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El gran museo

Documental Documental que analiza en profundidad las obras de arte del Museo Histórico Kunst de Viena, uno de los más importantes del mundo. Muestra aspectos desconocidos de esta emblemática institución, poseedora de una gran pinacoteca, que se presenta como un vehículo de exhibición del arte, la cultura y la imagen de una Nación. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
7 de enero de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Das große Museum’ (El gran museo) ha tenido la mala fortuna de coincidir, en tema, año, forma y pretensiones con la monumental y exquisita ‘National Gallery’, de Frederick Wiseman. Ambas obras bucean en la intra-historia profesional de los habitantes de dos de las grandes instituciones museísticas de Europa: la National Gallery londinense y el Kunsthistorisches Museum vienés. Dos películas, dos templos del Arte, dos imperios. Pero, como experiencia cinematográfica, Wiseman le gana la partida a Johannes Holzhausen.

El director austriaco mima los encuadres, la iluminación; quiere ser, en lo posible, neutro en su manera de mirar. No es invasivo, no interviene; prefiere que las personas, los objetos y el lugar, hablen por sí mismos. No utiliza recursos musicales. Nos lleva de una sala a otra, nos deja ver lo que desea que veamos. Cuida el pulso y el sonido sobre un fondo, muy logrado, de silencio. Un pico que golpea, el empapelado que se rasga, el patinete que levemente se desliza, la cháchara insustancial de los burócratas, el chirrido de la grúa en pos de las polillas, la eufonía muda del pincel de los restauradores…

Los jerarcas del museo buscan el tópico equilibrio entre tradición y modernidad, marketing y arte, excelencia y escasez de presupuesto. Quizás el énfasis en esta última cuestión sea excesivo –reuniones, caras tensas, incluso una subasta en la que los representantes del museo ni siquiera logran adquirir la modesta pieza codiciada–. Holzhausen rodó la película durante una larga temporada que se prolongó desde 2012 hasta principios de 2013, procurando que los trabajadores del museo se acostumbraran a la presencia de las cámaras. Sin embargo, creo percibir, las más de las veces, que se sienten observados y cohibidos. Esa ‘Scheiße’ (mierda, con perdón, en alemán), susurrada repetidas veces por el restaurador del barco; ese aceptarlo todo en las reuniones con aparente buen talante y sonrisa de cera; esa mudez casi extraterrestre de los operarios, esa sensación de rigidez permanente que percibo en todos ellos impide, en mi opinión, generar el clima de intimidad profesional que una película como ésta requería. No deja de ser revelador que la persona-personaje más expresiva sea un extranjero: Neil MacGregor, director del British Museum londinense. Tiene cierta guasa que quien se muestre más genuinamente entusiasmado en esta cinta sea un escocés. Considero, y no es una boutade, que las obras de arte aguantan bastante mejor el tipo ante las cámaras que los humanos de esta galería. O quizás sea sólo una cuestión de caracteres.

La película es correcta; es obvio que Johannes Holzhausen ama y valora lo que filma. Pero o bien la selección de los momentos es poco afortunada o bien los individuos filmados no daban más de sí. Son interesantes y curiosas las rutinas de orden y limpieza del museo, así como el contraste entre el pasado y la tecnología. Destacan, además, algunos instantes de excepción (que cito de memoria y en desorden): Christian Beaufort-Spontin, uno de los directivos, se jubila y, cuando tiene que hablar, no sabe qué decir (qué diferencia entre la sencilla selección de viandas apretujadas al borde de una mesa y la fastuosa puesta en escena del cóctel de la inauguración; y qué bien medida la distancia –plano americano acogedor vs. plano casi cenital– por Holzhausen); la lámpara de diseño emergiendo del papel rosa de burbujas, como un monstruo marino de imposible geometría; la sucesión final de preciosos travellings: sobre las esculturas, en el almacén (torsos dormidos aguardando turno para ser expuestos) y luego en las salas de exposición, desembocando, finalmente, en la sobrecogedora Torre de Babel; y un toque de ironía magistral: el cazador de polillas observa un bichito muerto con el microscopio; como en contraplano, se nos ofrece el rostro de María Teresa de Austria, con sus mejillas sonrosadas y su mirada azul, tan viva. Un mosquito muerto frente a la poderosa emperatriz fijada en la pintura. Cómo no pensar que los insectos, que devoran cuadros, vigas y palacios, son los enemigos naturales de la realeza.

¿Y el arte? A pesar del lugar, el arte apenas brilla. Se mencionan sólo algunos nombres de pasada –Brueghel, Cellini, Rubens– pero las conversaciones carecen de profundidad. Los trabajadores llevan guantes para no dañar las obras. Guantes de látex. Y ese látex es lo que yo noto entre la cinta y el espectador.

