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Solo ante el peligro

Western. Intriga Will Kane (Gary Cooper), el sheriff del pequeño pueblo de Hadleyville, acaba de contraer matrimonio con Amy (Grace Kelly). Los recién casados proyectan trasladarse a la ciudad y abrir un pequeño negocio; pero, de repente, empieza a correr por el pueblo la noticia de que Frank Miller (Ian MacDonald), un criminal que Kane había atrapado y llevado ante la justicia, ha salido de la cárcel y llegará al pueblo en el tren del mediodía para ... [+]
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Críticas 162
Críticas ordenadas por utilidad
24 de mayo de 2005
215 de 230 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si “El hombre que mató a Liberty Valance” de John Ford resulta una obra maestra del western a partir de la ausencia de énfasis en el tratamiento del guión, esta película lo es precisamente por lo contrario: los efectos que enfatizan claramente la acción, como por ejemplo pueden ser las referencias al reloj, la excelente música de Dimitri Tiomkin o los sucesivos planos del tren que se acerca cuando llega el medio día. Lo cual demuestra que no hay una técnica concreta que sea la llave para hacer un gran cine –algo que se puede extrapolar a todo el arte– sino que es en el manejo y dominio de cada tipo de técnica para acomodarse a cada circunstancia del argumento donde se encuentra más bien la clave. Fred Zinnemann consigue esto magistralmente en “Solo ante el peligro”.

El elemento más sobresaliente de esta obra lo aporta el desarrollo en tiempo real. Uno puede pulsar el cronómetro al comienzo de la proyección y comprobará que cada minuto y cada segundo coinciden con aquellos en que transcurre la historia: 84 minutos, ni más ni menos. Zinnemann usa esto como el recurso principal para crear y aumentar la tensión recordando que el instante anunciado desde el principio se va acercando implacable mientras que el protagonista hace lo posible por buscar una solución a su soledad que no llega. Así la historia se convierte en la precisa crónica de un momento anunciado, y como una excelente crónica en directo aparece narrada.

La soberbia interpretación del gran Gary Cooper con cada rictus ayuda a comunicar los sentimientos contenidos y la tensión creciente de modo que el espectador se introduce en la trama hasta tal punto que le dan ganas de agarrar un rifle y prestarse como voluntario para ayudante del sheriff. Claro que para lograrlo también el mérito está en la cámara y en esos planos cortos que recogen la expresividad de cada personaje desnudando con pasmosa sinceridad sus verdadero interior y mostrando de qué pasta están hechos ante una situación límite. Sin olvidar, por supuesto, el inmenso hacer de Carl Foreman con un guión redondo que dosifica y desarrolla la acción descubriendo paulatinamente las circunstancias de los protagonistas, las relaciones entre ellos, para explicar por qué y cómo reacciona cada cual ante lo que se avecina.

Cuando las agujas del reloj de la estación marcan las doce en punto y suena el pitido del tren, ya no nos queda ninguna uña más que morder y no hay nadie a quien se le pase por la cabeza levantarse del asiento ni para ir al lavabo. El polvo que se levanta en las calles de Hadleyville se cuela hasta el patio de butacas y el aire denso podría cortarse mientras que el sheriff Will Kane aguarda a Frank Miller y nosotros nos sorprendemos llevando la mano a un costado para buscar la culata de un revólver que no llevamos.
Pedro
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5 de abril de 2008
134 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta ocasión no voy a realizar una crítica: ya hay demasiadas y algunas muy buenas.
Aunque sí me gustaría comentar que este film es uno de los dos mejores Western que he visto y que me parece increíble contemplar cómo más de cincuenta años antes de la serie “24” ya utilizaban la fórmula del reloj (en tiempo real).

Lo que hoy quiero escribir es referente a las palabras que supuestamente dijo el director Howard Hawks en contra de esta película y que han puesto algunos compañeros como comentario en sus críticas. Supongo que la mayoría habrán sacado la información de la edición especial del DVD de “Río Bravo”.

Por lo visto la opinión del legendario director a raíz de visionar “Solo ante el Peligro” fue contraria a lo que él entendía por el prototipo de un sheriff: no podía comprender cómo el protagonista se pasaba todo el metraje del film pidiendo ayuda.

