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Confesión a Laura

Drama Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal y candidato a la presidencia de Colombia, es asesinado en Bogotá el 9 de abril de 1948: su muerte conmociona al país. Los seguidores de Gaitán toman las calles de la ciudad exigiendo castigo para los culpables, se producen entonces saqueos, desordenadas manifestaciones y enfrentamientos con la fuerza pública. Los francotiradores se hacen fuertes en distintos puntos de la capital colombiana. El ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
2 de mayo de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La narración de "Confesión a Laura" se inicia con episodios documentales del 9 de abril de 1948, horas después del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Santiago, Josefina y Laura son los protagonistas de la historia. Una historia simple en una situación trágica.

Laura ha resignado sus años de juventud: cumple 45. Nadie viene, reina el silencio; afuera llueven las balas y miles de bogotanos caen sobre el asfalto enrojecido por la sangre de los justos. Don Santiago viste una corbata roja, siendo liberal. Su vida es una farsa, es el momento de la liberación. Josefina representa para él un viejo mundo del que espera zafarse algún día, quizás en los brazos de otra mujer: ella puede ser Laura. Él la mira, fuma un cigarrillo, baila un tango (“Volver”, en la voz de Gardel) y encuentra, por fin, el momento esperado. Desobedece los dictámenes de su atormentada conciencia. Los francotiradores, mientras tanto, disparan indiscriminadamente a cuanta persona desafía la ley de la muchedumbre...

Pues sí, se trata de una película que habla el lenguaje cotidiano de una pareja de vecinos que de pronto, por las circunstancias forzosas de un encuentro fortuito, han de pasar la noche juntos en un estrecho apartamento, por otra parte pone en escena de manera alegórica una situación histórica de violencia en Colombia, la cual, por decir así, no ha terminado. Por el contrario, aún vivimos su continuación.

Es una obra pletórica de sensibilidades y alejada de perspectivas estéticas alienantes, que logra dotar de complejidad ese episodio icono de la historia colombiana, la muerte de Gaitán, pero lo hace por una vía paradójica: la de alejarse precisamente de ese episodio convirtiéndolo en el telón de fondo de una historia privada de emancipación y sentimientos profundos que se desatan en medio de la violencia. Pero, ¿es una historia que simplemente se elabora sobre la excusa del hecho real? ¿O es mas bien una metáfora de la sociedad colombiana que subsiste en sus cotidianidades, sueños y expectativas, que se confiesa en medio de esa violencia hecha rutina, así como se confiesa Santiago con Laura, mientras afuera la violencia no cede? Como sea, se trata de una película de las buenas, modesta pero enorme, de esas en que el tono es el que establece su valor y la ubica como una joya cinematográfica.

Exquisita obra de arte.
avellano
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29 de junio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
CONFESIÓN A LAURA


Tal vez sea la mejor película colombiana de la historia, algo no tan difícil si tenemos en cuenta la pobreza argumental, la impericia técnica y la falta de ambiciones de la gran mayoría de los largometrajes producidos en nuestro país. La historia es simple pero contundente. Bogotá, 9 de abril de 1948. El magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán ha desatado el caos en la ciudad. Santiago, un hombre que supera los cincuenta años, se ve confinado a permanecer en el apartamento de Laura, su vecina solterona, quien se desempeña como profesora. El hombre, un gris empleado público, descubre gracias a Laura un nuevo impulso vital, por medio del cual será capaz de protagonizar un inesperado viraje en búsqueda de algo que vaya más allá de los límites trazados por un matrimonio rutinario, un trabajo mediocre y una vida estancada en las lodosas tierras del conformismo. Contado de esta manera, la película no parece ser la gran cosa. No nos llamemos a engaño. Pese a su contención, es una de las historias de amor más conmovedoras jamás filmada, quizá a la altura de Una jornada particular, de Ettore Scola o Make way for tomorrow, de Leo McCarey. No, no es un exabrupto. Si un meteoro estuviese a punto de caer a la tierra y solicitarán a cada uno de los países salvar sólo una de sus películas para ser transportadas a otro planeta, Confesión a Laura debería ser la escogida, aún por encima de verdaderas joyas como La estrategia del Caracol, La vendedora de Rosas o Tiempo de Morir (películas que con todos sus defectos y fallas, tienen para mí un inmenso significado), u otras evidentemente sobrevaloradas, como Los viajes del viento o El Colombian Dream.

