educación que requiere de figuras verdaderamente importantes para ser desarrollada debidamente. No obstante, Sólo es el principio se decanta por ir más allá de esas figuras sobre las que, a la par, sostiene el discurso —los maestros— y enlaza con un experimento tan sencillo como interesante: exponer a niños de temprana edad (entre tres y cuatro años) a unos talleres de filosofía en los que poder debatir libremente sobre temas de lo más variopintos. Así, la libertad, el amor o la inteligencia son diseminados por los pequeños del colegio Jacques Prévert en una curiosa y enriquecedora vivencia para ellos que les otorgará la capacidad de extrapolar todo ese aprendizaje al ambiente o contexto donde se mueven para así empezar a desarrollar habilidades que pueden ser un gran regalo el día de mañana.

Sin embargo, no sólo se centra en esos debates el trabajo de los debutantes Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier, que también nos advierte que en ocasiones las figuras paternas desatienden los aspectos que aquí insiste en realzar una profesora, demostrando que motivar e inducir esas capacidades cognitivas es o debe ser imprescindible en los primeros años de cualquier niño, y que puede procurar resultados verdaderamente favorables de lograr que esa dialéctica verdaderamente suponga un estímulo más que una preocupación para el propio alumno.

Es así como a través de Pascaline nos vemos introducidos en esas sesiones en las que los pequeños dejan volar su imaginación e incluso razonan y discuten con argumentos aquello en lo que ellos creen ciegamente. Incluso durante un momento del documental Pascaline parece advertirnos de un detalle revelador: algunos de ellos preparan sus respuestas hablándolas con sus padres los días anteriores al coloquio, clara señal de que la motivación del propio niño es seguir indagando en la naturaleza de los temas propuestos y expandiendo sus horizontes para poder tener, cuanto antes mejor, un conocimiento propio que conlleve el enriquecimiento de ese debate a la par que cultive un intelecto que se irá desarrollando durante esos primeros años de niñez.

El único y principal pero llega cuando Pozzi y Barougier hacen trascender el documental más allá de esas sesiones; no porque ver como esos conocimientos adquiridos llegan al seno familiar resulte vano, sino más bien porque el tiempo que se le dedica a algo tan interesante como podría ser la introspección de todo ese debate generado en un ambiente totalmente distinto se limita a unos tantos minutos, prefiriendo que sean los pequeños y sus disquisiciones quienes acaparen gran parte del metraje, y aunque se siguen con gracia e incluso ternura unas intervenciones que rezuman inocencia pero, a medida que avanzan, también unas ganas de compartir e intentar ofrecer una motivación para su discurso enormes, quizá por ello Sólo es el principio no termina de trascender como uno desearía.

No obstante, cuando conociendo la situación actual de un sistema educacional que cada día parece hundirse y dar más pasos en falso, e incluso la poca atención que reciben por parte de figuras que tendrían que ser más importantes que nunca como la paterna o la materna, a uno se le antoja imprescindible un documental como Sólo es el principio, no únicamente para educadores y maestros, también para unos padres que deberían darse cuenta que en sus manos está nuestro futuro, el futuro no sólo de ellos mismos o sus retoños, también de una sociedad que necesita cada vez más muestras de humanidad. Esa humanidad que desprende un infante.


Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito
Grandine
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31 de agosto de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No nos llevemos a engaño y contradigamos la premisa del maestro Hitchcock (aquella que decía "Nunca trabajes con niños, con animales o con Charles Laughton"): un crío gracioso y desenvuelto garantiza las simpatías o, cuando menos, alguna risa ocasional por parte del espectador. Esto es poco discutible, pero de ahí a querer comparar el documental francés "Sólo es el principio" con "Ser y tener" va un largo, un larguísimo trecho.

Y es que donde Nicolas Philibert hacía latir nuestras emociones exponiendo la íntima relación que se establecía entre un veterano maestro y su reducido grupo de alumnos a lo largo de un curso lectivo, los debutantes Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier no van mucho más allá de un encadenamiento de ocurrencias infantiles de desigual gracia y aburrimiento creciente (hasta uno de los alumnos de la película da cabezadas ante la cámara).

Dicho de otra forma: En su intento por presentarnos un novedoso proyecto educativo que acerca el pensamiento filosófico a los más pequeños, "Sólo es el principio" se queda en una especie de "Juego de niños" d'auteur pero sin "gallifantes".
FERNANDO BERMEJO
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13 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El éxito de esa maravilla que fue "Hoy empieza todo" hizo que proliferaran en Francia distintas secuelas o variaciones basadas en la idea de mostrar el aprendizaje de los pequeños escolares franceses.. pero no siempre acertadas en el resultado. En el terreno documental la mejor de esas llamadas secuelas fue para mí otra pequeña joya "Ser y tener"
Esta que nos ocupa pretende ir por la misma línea, pero abriendo una nueva vía. Nos cuenta un proyecto escolar basado en la idea de proponer a los niños, desde muy temprana edad, sesiones de aprendizaje de la filosofía, sacando a relucir temas claves y dejando a los niños explicarse, dialogar, confrontar... siempre desde las ideas, para intentar crear en ellos el germen de una mejor convivencia basada en la tolerancia.
El problema que tiene es que, aunque los niños son fantásticos para estos temas, los adultos resultan bastante pretenciosos en el tratamiento del tema, lo que repercute en la fluidez del documental, y hasta en el testimonio de los pequeños.
Está bien, pero podría ser muuuucho mejor.
Neopleno
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10 de septiembre de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravilloso documental, que sigue los pasos de La clase de laurent cantet y de Ser y tener para darnos una nueva visión de la educación como lugar de encuentro, como lugar donde desarrollarse como persona.
Con un montaje estupendo que deja espacios libres para respirar ante tanta naturalidad y tanta realidad, los directores remarcan la espontaneidd de los niños y el camino que la profesora les enseña a seguir. Sin un hilo de paternalismo ni de blandenguería, Pozzi y Barougier nos muestran las posibilidades que niños de 3 y 4 años tienen y la limpieza de muchos de sus pensamientos pero también la dependencia de sus padres y los hogares donde viven.
ROMAN
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