Neckan

Esta película es tramposa porque el protagonista está investigando un asunto, y esa información no se le da al espectador. Se utiliza ese hecho para darle tensión narrativa a la película, y aunque al principio funciona, termina por cansar. El problema es que para que este tipo de narración funcione, al espectador hay que ir dándole pistas para que componga él mismo el puzzle, y eso no han sabido hacerlo.

En cuanto a la temática, considero un hecho de valentía que alguien se haya atrevido a contar en el cine hechos así, aunque hubiese sido más valiente contarlos en presente en lugar de en pasado, y meter al clero.

A nivel técnico e interpretativo, buen resultado.

Neckan monta una historia compleja y ambiciosa, que se queda en un entramado plano y sin gancho, confuso, enredoso y, para colmo, muy mal narrado. Un joven pretende comprender unos hechos pasados desde un presente oscuro y al pairo, una vez más, de la Guerra del 36 y el posterior régimen franquista, tan perverso y aún tan rentable para algunos. Pero todo el misterio de lo que se insinúa, de lo que se oculta, de lo que se va desvelando abunda en lo mal montado, en lo mal contado que está este relato que a cada escena va perdiendo verosimilitud y alicientes para rematar en un colofón de folletín o de telenovela, ya previsto de antemano.

Las actuaciones no ayudan a salvar el producto, al contrario: actores estereotipados, hieráticos, sin garra y, una vez más, declamando a media lengua y sin vocalizar, un defecto cada día más asentado en el cine español. En este aspecto, destaca sobre todo el protagonista, Rivero, tieso como un bacalao, pero soso como el agua destilada.

Un 3 por rescatar de Neckan la meritoria ambientación y la fotografía de exteriores.

Meritoria película de Gonzalo Tapia en un momento muy interesante de nuestra historia (pérdida del protectorado en el norte de África) y que pocas veces ha sido explotado a nivel cinematográfico por nuestros directores.

Una trama sencilla pero, a la vez, compleja va desgranando las motivaciones que hicieron grandes a muchos hombres en la dictadura y el precio que tuvieron que pagar. Los hijos de estos se toparon con una España intentando abrirse al mundo y a la modernidad, mientras el pasado los perseguía irremediablemente.

Es ahí donde Gonzalo Tapia crea una historia muy bien contada a partir de un suceso casi sin importancia. La historia avanza y las pistas y "chivatazos" hacen que vayamos descubriendo el vengonzante camino de posicionarse en un régimen dictatorial.

Decir que la ambientación es exquisita. Marruecos, sus zocos, su olor está muy bien representadas. Quizás no tanto sus gentes... ahí no ha conseguido el director dar con la clave a mi forma de ver.

Pablo Rivero está correcto en su papel, pero sin destacar. Personalmente me encantó Hermann Bonnin y su papel de "conseguidor". Utilizar como oficina de su negocio un cafetín de mala muerte siempre da muy buenos resultados.

Lo dicho, Una interesante propuesta que recomiendo visionar.