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Mishima: Una vida en cuatro capítulos

Drama Producida por Coppola y Lucas, "Mishima" es un retrato biográfico del consagrado autor japonés Yukio Mishima. La película investiga la inquietud interior y las contradicciones de un hombre que trató de alcanzar una imposible armonía entre sí mismo, el arte y la sociedad. La trama se centra en el día en que Mishima conmocionó al mundo, al hacerse en público el seppuku o harakiri (25 de noviembre de 1970), en el Cuartel General del ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
18 de noviembre de 2008
55 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Los hombres usan máscaras para embellecerse. Pero a diferencia de la mujer, la decisión de embellecerse de un hombre siempre es un deseo de muerte"

¿Cómo vivir a través de un espejo? Cuando la máscara es más sólida que el ser, la muerte es una presencia más real que la vida y el vacío es una constante que, paradójicamente, parece llenarlo todo ¿cómo puede un hombre disociarse de su propia imagen sin perder el alma en el proceso.? La biografía de Mishima podría llamarse "Vida de un reflejo" y sería tan acertado...Despojado de su esencia material desde la infancia, permanece como un recipiente vacío, a la espera de algo, alguien, cuya fuerza lo llene. Pero aún habrá de esperar mucho tiempo...

"El arte es la única manera de conservar la belleza humana"

Y sin embargo, tanto el arte, como la belleza, deben ser creados para después ser destruidos. Todo su significado se basa en la destrucción. El arte debe tocar la nada para convertirse en algo. La belleza debe ser perecedera para devenir en inmortal. Todo se relaciona con la muerte. Pero todavía no. Todavía es demasiado pronto.

"Por primera vez, siento que existo. Ya no necesito espejos."

El dolor, un recurrente masoquismo mórbido, es una de las vías que utiliza Mishima para llenar el vacío. Los cortes del cuchillo sobre una piel impávida, joven y perfecta, son los primeros atisbos de significado, de propósito. Sin embargo, no es suficiente. La búsqueda no ha terminado. Tras la máscara, palpita una nada inmensa. Hambrienta de significado.

"Mi necesidad de transformar la realidad era una necesidad urgente, tan importante como las tres comidas diarias o dormir."

Pero la realidad no desea ser transformada. Las palabras no simbolizan nada, no cambian nada. No son sino un eco inútil de no-existencia contra la implacable maquinaria de la vida. Es la espada y no la pluma, decide Mishima. O ambas cosas.

"Necesitaba morir y morir bien, morir como un poeta con el cuerpo y las concepciones viriles de un héroe”

La búsqueda ha finalizado. Hallar el sentido en la más bella de las muertes, una muerte que satisface los más altos ideales estéticos y épicos, es el grito que Mishima opone al vacío. Nunca sabremos si conseguiría obtener el sentido que necesitaba. Nunca sabremos si murió embriagado por el extraño, incomparable placer de haberse destruido. Ni siquiera sabremos si encontró aquello que buscaba cuando escuchó esa peculiar música de espejos que producen las máscaras al romperse.

Pero lo que sí sabemos es que fuera lo que fuera, no murió con él.

Ved esta película.

Si os atreveis.
Neathara
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24 de mayo de 2010
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Schrader realiza un estudio voluntarioso y esforzado de la figura de Mishima. Diseña minuciosamente una película muy estructurada. En cada una de las tres primeras secciones alterna en equilibrio el relato biográfico (evocador, gracias a la elección del blanco y negro, muy contrastado) con sofisticadas recreaciones de obras principales del poeta, en color fuerte, saturado. Hay en ello un sutil estudio de las relaciones entre vida y arte; entre, por ejemplo, el descubrimiento de una estampa de San Sebastián sinuoso y flechado, y el desarrollo del masoquismo en algunas novelas.
Las escenografías de tales recreaciones, vistosas y de elaborado nivel estético, son cautivadoras —próximas al kitsch en el segundo capítulo— e incluyen momentos coreográficos brillantes, como el del asalto policial al grupo de conspiradores.

Pero en la cuarta sección Schrader opta por fundir ambos componentes. Añade color natural al relato biográfico, que llega a su operístico final, eliminando a la vez el plano fantástico. Esta última sección, decisiva, queda deslucida, por contraste con las anteriores, pero también por sí misma, a causa del pobre tratamiento recibido. El movimiento de la cámara es tosco. Los lugares donde transcurren acciones cruciales (el coche a través del tráfico de las autopistas urbanas, el acuartelamiento donde Mishima pretende ejecutar su golpe de mano) son descritos de manera desangelada.
Mishima se le escapa aquí a Schrader. El esteta japonés es presentado con marcado énfasis de su faceta militar, y por momentos es una máscara, una caricatura. No se ve espiritualidad, mundo interior, y sí gestualidad rígida y marcialidad aparatosa. Mishima aspiraba a implantar en Japón un gobierno de samuráis puros, guiados por la tradición del código Bushido. Creó un pequeño ejército de élite, al margen del oficial. Este culto a la pureza sin duda fascinó al calvinista Schrader quien, de repente, sin pretenderlo, deja que prevalezca abrumadoramente el lado fascista, iluminado y grotesco, exaltado y algo demente.

Tres cuartas partes de la película poseen una estética notable, pero la última impide que resulte conseguida. La música tampoco contribuye. En vez de ceñirse a los momentos oportunos, suena de forma incesante, y más de una y de dos veces se vuelve realmente machacona, estorbando los diálogos, que es lo peor que puede pasar con la música en un film.