¿Cómo decirlo sin ambages? La música de los créditos es una variación sobre el archiconocido Canon de Pachelbel. Y la ha compuesto Brian Eno, el ex de Roxy Music; ya me entienden.



[Texto publicado en cinemaadhoc.info]
Servadac
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27 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Simplemente precioso. Una de esas cintas que te hace quedar fascinado en todo momento, incluso cuando se trata de una reunión de equipo. Ya pensaba que los museos eran fascinantes, ahora, cada vez que regrese a uno seré capaz de pensar, aunque solo sea durante unos minutos en el gran trabajo que hay tras un cuadro colgado en una pared, o en la disposición de los objetos en una vitrina. No todo el mundo tiene la suerte, o simplemente el interés de trabajar con obras de arte, obras, que no olvidemos son una pieza de la historia de la Tierra. Meros objetos que son tratados con el mimo que se merecen en este documental que nos mete de lleno en el día a día de uno de los grandes museos europeos, el Kunsthistorisches Museum o Museo de Arte de Viena, una joya del siglo XIX, concretamente 1891, que guarda entre sus paredes más obras de las que podríamos imaginar y miles de profesionales que se encargan de que todo sea perfecto. Gracias a esta obra somos capaces de poner cara a algunas de esas personas, pero no son esas personas individuales las que deberían atraer nuestra atención, no son ellos los protagonistas, el indiscutible protagonista es el arte, y en este caso concreto su caparazón vienés, el Kunsthistorisches Museum.
Muchos podrían pensar que un documental de estas características puede ser aburrido para aquellas personas a las que no les guste el arte, pero si eres, aunque sea un poquito curioso, esta joya te dejará pegado al sillón durante una hora y media, que pasará por ti como un simple pestañeo. En 'El gran museo' no hay introducción de personajes, no hay música de fondo, solo hay vida y trabajo. Podremos escuchar el silencioso rozar de unos guantes de tela contra una corona de piedras preciosas, podremos oír y disfrutar el silencio y espectacularidad de una sala vacía, y lo más sorprendente, oiremos lo que nunca imaginamos, sierras de calar, picos y martilleos incesantes en salas que parecen haber sido creadas sin más, pues no somos capaces de concebir que el ruido, el polvo o el sudor haya podido crearlas. Ahí es donde reside la belleza de este documento, nos muestra que hay algo más, mucho más detrás de esos vigilantes de sala que nos dan los buenos días cuando pasamos a su lado, hay mucho más tras el tríptico que nos dan con la entrada, y desde luego, hay mucho, mucho más en las entrañas de esos grandes continentes que la historia nos ha legado. Unos continentes que a veces nos dan la sensación de abigarrados y obsoletos, pero que son una delicia para los sentidos, nos veamos más inclinados o no hacía la ostentación y la grandiosidad.
'El gran museo' viaja a través de kilómetros de galerías y salas mostrándonos los entresijos, las preocupaciones, las dificultades y lo especial que es dedicarse a un campo específico dentro de una gran familia como es un museo de estas dimensiones. Se trata en el documental de mostrar las capacidades de trabajo, los hábitos y diferentes departamentos, nos introducimos de lleno en sus vidas, pero sin interrumpirlas, conocemos las inquietudes de algunos y su opinión sobre cosas como la nueva imagen del museo, una imagen elegante y sobria, algo no solo pensado por el autor.
Durante la cinta te fascinarás, asombrarás y preguntarás ¿Por qué no había pensado nunca en esto? ¿De verdad tienen o hacen esas cosas aquí, justo debajo de mi pies? Y desde que salgas de la sala de cine y cruces el umbral del siguiente museo tu óptica y experiencia no volverá a ser lo mismo, será aún más memorable y enriquecedora porque serás capaz de ver más allá del preciosismo de un cuadro o el realismo de una escultura, serás capaz de valorar en conjunto contenido y continente, intuirás y te preguntarás sobre el color de la sala, la fuerza de la luz y la posición de los cuadros, convirtiéndose todo el museo en una sola obra de arte cambiante en cada una de tus visitas.

Marta Pedraza
MagaZinema

www.magazinema.es
Ygorla
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14 de enero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Museo de Historia del Arte de Viena (Kunsthistorisches Museum en alemán, casi nada) es uno de los más relevantes de la capital austriaca. Inaugurado a finales del Siglo XIX por el emperador Francisco José I, este centro alberga buena parte de la colección de arte de los Habsburgo. En sus pasillos se pueden contemplar obras de Rubens, Velázquez, Caravaggio o El Bosco, grandes autores de la historia artística que le confieren una alta categoría como centro turístico del clásico país europeo.

