Nubes de mayo

Confieso, que al contrario de Boyero, Ceylan me apasiona. He visto todos sus films excepto el de este año 2014 y desde el primer momento sentí que me encontraba ante alguien que respiraba cine como Angelopoulos, Bergman, Antonioni... El sentido del "tempo" donde parece que no pasa nada pero donde la vida transcurre en toda su fuerza. Unas ramas de arboles que se mueven, el ruido del viento, rostros, deseos, esperanzas y vidas que se muestran ante nuestra mirada. Fragmentos de vida que parecen "sin sentido" y que van formando un mosaico donde al final cuando te alejas, ves el diseño cobrando vida. Una lógica, afortunadamente todavía no prostituída, le ha llevado este año a obtener la Palma de Oro de Cannes. Durante toda la proyección el recuerdo de Chejov acudía a mi mente. La dedicación final confirma. no mi perspicacia, sino la grandeza de este enorme cineasta.

El realizador turco como ya lo hiciera en su opera prima, la interesante “El pueblo (Kasaba)” sigue en la línea de mostrarnos la vida familiar tradicional de los pueblos rurales de Turquía.
Mediante una sencilla historia que resulta bastante contemplativa, entre documental y ficción, muestra la estancia vacacional de un hijo cineasta de profesión residente en la ciudad que visita a sus padres que viven en el campo, con la finalidad de hacer un documental.

Aunque aparentemente la historia no lo demuestre y la naturalidad de sus imágenes resulten familiares: una madre que se la vive en casa y hace labores domesticas, un padre con convicciones y que ama su vida en el campo, un niño que asiste a la escuela y hace mandados, la grabación del andar de una tortuga, etc., son parte de los ejes que el realizador turco muestra atreves de la cámara de su protagonista, para después hacerlo el hacia nosotros.

Imágenes poderosas que ocultan un trasfondo de gran valor cultural, tocando temas tan universales como los cambios generacionales, la inmigración a las grandes ciudades y los aparentes intereses que la motivan, pero sobre todo hace un comparativo entre lo esencial de la vida, y lo artificial y engañoso que resulta a veces la modernidad.

Todo esto bajo la mirada de un realizador que remarca la importancia de sus raíces y la vuelve fundamentales para su cine.

Ceylan se inspira en su propia persona para rodar Nubes de Mayo, un joven director de cine de Istanbul vuelva al pueblo de para rodar una película sin apenas medios, para ello utiliza a sus propios padres, amigos y vecinos.

Las dos películas, la que vemos y la que el protagonista rueda se alejan de cualquier trama, limitándose a retratar la trivial monotonía de sus personajes. Ceylan propone un ritmo lento, sin prisas para realizar un retrato de la vida provinciana.

Solo apta para amantes de las digestión lenta y que puedan entender que desenvolver una fotografía puede ser buen cine.

Aunque al lector pueda parecer extraño, a la manera de un cuento me permito delinear cómo una decepción no siempre refleja una característica negativa. Una decepción nos puede llevar a caminos alternativos, del mismo modo que el director de oriente usa fórmulas que resultan de un purismo occidental inusitado para hacer una especie de documental-collage en el cual los personajes devienen entre las circunstancias de sus vidas, las mismas que se van contando de manera intermitente, pero al tiempo, serena. Las cosas que hacen de cosas sencillas también se disparan a la luz de la proyección en la cual, la dificultad para equiparar situaciones y unir seres y momentos, donde la propia ruta de la incomunicación, propia del surrealismo genera un paisaje cuya variedad puede ser vista en el relativo manejo de la saturación en sus cuadros. Un deleite sobre el equivocar y decepcionar como cambio de rumbo, con una actuación que, en sus propios diálogos explícitos habla del vació, el mismo que resulta convincente y se va desdoblando. Sí, la decepción puede ser muy placentera....