Arturo y el algoritmo

Puse está película un domingo por la tarde al ver que era una comedia italiana, algo ligero, para no pensar y oh, sorpresa, descubro una crítica afiladísima hacía el mundo que estamos creando y el mundo que viene, donde la eficiencia es la ley, los mayores de 40 años ya no se consideran productivos, los estratos sociales son ferreos como en la edad media y ya no existe el ascensor social, pero si tobogán hacía abajo.
Me ha parecido a nivel argumental brillante, os la recomiendo porque tiene un mensaje muy potente y refleja el muy posible futuro social no a muy largo plazo, donde por fin el hombre trasciende a producto de granja.

Nos encontramos con una producción italiana realizada con pocos medios pero con mucho gusto. Respira ideas, creatividad y sobre todo el clásico estilo italiano.
La dirección demuestra oficio y poco más; totalmente centrada en contarnos la historia y tratando en todo momento de mantener un buen ritmo. Lo consigue y no resulta aburrida.
La historia no es que sea muy original pero está bien planteada y desarrollada. Con un toque de comedia y de humor negro, aborda esto que está tan de moda como es la Economía Social y Circular, basada en microtransacciones entre las personas, en las que el único que se beneficia es el Gurú de turno y que basicamente consiste en la explotación miserable de los trabajadores, a través de máquinas controladas por un algoritmo informático.
Hace una acertada crítica social, nos hace cómplices de estos abusos y nos reímos mientras no nos toque a nosotros.
Los protagonistas estàn bien, simplemente correctos y convincentes en sus respectivos papeles; sin exageraciones.

Con un toque a medio camino entre el drama y la comedia, y esa innegable influencia de Jacques Tati tan comentada en las críticas profesionales, Piefrancesco Dilberto nos propone en Arturo y el algoritmo un interesante ejercicio de sinceridad sobre tres temas que, en principio, parecen tener poco que ver: las miserables condiciones laborales de los riders, la soledad de las personas (sobre todo una vez se adentran en determinadas edades) y la influencia de las tecnologías en nuestras vidas. Con momentos muy impactantes que aúnan esa mezcla tragicómica (ver cuando Alberto se desespera porque Stella no le aparece en su terminal), la película resulta entretenida y, a la vez, ácida e incisiva en su crítica.
No es una obra maestra, pero sin duda es interesante y curiosa. Y bravo por el trabajo de Enzo Casertano.

Ambientada en un futuro que está a la vuelta de la esquina, esta comedia es en realidad una ácida crítica a nuestra sociedad.

El film resulta inquietante porque vemos que ese futuro se está desarrollando de manera imparable ante nuestros ojos, como sucedía con la serie Black Mirror.

Lo mejor: La tragicómica interpretación de Fabio de Luigi.
Lo peor: Que uno no la vea porque cree que va a ser la típica comedia italiana.

En 2005 Mike Judge nos dejó una joya cutre de culto con "Idiocracia" (que año tras año, va dejando de causarnos tanta vergüenza ajena... convirtiéndose lenta e imparable en un sombrío presagio): Un mundo futuro estúpido, sucio y donde todo funciona mal. Muy a la americana. Bromas sucias, presidentes-actores porno, televisión snuff y regar las plantas con Gatorade como todo buen paleto... Porque tiene electrolitos (lo que quieren las plantas)

Pero el cine europeo es más fino y agudo, con menos chistes de pedos y más proclive a dejar caer lo ridículo del progreso tecnológico en escenas tan cotidianas como hablar sobre un anuncio a través de una app estando el anunciante al lado del interesado.

"Lo siento, no puedo hablar, estoy ocupado con esto". Deliciosa ironía, sabor permanente en "Arturo y el algoritmo" (bien hecho al traducirlo "mal" de su título original: "Y nosotros, como idiotas, nos quedamos mirando", si bien el título original tiene un mensaje más directo: esta película está más cerca de nosotros que la Idiocracia de Judge. Mucho más)

Habrá quien eche de menos ingredientes más refinados: las referencias a Steve Jobs y a Uber son demasiado claras pero a partir de ahí, el constructo de vidas distópicas en un mundo "cyberprep" se antoja tan verosímil como tenebroso.

"Trabajo de hater para ganar algo más: (teclea) "QUE TE DEN P**A COMUNISTA". Me gusta que mis comentarios tengan cierta cadencia"

Se perciben sabores mixtos: de crítica al edadismo, a la corrección política en las empresas, a la pompa green y la euro-sostenibilidad. Sin dejar de lado un prominente sabor ácido de la parodia más mordaz, servida con ese azucar de sociedad "perfecta" que realza los sabores.

No se pasa de frenada, no entra en temas de diversidad ni inclusión (que estamos muy sensibles en esta época, y habrá más de un ofendido con la broma del delantal). Si bien el argumento se desinfla en manos de una trama bastante predecible, el planteamiento y el universo tal y como se muestra es brillante. Muy poca gente la verá, pero quienes la vean, distinguirán con facilidad esta delicatessen agria de un futuro deshumanizado, lúgubre y pobre en sentido material y emocional, pero pintado de color de rosa.

"¡Ha llegado Fuuber!"♪