Bien, en defensa del “sheriff Will Kane”, decir que la visión que tenían tanto el director (Fred Zinnemann), como el guionista (Carl Foreman) era la de que el protagonista fuera un hombre normal. Nunca un “superpistolero”.

Ciertamente un agente de la Ley podría reclutar a ciudadanos y hacerles ayudantes ocasionales, lo hemos visto en innumerables películas. Además no debemos olvidar que a la primera persona a la que pide ayuda es a su ayudante, tratándose de un profesional.

Por lo tanto, ¿cuál es el problema en las acciones del protagonista?

¿¡Acaso no tiene ayuda John Wayne en “Río Bravo”!?

¿¡Acaso no pretende esconderse tras los muros de la cárcel hasta la llegada del comisario federal!?

Personalmente creo que de ser ciertos los comentarios de Howard Hawks, se trataban de una opinión personal equivocada en su perspectiva general del film. A continuación daré tres motivos para alegar esto.

1. Éste es un alegato en contra de la cobardía de todo un pueblo que se comporta como un rebaño, asustado, egoísta y lamentablemente realista.

2. En el lado opuesto tenemos al protagonista un hombre que sin pretender ser un héroe, se queda para enfrentarse a un peligro mayor, sólo por la firme creencia de cumplir con su deber y hacer lo correcto.

3. Por último la más importante y de la cual el “juez Percy” (Otto Krugrer) nos da una pista al principio de la película cuando se refiere “a la ciudad ateniense que en el siglo V antes de cristo se rebeló contra un tirano”.

Para la creación del sheriff el guionista se basa en el modelo del hoplita espartano.
Tanto en su manera de comportarse como en su lenguaje puramente lacónico.

Actualmente sabemos que en la Grecia de la antigüedad cuando un pueblo amigo acudía a pedir ayuda a la ciudad-estado de Esparta, los lacedemonios tenían la costumbre de enviar a un solo hombre, normalmente un general experto en logística, tácticas y formación de tropas, dando como resultado en la mayoría de ocasiones ser un apoyo inestimable.


Sin duda el Sheriff Will Kane es, “El último hoplita de la gloriosa Esparta”.
Dienekes
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5 de octubre de 2009
103 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emblemática película, la que nos presenta Stanley Kramer con una dirección perfecta de Fred Zinnemann, y evidentemente con un guión magnífico de Carl Foreman. Basada sobre una novela escrita por John W. Cunningham, la acción transcurre en un pequeño pueblo del Oeste Americano, pero que muy bien hubiera podido ubicarse en cualquier otro lugar. Porque la película en sí trata del comportamiento humano en todas sus variantes. Ante una situación en la que todos los habitantes de un pueblo tienen que tomar parte de una forma decidida y unánime, no solo para acudir en ayuda del representante de la ley, sino también por su propio interés personal. Es en ese momento crucial, cuando salen ha relucir los distintos comportamientos humanos: La venganza, El sentido del deber, el miedo, la cobardía, el odio, el amor, el rencor, la envidia, el desprecio, el silencio… etc. El comportamiento humano es impredecible, pero cuando más nos necesitamos antes desaparecemos, lo más curioso es que siempre encontramos razones para justificarnos, algunas de esas razones pueden ser lícitas y lógicas, pero generalmente son las mínimas, es cierto que siempre existen excepciones, pero por regla general son muy pocas.

La película nos va contagiando de la agonía de su protagonista; planteándose hasta su clímax más que como un film de suspense, en el más puro estilo hitchcockiano. Acusada por algunos de antipatriota (y entre esos algunos valdría la pena recordar a John Wayne). Recibió el reconocimiento de los críticos de Nueva York como la mejor producción del año. Todo ello prueba de que la calidad de la película, más allá de sus interpretaciones, resulta innegable.

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Vfoul
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3 de junio de 2008
72 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mendigando ayuda, recibiendo palos, siendo humillado, dándole puerta su mujer, siendo burlado por medio pueblo e ignorado por la otra mitad, dolido, confuso, etc. Así vemos a Gary Cooper durante los ochenta y pico minutos que dura la película.

