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La vida en video

Drama Stan, el padre de Van, es un apasionado del vídeo; se pasa la vida grabando escenas de la vida diaria de su familia. Sin embargo, tiene a su madre en una residencia, a pesar de que podría perfectamente tenerla en casa. A Van, que visita a menudo a su abuela, no le gusta que viva en esas condiciones. En la residencia conoce a Aline, una joven que intentará ayudarlo a sacarla de allí. Lo que ocurre es que Van, que ha sido abandonado por ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
26 de mayo de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En La Vida En Video pocos son los planos que no contienen un encuadre en su interior, un encuadre a través de una pantalla televisiva. Y cuando no es así la imagen aparece con grano, denotando que aunque no se esté viendo el aparato sin duda se trata de otra grabación. Que esas imágenes representen la psique de los personajes de la película o que supongan un intrincado juego meta-reflexivo con estructura de muñeca rusa sobre la imagen televisiva, una fenomenología de la cuestión en sí, queda a la libre interpretación del espectador. Lo que sí que queda claro es que aquí se inicia esa obsesión de Atom con el sexo no convencional, el sexo Exuperancia Rapú, por llamarlo de alguna manera: Van, el dieciochonero protagonista, está inmiscuido en una relación incestuosa con su madrastra (algo que Egoyan muestra de forma sutil y ambigua respecto a los parámetros habituales a la hora de tratar estos temas en el cine, en la línea de la relación también incestuosa y pederasta –aunque en apariencia consentida- del padre de Sarah Polley en El Dulce Porvenir); a su vez, el padre del muchacho sólo parece ser capaz de mantener relaciones sexuales si se está grabando en vídeo, y llega a un extremo que ni siquiera eso le basta, ha de mediar también la voz de una chica de teléfono erótico la cual cuando dice que se toca tal parte de su cuerpo o se desprende de tal otra de su atuendo está dando una orden indirecta a la madrasta de Van, que es un cuadro ver a la señora ahí con la cámara enfocándola, la televisión devolviéndole su imagen y una voz del manos libres dándole órdenes. Claro que mejor aún es cuando la teleoperadora del teléfono erótico dice que se va a tocar la teta izquierda y llega la mujer, quizá disléxica quizá no consciente del tema de la imagen y los espejos, y se toca justo el pecho contrario. Ahí Egoyan rompe con su imagen de intelectual, frío y analítico porque cierto es que sigue reflexionando, pero te está enseñando una teta y metiendo un chiste maravilloso todo a la vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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17 de mayo de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está siendo triste contemplar el declive que está sufriendo Axlyan esta úLtima década. Después de comprobar recientemente que ya en Ararat su discurso, a pesar de seguir contando con su impronta y unas intenciones intachables, ya empezaba a dejar muestras de fatiga, tras ese memorable trío de maravillas que colocó su paquete en el candelero en los 90 (esa década), y asistir entre compungido, Where The Truth Lies, y mínimamente esperanzado, Adoration, a sus últimos estertores me topé, en efecto, con un cineasta que agoniza, es innegable ya, en esa montaña de bracitos, ese horror, esa bajada de pantalones absurda, caricaturesca y vergonzosa llamada Chloe. Y en este contexto de melancolía y perdición ha sido más que grato reencontrarse con el Axlyan que amé en ésta, su segunda película, un fascinante bosquejo que aglutina lo que de original e intransferible tendría su propuesta poco después y donde ya asoman los kilates, los huevos, la hipnosis y esa mirada turbia al núcleo familiar, la pérdida, la perversión soterrada, sus personajes deliciosamente disfuncionales, todo ello desparramado aquí prescindiendo de carambolas y telarañas, en una trama líneal, pero no por ello menos sugerente que otras cabriolas, aunque sí menos redonda y lograda que el tridente antes mencionado. Y una luminosidad, rebuscada pero ahí está, presente tanto en el concepto como en su personaje principal, convierten esta vida en vídeo en, quizás, su particular arco iris en la oscuridad.
Por que nos estamos quedando solos, sí, como un arco iris en la oscuridad...
Peter Gabriel 77
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