Alagwa

Intenso drama generacional, rodado en el paisaje exótico y marciano del barrio chino de Manila, un universo infectado por el colorido de lo asiático, y que queda hermosa y deslumbrantemente plasmado, en su impecable factura técnica, donde la fotografía se muestra como el más brillante hallazgo en los apartados técnicos.

En su reparto, destacan las poderosas interpretaciones de Jericho Rosales, el padre, definido por su director como el Brad Pitt filipino, y de Bugoy Cariño, el hijo, toda una revelación, en una pareja que ha conseguido bastantes reconocimientos y galardones en su paso por Festivales como el de Busan.

Hasta ahí lo positivo, que también merece mencionar su mirada gráfica y sincera cuando aborda el verdadero problema que trata, una vez se produce la desaparición, y que alude al aterrador submundo de la prostitución infantil.

En en lado contrario, las alarmantes desconexiones que genera en el espectador, y que se intensifican gravemente en su parte final, donde la confusión y la distancia se apoderan de la trama, y la pretendida vena dramática, convertida casi en algo folletinesco, digno de una telenovela, diluye en parte, los logros obtenidos hasta ese momento.