Sashinka

Un drama en toda regla construído a través de una tortuosa relación madre-hija, donde la fuente de conflictos deja de lado el salto generacional para centrarse en un pasado que nunca termina de quedar atrás, y que ejerce su fuerza de atracción sobre ambas protagonistas, que intentan superarlo por caminos muy diferentes, llegando incluso a intercambiar sus roles.

Se me hacen muy cuesta arriba las películas en las que no consigo empatizar con sus personajes. En los dramas con fuerte carga emocional es de vital importancia encontrar esa afinidad que te conecta con alguno de los protagonistas o, de lo contrario, tu visión de los hechos será meramente contemplativa y con una marcada tendencia a la crítica de todo aquello que te resulta ajeno.

En Sashinka, las dos protagonistas son excesivas en sus posiciones, una demasiado retraída y la otra insensata en exceso. El acercamiento entre ambas no funciona (ni siquiera tengo claro que se pretenda) y se hace cada vez más evidente que nos falta más información de los personajes para poder encajar sus comportamientos y reacciones.

Una pena, porque las actuaciones son buenas y la producción independiente luce muy bien en otros aspectos como la música o la fotografía. Es una pena que esta ópera prima de su directora Kristina Wagenbauer se haya quedado a medio camino, o puede ser que mis resortes emocionales se hayan quedado algo fríos ante el planteamiento de la película.