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20.000 especies de abejas

Drama Cocó, de ocho años, no encaja en las expectativas del resto y no entiende por qué. Todos a su alrededor insisten en llamarle Aitor pero no se reconoce en ese nombre ni en la mirada de los demás. Su madre Ane, (Patricia López Arnaiz), sumida en una crisis profesional y sentimental, aprovechará las vacaciones para viajar con sus tres hijos a la casa materna, donde reside su madre Lita (Itziar Lazkano) y su tía Lourdes (Ane Gabarain), ... [+]
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Críticas 77
Críticas ordenadas por utilidad
18 de marzo de 2023
122 de 150 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema principal de la película, la búsqueda de la identidad, y, dentro de la misma, la identidad de género, es complicado de tratar, sobre todo en la actualidad, o, quizás, siempre. Probablemente, todo espectador antes de sentarse en la butaca tiene su opinión formada sobre el asunto, incluso, para algunos, la misma sea impedimento o condicionante para ver el film, o no.

Sin embargo, la manera como tiene la directora de afrontar el asunto es inteligente. Primero, al elegir hacerlo desde la mirada "inocente" de alguien menor de edad, persona que en su descubrimiento del mundo y de sí misma, no para de hacerse cuestiones. Segundo, porque frente a este cuestionamiento infantil, antepone el adulto, principalmente la madre y sus dudas.

Mucho se debate si la "elección" o, mejor dicho, el sentimiento sobre la propia identidad de género es genético o no, si es cultural. En este debate, constantemente, se presentan casos de gente menor de edad que sienten y perciben que la identidad con la que los otros les identifican, no es la misma que ellos sienten. En las discusiones y debates escuchados, oímos si quien duda así o quien tiene tal certeza a tan temprana edad, lo hace por las influencias externas, o por el contexto donde habita y se desenvuelve. Otros, argumentan que, simplemente, nació así, es genético y ahora se manifiesta.

Lo bueno de la directora es que, como buena realizadora que es, no entra de lleno sobre ello, planea sobre el asunto planteándonos a nosotros las preguntas, obligando a que sea el espectador quien, tras reflexionar sobre lo que ha visto, responda. Evidentemente, Urresola Solaguren, tiene su propia opinión, no es del todo imparcial, pero no impone la misma, la deja caer sutilmente, como una posibilidad más. Lo importante es que, tras ver el film, te plantees la realidad que cuenta. Si, como sociedad, hemos de imponer los estereotipos, sí, cuando se dudan sobre ellos, hemos de ser tolerantes, incluso si, la propia duda es moda, o algo pasajero, lo que a su vez plantea la duda de si, tras el cambio, uno volverá a la llamada normalidad. Resumiendo, nos plantea que es aquello que llamamos y definimos por normal.
¿Somos y sentimos que somos, los que los demás dicen que somos?, Había un juego infantil, el comecocos de papel, donde se escribían números y animales, tenías que elegir tres números y, al abrir el papel, te decían los tres animales, uno era como tú te veías, por ejemplo un león, el otro era como te veían los demás, por ejemplo, un águila, el tercero era lo que realmente eres, un elefante. Ya, desde pequeños, las tres miradas planeaban sobre nosotros, donde, al final, somos mezcla de lo que los demás ven y de lo que nosotros vemos y sentimos y esto, lo plantea muy bien la directora.

Todas las actrices están muy bien, desde la niña protagonista, Sofía Otero, pasando por la madre, Patricia López Arnai, o la tía y la madre, Gabarain y Lazkano. El elegir una zona rural, del mismo modo, es un acierto, pues el descubrimiento y gozo de la naturaleza, da pie al propio descubrimiento del niño@.

Un film que trata algo tan complicado y a veces duro, pero que lo hace desde una mirada amable y abierta, consiguiendo, quizás, que nosotros miremos al tema también amablemente y con la mente dispuesta a pensar o repensar sobre el tema, lo que no deja de ser un acierto. Del mismo modo, la metáfora familiar de las abejas, la colmena, funciona.

Buena opera prima.
Andarrio
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27 de abril de 2023
109 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Lucía Etxebarria no le gustará 20.000 especies de abejas. Y no le gustará porque choca frontalmente con su cruzada personal contra la transexualidad, ese recurso fácil para degenerados que solo buscan colarse en los vestuarios femeninos y seguir perpetuando el machismo imperante. Por eso no querrá ni oír hablar de la película, porque explica de manera sublime el sufrimiento y la angustia que experimentan las personas que no se identifican con su sexo biológico y que además deben lidiar con su entorno para asimilar un cambio que es de todo menos sencillo. Lo hace además con sumo tacto, poniendo el foco en una niña de ocho años, en un ámbito familiar y dentro de una comunidad rural en el País Vasco. No era tarea fácil y, sin embargo, el filme desarma todos los miedos, prejuicios y ataques frontales con humanidad y honradez.