Wikipedias a un lado, este lugar es objeto de las cámaras en El gran museo (Das große Museum), un documental dirigido por Johannes Holzhausen con el objeto de visualizar todo tipo de situaciones que tienen lugar entre las paredes del centro. Sí, algo muy similar a lo que realizó hace poco Frederick Wiseman con la gigantesca (por duración, ambición y nivel, no hablamos de calidad) National Gallery, aunque hay que puntualizar que, pese a que la película austríaca haya llegado más tarde a la cartelera española, su fecha de producción es anterior a la del documental que analiza el museo británico.

Por tanto, en El gran museo contemplamos situaciones tan variopintas como las visitas guiadas a determinados personajes, empleados trabajando en la restauración de obras artísticas, coordinadores discutiendo planes de futuro, presupuestos y publicidad, documentalistas recorriéndose medio museo para tomar ciertas notas, etc. Escenas de la vida diaria que un visitante de a pie seguramente pueda no contemplar, pero que Holzhausen nos ofrece aquí para vivirlas en primera persona. Todo ello con el epicentro de una ambiciosa reestructuración del museo para hacerlo más atractivo de cara a su amplia clientela.

En materia puramente cinematográfica, llama la atención que El gran museo no sea un documental en absoluto aséptico o frío. Siguiendo la comparación con la mencionada National Gallery, diríamos que la obra de Wiseman estaba medida al milímetro, cada cámara situada puntillosamente y con una estructura narrativa rígida que, eso sí, posibilitaba que la película tuviese un mejor ritmo que iba in crescendo hasta el ya excesivo último tercio de filme. En el caso del documental austríaco, todo esto adquiere un diferente cariz, ya que desde el principio da la sensación de querer desprenderse un poco de esa seriedad. De hecho, existe un cierto aire cómico por momentos, no sabemos si intencionado o fiel reflejo de la personalidad de aquellos que vemos en la pantalla. Holzhausen busca una mayor experimentación tanto en el guión como en la puesta en escena, destacando aquí un par de fabulosas tomas steadicam en los pasillos del museo que, por qué no, pueden ser también un pequeño homenaje a aquella escena del triciclo en El resplandor.

Sin embargo, esta alegría a la hora de jugar con los elementos cinematográficos no confiere un aura especial a El gran museo, que poco a poco va decayendo en su interés hasta hacerse un poco cargante en su media hora final. Para disfrutarla en su totalidad, hay que tener ganas no de ver museos, sino de conocer en profundidad diversa parafernalia a su alrededor. Al contrario que el mencionado documental National Gallery (y perdón por el enésimo símil), la cinta austríaca no es tan pura ni concienzuda en su recreación del centro artístico, una circunstancia que le hace pecar de una cierta irregularidad. Baste con señalar que, pese a durar prácticamente la mitad que el documental sobre el museo británico, la obra de Holzhausen llega a dar la sensación de hacerse incluso más larga. En cualquier caso, los amantes de la historia del arte a buen seguro que la podrán disfrutar y valorar en toda su magnitud.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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17 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es casi imposible hacer una crítica de esta película sin compararla con la monumental “National Gallery”, estrenada en España unos meses antes. “El gran museo” no tiene el mismo atractivo visual, es más cruda y directa, y ahí reside su encanto. “National Gallery” presentaba la vida en un museo como un todo compacto, combinando los distintos enfoques posibles: el institucional, el empresarial, el turístico, el cultural, el divulgativo… Y todo ello se entendía al servicio de un interés superior, el artístico. Uno veía “National Gallery” y sentía que salía empapado de Arte en su sentido global, con mayúsculas.

“El gran museo” tiene un sentido crítico mucho más acusado. Aquí sólo hay bambalinas. Nada de Arte en un sentido abstracto o humanístico. Desde luego, se nos presenta con todo detalle el trabajo de orfebrería de los restauradores, con el ánimo reverencial y de artesanía fina supone, así como los preparativos minuciosos y concienzudos que implica una exposición temporal. Pero aquí no hay una exhibición brillante de las obras artísticas, eso sólo se muestra de pasada y como si se diese por sobreentendido. Con ello, hay una cierta sensación de desgarro, de tratamiento del arte como mercancía y, lo que es peor, como reclamo social y político. En este film apenas hay fascinación por lo que implica un museo, si acaso sólo admiración y respeto. La vida cotidiana de los empleados en las oficinas apenas parece diferente de la de los de una sede ministerial. El intento frustrado de adquirir una obra en una subasta da idea de las limitaciones de los poderes públicos y la imposibilidad de competir con los agentes privados. Eso sí, todo ello contrasta con las sonrisas forzadas de todo el mundo a la hora de llevar a cabo una inauguración...

“El gran museo” es un gran documental, en la medida en que nos presenta, tal cual, las entrañas de una de las mayores instituciones artísticas y culturales de Europa, y con un sentido crítico rotundo. Y, sobre todo, el Arte en sí mismo queda fuera de plano, o como mera imagen de fondo.
rober
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