Sin embargo, no se debe ignorar que Schrader echa el resto en esta interesante aproximación a Mishima.
Y que hasta donde llega, llega honradamente.
Archilupo
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19 de julio de 2009
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que hasta ahora —tengo la sensación que esto va a cambiar— no he leído a Mishima y lo que conocía de él es la información básica de tipo enciclopédico que, cómo no, relata su famoso seppuku público, base argumental de este film. Ignorando, pues, hasta qué punto el Mishima según Schrader es fiel en la letra y/o el espíritu al escritor llamado Yukio Mishima —cuestión que, por otro lado, para mí tiene siempre una importancia muy relativa— diré que el Mishima fílmico me parece un personaje fascinante, epicentro de una obra igualmente fascinante.

La película, en una estructura que recuerda a "Vivir su vida", se divide en 4 capítulos. En ellos se alternan, por un lado, retazos de la vida del escritor; estos flash-backs —la "vida real"— se exponen en blanco y negro, con un estilo sereno y contemplativo; incluso algunas composiciones bajas de cámara recuerdan a Ozu, sobre todo en los momentos de la infancia. Por otro lado está la recreación de fragmentos de sus obras (escenas en color absolutamente estilizadas, como si estuviésemos en las tablas de un teatro, o en el mundo del "Satiricón" o "Dodeskaden"); y, finalmente, el día del suicidio, cuyos preparativos vemos en las tres primeras partes y cuya ejecución ocupa casi totalmente el último tramo.

Schrader rueda este último día en color (¿no debería haber sido, según el criterio establecido, en blanco y negro?). Para Mishima, esta última "perfomance" quiere ser vida y obra a la vez o, como reza el título del capítulo, "Armonía de la pluma y la espada". Con esta opción cromática, Schrader ilustra genialmente este deseo de fusión. Sin embargo, el director toma partido y marca una distancia moral respecto a la decisión trágica del escritor: le concede la textura pero le niega la belleza. En el polo opuesto a la estilización con que filmaba las obras, aquí hay un trabajo cámara en mano, con un montaje rápido y abrupto. Mishima anhela orden y ritualismo, pero el director nos muestra caos y confusión.

Por su parte, los fragmentos literarios escogidos muestran, de hecho, la autobiografía emocional del escritor: en ella afloran sus contradicciones, los complejos sobre su físico y la dificultad para aceptar su orientación sexual. Considero que uno de los grandes méritos de este film es que, pese a su construcción en forma de puzle, muestra un gran equilibrio en la forma de encajar las piezas, de manera que el resultado final se percibe como un todo unitario. Cabe destacar la excelente interpretación del protagonista y la música de Philip Glass, omnipresente, que contribuye decisivamente al tono de la película (en este sentido, me ha recordado el valor que adquiere la banda sonora en "Barry Lyndon").

Pero, para mí, el valor máximo de "Mishima" radica en el hecho que, trascendiendo la historia del biografiado, se convierte, como "La rosa púrpura del Cairo", en una profundísima reflexión filosófica acerca de la inexorable y en ocasiones terrible interrelación entre Vida y Arte.
Quim Casals
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30 de enero de 2006
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película nos muestra el último día de vida de Yukio Mishima, uno de los grandes genios de la literatura del siglo XX que murió en 1970 tras tomar un cuartel del ejército, en el que tras un discurso a la tropa, él y un compañero se suicidaron mediante el seppuku.
La forma de contar la vida de este interesante y peculiar escritor es a través de cuatro capítulos (“A life in four chapters”) y cada uno de ellos nos muestra episodios de su infancia, de su vida adulta y escenificaciones de algunas de sus novelas de culto. Todo ello a modos de “flashbacks” que se van sucediendo durante el último día de vida de Mishima, hasta el punto de que antes de suicidarse ya hemos visto gran parte de su vida y obra y podemos llegar a comprender sus acciones perfectamente.

La banda sonora de Philip Glass está a la altura de la belleza de la película y es un disco muy recomendable.
Runciter
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4 de julio de 2009
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante todo, se trata de una película de Paul Schrader, y esto marca todo el film. Se trata de una aproximación al personaje de Mishima a través del prisma transgresor de Schrader, por lo que cuanto menos, es sugestivo y a priori, sí merece la pena ver esta película.

Mishima, se trata desde el lado oscuro, el lado interesante del dramaturgo, sus experiencias vitales, sexuales y de muerte, todo ello acompañado de un inconformismo atroz, que le hace moverse dentro de los márgenes de la locura. La vida pasa y va derivando hacia la “acción” es decir compendiar una larga vida en la explosión de un fuego de artificio que sólo dura un instante, testimoniando de esta manera con mayor precisión y pureza los valores auténticos de la vida humana. Y así lo filma el director, a un personaje ya carcomido, incluso patético, que intenta dar un desesperado “discurso de honor” a unos soldados ávidos de juerga, acabando por matarse mediante el ritual de harakiri de una forma tosca y ruda, todo se va consumiendo y lo que se supone un acto noble y heroico, Schrader lo filma vulgar y chapucero, dándonos a entender que la realidad es la que es, y muestra la dureza del momento sin dar concesiones a la galería (¿Dónde están aquellos glorios Seppukus que vinos en otras películas, de corte japonés y de raíz americana?) . No obstante lo anterior, se escapan unas imágenes que compendian la vida con un atardecer que son realmente bellas, y que incluso te invitan a pensar en ello.

A posteriori, sólo decir que es una película que por muchos factores, merece ser vista, saboreada y pensada, sobre todo porque te muestra otra columna sobre la que se sostiene esto que llamamos vida.
iovErdÈ
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