Bicho raro

Lo primero que llama la atención de estas películas de hace 50 o 60 años es que fueran mucho más realistas que las actuales. Trataban problemas reales de gente real a diferencia de los productos a que nos tiene acostumbrados la factoría Suar que solo muestra "problemas" irreales de gente que uno jamás se va a cruzar por la calle (prueba de ello es el último engendro perpetrado por la factoría para Netflix "Granizo"). Por otra parte, es encomiable como bajo la apariencia de una comedia familiar se trataran temas urticantes como el abandono del interior, el racismo interno, el fariseísmo de los medios de comunicación, la venalidad de las autoridades, las diferencias entre porteños y provincianos, etc. gracias a un ajustadísimo guion de Abel Santa Cruz que se las ingeniaba para incluir esos contenidos en historias aparentemente inocentes, como lo hizo al año siguiente en El hombre que volvió de la muerte, donde se dedicó a vapulear a los gobiernos militares en prime time en plena dictadura de Onganìa. Otra cuestión de agradecer es el poder de síntesis (algo que parece ajeno al cine en los últimos tiempos donde para entender una historia hay que ver cinco películas de tres horas, leer dos libros y cuarenta y cinco historietas). A Santa Cruz le bastan dos frases para poner de manifiesto lo mismo que infructuosamente trata de hacer la espantosa Granizo en dos horas de película. Hablar de las virtudes del elenco (multiestelar para la época) resulta ocioso.