A pesar de que Cooper sufra todo lo escrito arriba y más, el tío, lejos de resultar triste o penoso, es la dignidad personificada, quizá ayudando su careto rígido a la hora de mantener esa firmeza en el carácter. Y esto exclusivamente se debe a su interpretación; ni al guión, bien simple, ni a la dirección, meramente funcional: aquí primer plano, luego, general, etc., aunque hay que reconocerle el perfecto dominio del tiempo real. Ver al intérprete luchando por proteger a un pueblo que ni quiere o le es indiferente ser protegido acaba resultando conmovedor.

Bien es sabido que Howard Hawks hizo su "Río Bravo" como respuesta a la película que nos ocupa, puesto que el mensaje de que toda la gente de una comunidad, ciudad, o lo que sea tiene que ayudar enfrentarse contra las amenazas le indignó. Evidentemente, no veo a un charcutero o a un peluquero cogiendo los revólveres y liándose a pegar tiros para defender la ciudad, para eso están aquellos que sí saben defender, por lo que entiendo su cabreo. Pero, ahora bien, a pesar de que la película subraye constantemente esta falta de ayuda, hay otra falta cuya denuncia me resulta perfectamente legítima: la de apoyo, la de darle ánimos.

Porque Cooper, aparte de estar solo ante el peligro, es el único que parece preocupado por que se salve el pueblo. Y la forma de denunciar esta carencia de apoyo no es a través de discursos fáciles directos a fabricar lágrimas a tutiplén, al contrario, se hace sólo a través de la mirada más inmensa posible que se pueda arrancar de un actor, una mirada de dolor, indignación y rencor contenido: la que Cooper le dedica a ese miserable pueblo en su conmovedor final.

Así pues, compartiendo el cabreo con Hawks por el rastrero uso de ese pueblo en el que todos son malvados o cobardes (bueno, algún niño o viejo se escapa, pero por estar incapacitado, que si no...), pero también admirando la portentosa creación de Cooper, así como ese hábil manejo del tiempo real para ir aumentando la tensión y la soledad del protagonista, esta enorme virtud gana el pulso a ese importante defecto, haciendo que quede un film para atesorar y para recordar mientras silbamos la preciosa canción que se come la película casi tanto como Cooper. En definitiva, muy buena.
GVD
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4 de mayo de 2011
70 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez que veo “Solo ante el peligro” recuerdo, inevitablemente, esa tarde primaveral de mil novecientos ochenta y pocos en la que mi compañero Xavi se enfrentó a tres quinquis que se habían pasado un buen rato mofándose de nosotros mientras jugábamos nuestro habitual partido de fulbito de los jueves.

Tenían mala pinta, sí, y quizás también un par de años más que nosotros. Pero eran tres. Sólo tres. Y nosotros, no sé, pero ocho o diez, fijo. Supongo que por eso mismo Xavi, el más gallito del grupo, se revistió de valor y les replicó no sin poca contundencia. Automáticamente, los tres maleantes saltaron la baranda y se acercaron a mi colega. Sin prisa pero sin pausa. Con la típica sonrisita burlona que tan malos augurios suele vaticinar en este tipo de circunstancias.

La disputa verbal fue breve. Tan breve que ni tan sólo alcancé a escuchar la voz del líder garrulo. Lo que sí escuché, y en estéreo, fue el tremendo bofetón que éste le arreó a mi compañero. Un bofetón que dispersó instantáneamente a los de nuestro grupo y que principió —si no una paliza— sí una buena somanta de palos. Xavi, obviamente, intentaba defenderse. Pero sus tímidos puñetazos al aire no parecían impresionar demasiado a su contendiente. Y, mucho menos, nuestras patéticas increpaciones. Cuando todo acabó y acudimos a socorrerlo me sentí el ser humano más mezquino y cobarde del universo. Xavi había perdido ese combate sí, pero lo que perdimos los demás esa misma tarde fue mucho peor. Os lo aseguro.

Nueve incuestionables estrellitas, pues, para un western fuera de categoría que al margen de obsequiarnos con una narración impecable, una banda sonora sublime y un Will Kane mítico, profundiza como pocas pelis lo han hecho en dos conceptos antagónicos indisolublemente arraigados a la especie humana: el miedo y el valor.
Taylor
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