Pese a esto, Confesión a Laura sigue siendo, desafortunadamente, un filme poco conocido, algo que no es tan extraño si tenemos en cuenta que su historia se basa exclusivamente en una larga conversación sobre la vida cotidiana de seres anónimos, en una desencantada reflexión sobre el paso del tiempo y las oportunidades perdidas. No hay escenas de violencia gratuita o sexo desenfrenado. No existe una banda sonora memorable o innovadora. La fotografía es más bien oscura. El trabajo de cámara no se caracteriza por sus arriesgadas tomas sino que al contrario, descansa en enfoques planos y convencionales. En definitiva, es una película que, al igual que gran parte de las obras capitales del cine, confía más en su fondo que en su forma. Tal austeridad habla mejor que nada de la incipiencia de nuestra industria cinematográfica, pero también del desmedido amor que hacía el cine profesaban unos cuantos quijotes, hombres y mujeres que se entregaron en cuerpo y alma a fungir de cineastas en un país y una sociedad que poco interés le prestaba al bellísimo arte de los hermanos Lumiere.

Pero si bien es cierto que los aspectos técnicos de la película son fallidos, otra cosa sucede con las actuaciones, la dirección y el guión. Vicky Hernández, cuya trayectoria es de sobra conocida por cualquier colombiano, le otorga a Laura una dulzura poco habitual en el cine nacional, repleto más de caricaturas que de verdaderos personajes. Su Laura, sutil, natural y atravesada por una profunda humanidad que es posible descubrir en los actos más simples, constituye un hermoso descubrimiento, un soplo de aire fresco en una cinematografía frecuentemente acostumbrada a hacer de la violencia y la deshumanización su mito fundacional, su absoluto, su deber ser.

Gustavo Londoño, un maravilloso actor que marcó un derrotero en la historia de la televisión nacional, realiza el papel de Santiago, un hombre hostigado por su mujer, Josefina (María Cristina Gálvez), quien vive justamente al frente del apartamento de Laura. Josefina ha enviado a Laura un pastel para celebrar su cumpleaños número 45. Pero Santiago, quien ha sido el encargado de llevar este presente, no puede salir del apartamento de Laura debido a que el caos se ha desatado en la ciudad y los francotiradores del gobierno se han situado en los techos de las casas prestos a disparar a todo lo que se mueva. Londoño presta a Santiago la serena tristeza de su rostro, para crear desde allí, un ser aparentemente anodino, un hombre anquilosado por las voluntades ajenas y los formalismos de una época gris. María Cristina Gálvez desarrolla con solvencia un personaje francamente desagradable, una mujer cuya dominancia justifica los más profundos miedos que cualquier persona pueda llegar a tener sobre el matrimonio. Sigue en spoiler sin revelar detalles del argumento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sociotecólogo
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23 de marzo de 2020
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Sin duda es la mejor película colombiana de todos los tiempos, es de una plástica y una estética tan modesta pero que no demuestra su falta de medios sino mas bien una belleza natural.

Se trata de una mujer sicorìgida y controladora, un hombre apocado y su vecina,una mujer aturdida por su pasado y mas que todo por su soledad.
Durante los eventos de abril del 48 (un toque de queda ordenado por el gobierno,después de que el asesinato de un líder político muy popular, provoque una oleada de disturbios que amenazan con hacer colapsar la ciudad), el tipo, o mas bien, Don Santiago,se queda confinado en el apartamento de Laura, su vecina, cuando iba a llevarle una torta de cumpleaños enviada por su esposa,a partir de ahí, Laura Y Santiago se quedaran encerrado, ganándose para ellos toda una velada de confesiones,remordimientos y añoranzas que se prolongara hasta la madrugada.

La fotografía sencilla, muy nostálgica, el dìa va avanzando desde las primeras luces de la mañana,pasando por la melancolía de la tarde, el crepúsculo,la noche y ese maravilloso desenlace al clarear el alba, todo se reduce a ese pequeño departamento con pocas escenas de exteriores o al apartamento de enfrente donde se encuentra Josefina la esposa.

Es en la tremenda dirección de Jaime Osorio, su manejo del ritmo narrativo y llevando a los actores a donde el quiere, lo que hace crecer a cada paso esta pequeña gran película.

Gustavo Londoño, pedazo de actor, modesto, pequeño, apocado, tratando de capotear la tensión sexual que desprende Laura, un señoron interpretado por Vicky Hernandez, el hombre derrotado, controlado por su mujer pero que aun guarda la esperanza de volver a ser el hombre, el amante, aquel hombre que fuma.

El personaje de Cristina Galvez,no se queda atrás, controladora, psicorìgida, manipuladora, castrante, contradictoria y neurótica, Osorio construye un gran personaje, pero solo a la actriz la vemos hablar un par de veces por teléfono, y asì el personaje funciona, y desprende toda esa mala leche, suficiente para ponernos de lado de Santiago y de Laura.

Y finalmente, Vicky, sola, encerrada en su apartamento y en su vida, no sabemos las razones de su soledad,pero le ha de pesar mucho, las pocas horas con Santiago hace pensar que hace muchos años no se sentía tan feliz, tan alegre y tan amada, un erotismo soterrado, a través de miradas y soliloquios a medias,porque hay cosas que queremos decir, pero no podemos,pero el otro... en la oscuridad entiende.

Una maravilla,exquisita.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
alexnene
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