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La gran seducción

Comedia Los habitantes de un pequeño pueblo pesquero tienen que encontrar a un médico si quieren que una empresa construya una fábrica en la zona. La tarea se le encomienda a Murray French (Gleeson), que elige al doctor Paul Lewis (Kitsch). A partir de ese momento, todos los vecinos intentan seducir a Paul para que se quede con ellos de forma permanente. Remake de "La gran seducción" (Jean-François Pouliot, 2003) (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
21 de septiembre de 2014
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran seducción, remake del film francés de 2003, es una correctísima comedia para pasar un rato entretenido en compañía de muchos personajes entrañables y un ambiente de lo más tierno y amable. Es una de esas películas que celebran el espíritu de lo humano, la solidaridad rural, el encanto de la vida por sí misma y por sus pequeñas cosas y, por supuesto, el poder de la amistad y el amor para sacar lo mejor de las personas. Por supuesto, lo hace con muchísimo sentido del humor (ver la llegada de Lewis a su casa en el pueblo y su reacción ante la decoración, el momento en que dos vecinas escuchan la conversación del doctor con su novia o el visionado del partido de cricket por televisión) y el visionado resulta en general la mar de simpático. Además, tiene a Brendan Gleeson como protagonista, lo que siempre es una buena noticia, pues además está soberbio, divertido y profundo al mismo tiempo. Su presencia irradia fuerza y liderazgo, que es exactamente lo que necesitaba el personaje de Murray. El trabajo de Taylor Kitsch es también muy meritorio, pues sale más que airoso como actor cómico, algo que todavía no había hecho desde que saltó a la palestra. Aquí le toca bailar con la más fea, es decir, con el personaje menos logrado y chisposo, y precisamente su esfuerzo es por ello más apreciable y aplaudible.
Sin duda es demasiado larga (¿casi 110 minutos para contar esta historia?) y tampoco va a pasar a la historia como una de las grandes comedias del cine, pero sin duda merece la pena verla por el gran talento de todo su reparto (ojo a los secundarios que interpretan a los vecinos del pueblo) y por lo maja y tierna que termina resultando.

Lo mejor: Brendan Gleeson, Taylor Kitsch y lo simpática y divertida que es.
Lo peor: En modo alguno es ninguna obra maestra y no pasa de ser una cinta sencilla y entretenida de tarde de domingo.
Sibila de Delfos
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18 de septiembre de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
«La gran seducción» recrea a partir de un argumento de anécdota breve, la decadencia del mundo rural y de un estilo de vida sencillo en el que el tiempo no es tanto un artículo de lujo como una posible fuente de alimento anímico sumamente abundante.

Conviene darle tiempo de reposo a esta película una vez vista, pues bajo la apariencia de una comedia más bien simple con cierto aire de «Bienvenido Mr. Marshall», subyace un canto vital tan contenido en lo formal como enérgico en lo que desea transmitir.

Y ¿qué desea comunicar? La necesidad del trabajo para la autoestima y la socialización. Que haya habitantes suficientes en un área, una masa crítica que evite su extinción. La presión que el mundo urbano está realizando sobre el rural. La soledad en la estructura imperante en la gran ciudad, la involución humana que sigue a la evolución tecnológica cuando un cajero automático sustituye a una sucursal bancaria…

«La gran seducción» está rodada en un entorno de belleza apabullante, en la península Bonavista de Terranova, y contiene una serie de imágenes de gran poderío visual. Como la exhibición de la majestuosa humanidad del gran Brendan Gleeson sobre los tejados de su muy orgulloso pueblo pesquero. Como la mirada que el protagonista dirige al barco que abandona el puerto, sellando el declive de su mundo.

Don McKellar desea no incurrir en maniqueísmo y no presenta al grupo aborigen como buenos derrotados por la barbarie, sino que ilustra sus ruindades y disputas, mientras uno les va tomando cariño.

Adicionalmente, aparecen semillas universales del cohecho, como la seducción fiscal de que son objeto las grandes multinacionales, quienes dan a elegir entre el cuidado medioambiental y del anterior medio de riqueza (en este caso la pesca) que vienen acompañados por el abandono económico o el rescate inversor. En clave de parodia, se presenta también el posible contenido real en las negociaciones que lleva a cabo un magnate (aquí petroquímico) para instalarse en un lugar en retroceso.

Inevitablemente, el film cuenta con algunos defectos. Quizá por exigencia del guión original y para ganarse a cierto público (pues es un remake de otra cinta también canadiense de 2003) introduce a un joven y atractivo médico, triunfador esteticista de ¡¡29 años!! Lo cual, visto desde aquí, es una incongruencia similar al romano que porta reloj en un peplum.