Puede que a la escritora y polemista Etxebarria no le interese 20.000 especies de abejas pero sí debería picar la curiosidad de todas aquellas personas con ganas de comprender un proceso tan complejo y desconocido, sobre todo para las generaciones más mayores. El mérito de la cinta es que aborda la asunción de identidad desde la edad más temprana y desde un punto de vista multigeneracional, en el núcleo de una familia tradicional vasca. Y en la respuesta de cada uno de los familiares, en su comportamiento ante el cambio, es donde residen los matices de una película que huye por completo de los maniqueísmos y de los recursos más facilones.

Estibaliz Urresola Solaguren, que para colmo debuta en el largometraje con esta maravilla, podría haber echado mano del bullying para narrarnos una dolorosa transición hacia el género femenino. Y seguramente le habría resultado otra cinta gloriosa, aunque muy diferente. Sin embargo, la directora, valiente, ha decidido centrarse en la agresión inconsciente, la que van ejerciendo día a día los seres más queridos. Y ahí es donde las interpretaciones juegan un papel determinante. El Oso de Plata para Sofía Otero es solo la cúspide de un reparto mayúsculo, en el que también sobresalen Patricia López Arnaiz y Ane Gabarain, madre y tía que asimilan de muy distinta forma la transexualidad de la niña protagonista.

Sin apenas banda sonora, vamos asistiendo a distintas situaciones de incomodidad que va sufriendo Cocó durante su crisis de identidad, con los vestuarios (siempre son los vestuarios) como principal foco de tensión. A su vez, también somos testigos de conflictos cotidianos como los que surgen de la maternidad, la pareja, las relaciones familiares o la crisis de la mediana edad. En ese sentido, el personaje de López Arnaiz aglutina todas esas lides. Mientras moldea cuerpos esculturales con la cera de las abejas, debe asimilar cómo su hija va moldeando también su propia identidad mientras combate las resistencias dentro del seno familiar.

Es en la parte final cuando 20.000 especies de abejas nos regala secuencias de una gran emotividad, rodadas con absoluta delicadeza. Todos los acontecimientos que suceden en torno a una comunión ponen a prueba nuestro pulso y nuestras glándulas lagrimales, de la escena desde el interior de un coche hasta la carrera desesperada en el bosque. Y todo para ponerle nombre y cara, sin doctrinas pero con sentimientos, a otra de esas realidades prácticamente ocultas en el cine. Porque como advierte un personaje clave del filme, “lo que no tiene nombre, no existe”.
polvidal
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25 de mayo de 2023
126 de 210 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lamento no poder hacer una crítica profunda de esta película porque para mí fue como asistir a una película de cine mudo: No entendía los diálogos.....

Tengo problemas auditivos y lo achaqué a eso, pero mi acompañante que no tiene ese problema me dijo que a ella le había pasado lo mismo...

Y pongo el título a la crítica generalizando al cine español porque es tema repetido en conversaciones y tertulias en las que participo: casi todos se quejan de que las películas españolas pecan de mal sonido y los diálogos son difíciles de entender mientras que las dobladas se escuchan perfectamente.

En lo que sí estoy de acuerdo es en la excesiva duración de la película, otro mal generalizado del cine moderno en el que cada vez hay mas películas cuya duración excede de las dos horas.
Manuel García
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10 de mayo de 2023
60 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
20.000 especies de abejas es una película ante todo bonita, y eso ya es mucho decir.

El tema que aborda, la identidad de género en la infancia, es un tema del que seguro has hablado con tus colegas recientemente y en repetidas ocasiones. Nosotras todo el rato. Es uno de los temas sobre el que mis amigas tíAs no sólo no nos ponemos de acuerdo, sino que nos enzarzamos como si nos fuera la vida en ello, como si fuéramos tíos viendo un Madrid-Barça. Es curioso porque a la vez que hacemos nosotras mismas esta casposa comparación, defendemos a capa y espada que no hay cosas de tíos ni de tías, que nos lo han metido con calzador desde niñas. Mismo mantra que Ane, la madre de esta historia y mi nueva mejor amiga imaginaria (qué bien me caes Ane) le repite una y otra vez a su "confundido” hijo Aitor/Lucía.

Y es que aunque tengamos claro que esa basura que nos han vendido de que a las niñAs nos gustan las barbies y las humanidades, es solo eso, basura, la caja rosa o azul (igualmente apestosa) que te tenían preparada antes de nacer en los ochenta, sigue estando ahí para tus hijos en los dosmilveinte.

¿Cuál es la primera pregunta que le haces a tu colega embarazada? ¿Por qué seguimos agujereando las orejas de nuestras hijas? ¿por qué mi hija de 6 años solo invita a niñas a casa y mi hijo de 4 solo a niños? En el cole de mis hijos en el que hay bastantes niños y niñas con nombres neutros, no veo a niños con vestidos de unicornios pero ni siquiera con vestidos lo que me sorprende bastante. Y por el contrario, mi hija solo quiere ponerse vestidos pero con pantalones largos por debajo (aunque haga 40 grados) para que no se le vean los pelos de las piernas, lo que me da bastantes pistas de que avanzamos demasiado despacio.

Y por mucho que les digamos a los críos que pueden escoger los elementos que más les guste de cada caja indistintamente del color, son criaturas que viven en esta sociedad, y la teoría de la abolición de género está muy bien, pero en la práctica hoy por hoy está reguleras: desde la abuela al vecino del quinto, pasando por la publicidad, el cine y la tv, y deteniéndose con un gran foco apuntando en una misma. Que no le puedes decir a tu hija que no pasa nada por tener pelambrera en el sobaco cuando siempre has pensado que la mejor inversión de tu vida fue el maldito láser que te churruscó los pelos cual pollo frito.

Y si un día a tu hijo le pasa como a Aitor no se a ti, pero a mí me la sudarán los discursos, las estadísticas, las opiniones de unos y de otros, incluso la mía propia porque lo único que intentaré es que no sufra más de la cuenta.

Y es lo que me gusta de esta película que, sin pretensiones, te sumerge en la intimidad de una familia que tiene que afrontar una situación jodida, con una sensibilidad y honestidad de las que llegan (esta vez sí, no como Alcarrás o cinco lobitos, sorri, pero no) Y entonces te replanteas mil movidas, y te identificas y te pones en la piel de esa madre juzgada dentro y fuera de su familia: desde la culpa es tuya porque le consientes demasiado (molt fort) hasta que si no lo quieres ver es porque estás a lo tuyo. Y la apoyas a muerte desde tu butaca del cine, y le dices tía lo estás haciendo bien, tranqui que Lucía va a estar bien porque estás a su lado.

Patricia López Arnaiz está espectacular, ella está pasando por su propia crisis existencial y de pareja, y la película nos dibuja una maternidad real y una no es de piedra… ya con eso me tiene ganada.

Me gusta la fotografía de la película.
- Indoor : las escenas dentro de la casa son oscuras y a la vez muy delicadas, me encantan las noches compartiendo cama y sentimientos hermanos, abuela, madre..
- Y outdoor: me gustan mucho los paisajes vascos. Hay una escena preciosa de la tía a lo ophelia en una poza impresionante de bonita.

Me gustan las historias de amor.
anaïs
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31 de octubre de 2023
88 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno no voy a negar las buenas intenciones de la directora, de la que hasta la fecha es su opera prima, pero no consigue a mi parecer nada de lo que se supone que debe hacerme sentir la película. La película da vueltas a un tema que puede ser interesante, como es la disforia de género en niños (entre otros temas), pero el ritmo y sobre todo el apartado técnico de la película la convierten en un tostón insufrible.

Tal y como me comentaba cómicamente un amigo parece que en España hay una escuela de actores susurradores o de directores amantes del susurro, no me queda claro, pero es que el largo contiene cantidad de escenas en las que literalmente susurran y si a esto añadimos que el sonido es pésimo, pues uno agradecería los subtítulos durante todo el largo o incluso que para el caso la hubieran rodado integra en euskera.

Tampoco aprecio una especial belleza en sus imágenes, muchas de sus escenas son nocturnas o al atardecer con una pobre luz o directamente en el interior de viviendas pobremente iluminadas. Tanto es así que no conseguía discernir quien era quien de los niños de la familia.

Reconozco las buenas interpretaciones de los actores, pero el ritmo lento mortecino de documental de la cotidianidad de una familia vasca aleatoria, mató a este espectador, los casi 130 minutos de película son eternos para contar muy poco, no profundiza en los problemas de la familia y el "supuesto drama" no me conmueve (será que me falta sensibilidad).
pradokull
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