Por último, una vez expuestos los extremos supervivencia - medioambiente, se muestra equidistante entre ambos, como no queriendo herir al poder establecido. No digo que tenga que ser un film de denuncia. Digo que quizá lo era hasta se preguntó por su propia financiación.
Inaki Lancelot
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20 de septiembre de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una comedia con buenas intenciones, que narra las peripecias de un pequeño pueblo que a fin de salir de una vida subsidiada tiene que ingeniárselas con mentiras piadosas para conseguir que se instale una Petroquímica que devuelva el trabajo y la dignidad a sus habitantes. Entre lo más negativo de esta película es el tratamiento demasiado light sobre el transfondo social en el que se sustenta esta historia, muy alejada del magnífico cine denuncia al que Reino Unido nos tiene acostumbrados. En el lado positivo las interpretaciones, la fotografía, la banda sonora, y algunos golpes buenos. Agradable de ver.
Cinecito
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23 de septiembre de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás hemos olvidado que nuestra sociedad, esa que se zambulle de lleno en la apocalíptica rutina del consumismo y de la destrucción de sus valores en la grandes ciudades, nació en pequeñas comunidades forjadas por el esfuerzo del hombro con hombro y la fuerza de los vínculos emocionales. La vida rural, sepultada bajo toneladas de urbanismo y des-humanización, es uno de los pocos bastiones genuinos que nos quedan para recordar la grandeza de las relaciones personales, y la importancia del individuo dentro del grupo. Un tipo de jerarquización social donde cada elemento cuenta, más allá de sus capacidades o aptitudes. Sin embargo, parecemos preferir la comodidad del anonimato y la sumisión en el rebaño para justificar una existencia donde el alma, por mucho que nos pese, es algo que ya no se cuida.

"La gran seducción", además de un relato costumbrista, etiqueta que muchos se darán prisa en ponerle a esta cinta, es un canto de amor a las pequeñas sociedades rurales. Un alegato a favor de todos esos lugares donde aún es normal saludarse unos a otros, o conocer cada uno de los rostros con los que se comparte la rutina, y las vicisitudes de su vida, como si de la propia se tratara. Don McKellar, viaja a la pequeña población de Tickel Head, para presentarnos a un grupo de individuos casi olvidados por el resto del mundo, introduciéndonos en su día a día, y aprovechando la llegada de un foráneo al pequeño puerto para detonar una trama agradable que sin aspavientos, consigue abrirse paso hasta nuestro corazón.

Bien es cierto que, la originalidad del relato, brilla por su ausencia, convirtiéndose en una recreación más del argumento de la mítica "Doctor en Alaska". Sin embargo, el cariño con el que McKellar narra la historia, y el buen hacer de un reparto en el que sobresale el siempre notable Brendan Gleeson, consiguen hacer que la cinta nos seduja y nos haga caer en su embrujo. Sin necesidad de un sentido del humor estridente, ni de situaciones originales y rompedoras, McKellar consigue dotar a su relato de una honestidad que encandila al espectador y le ayuda en su visita al curioso puerto canadiense.

Porque sin grandilocuencias, "La gran seducción" es una pequeña fábula, defensora del sabor a pequeña comunidad que sabe instalarse en el corazón el tiempo suficiente para justificar su visionado, aunque luego desaparezca del recuerdo por su intrascendencia dramática. McKellar y Gleeson consiguen, ayudándose el uno al otro, una pequeña y modesta película que es capaz de algo tan difícil como dibujar un sonrisa sincera en el rostro de un público que añorará ese aroma a pueblo que destila este sencillo relato rural.
EuTheRocker
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26 de septiembre de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez un señor tan amable, tan amable que pedía permiso para entrar, para salir, para subir, para bajar. Daba siempre los buenos días, las buenas tardes, las buenas noches. Lo pedía todo "por favor". Daba siempre las "gracias". Sujetaba la puerta para dejarte entrar, o salir, te ayudaba a llevar la compra, te cedía el asiento en el autobús, se interesaba por tu familia, por tu salud...Un señor al que resultaba Incluso agradable encontrase, con cierta chispa y gracia naturales que le hacían relativamente entrañable, simpático y hasta inspirado. un señor que no se tiraba pedos por no molestar. Un caballero como los de antes en grado superlativo: correcto, un poco empalagoso y denso en ocasiones, pero sin llegar nunca a molestar.

"La gran Seducción" es como ese señor. Es correcta, correctísima. A veces desesperantemente correcta. Es amable, es simpática, es superficial y es un poco larga, pero nunca molesta.

Es una comedia amable con tintes amables de drama y de crítica social y de arraigos y de desarraigos.

Es un retrato amable de una sociedad humana e idealizada que busca su hueco en un mundo amablemente corrupto y deshumanizado.

Es un canto amable a las virtudes y parabienes de los valores más tradicionales.

Cuenta una historia amable de engaños y de fidelidades. De conflictos entre tradiciones y progreso. De búsqueda de un lugar en el mundo.

Es una lección amable sobre solidaridades y prioridades, sobre luchas y rendiciones.

Es, por encima de todo, como he dicho y repetido hasta la saciedad, amable.

Todo fluye relajadamente para dejarse disfrutar. No hay nada sobresaliente, ni molesto, ni estridente. Pasa por encima de todo de manera ligera, sin profundizar en nada. Incluso pasa por encima de unos personajes deliciosos y deliciosamente interpretados sin sacarles todo el provecho que debiera, pero sin desaprovecharlos tampoco.

Magnífico, como siempre Brendan Gleeson, sin esforzarse en actuar, y Taylor Kitsch como un niño grande adorable e inocente de esos que caen bien sin necesidad de esforzarse tampoco.

Una película con tintes, regustos y ritmos europeos que huele y sabe a tantas y tantas otras películas, que sería difícil nombrar una sola.

Es una película hecha para gustar y degustar con una sonrisa amable y cómplice, para obviar y perdonar sus carencias y sus torpezas, para reírle las gracias, disfrutar sus bondades y no plantearte nada más.

Es como cuando tu novio, o tu novia, o tu perro, o tu bebé se tiran un pedete: no puedes decir que huela bien, pero te despierta tal ternura y familiaridad, que lo que no puedes es decir que huele es mal.
piensaencines
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