Springsteen on Broadway

Los hay muchos. Estrellas del rock, genios musicales, artistas como la copa de un pino... Hay cantantes, y grupos, que parecen sacados de otros planetas, que no entiendes cómo pueden pertenecer a la misma especie que tú y hacer lo que hacen de la manera que lo hacen.
Él no es uno de ellos. No, Bruce Springsteen no lo es en absoluto. Él es exactamente un hombre. Un ser humano. Por encima de todo lo que representa, por encima de todo lo que ha escrito, cantado, interpretado. Por encima de todo es un hombre con una historia que contar.

El Boss se sincera, se confiesa, se ríe, se emociona, y con él todos nosotros. En esta confesión él nos cuenta su infancia, su historia de amor, sus historias de amistad, sus pensamientos sobre su país y sociedad, sus reflexiones sobre la guerra que le marcó, y también nos regala consejos y motivaciones para seguir adelante.
Parece mentira que un hombre que ha pasado por tanto, a quien le han sobrevenido desgracias y ha sufrido enfermedades y depresiones sea capaz de narrar con este humor y con esta, diremos, alegría su vida. No se esconde, no se oculta, simplemente se expone con sus contradicciones, sus confusiones, sus debilidades, sus faltas acompañado únicamente de un piano, una guitarra y una armónica.

No puedo hablar objetivamente sobre la emoción que les va a provocar este espectáculo si no conocen al Boss. Quizá no les produzca el mismo efecto que a mí. Pero aun así les recomiendo esta maravilla. Conocerán a un hombre, un americano cualquiera. Se emocionarán con él, llorarán, se reirán, pero no se llevarán un poso amargo cuando termine. Él se encarga de motivar al público y encomendarle la misión de escribir su propio futuro. De verdad, no se lo pierdan, por lo que más quieran. Emoción en estado puro.

Bruce Springsteen: el Boss, como nunca lo habíamos visto en Springsteen on Broadway. Hablamos del doble CD editado por Sony Columbia que Netflix ha rescatado -y con mucho acierto- para la pequeña pantalla. Y decimos acierto porque estamos en presencia del Springsteen más personal. Animado y emocionado por momentos, se confiesa abiertamente ante sus fans. Como siempre, en su salsa, subido al escenario del teatro Walter Kerr de Jujamcyn, en Broadway, con su guitarra, su poderosa voz, al piano y la armónica. Un espectáculo artístico y humano que vuela en sus dos horas y media de duración.

Y es que no estamos ante un concierto al uso en acústico. Al contrario. Springsteen on Broadway es una suerte de monólogo entre la cómico y lo trágico -como la vida misma-, donde el Boss habla de todo -y cuando lo hace, todos atentos- Con sinceridad y honestidad. Sin máscaras. De hecho arranca con una confesión tan brutal como que ha sido "un fraude", pues nunca pisó una fábrica, ni sabía conducir en su juventud, pese a haber nacido para correr. Y partir de ahí, con esa vena de showman que tanto saca en sus conciertos, la estrella del rock deja paso a la persona.

Desde la relación con su padre, un héroe, o su madre. Pasando por esa infancia en New Jersey, el amor y el desamor, la amistad, los primeros éxitos, los fracasos, la religión, la política.... No falta nada. Los que están y los que se fueron físicamente, como el propio 'viejo' del Boss o su gran AMIGO, Clarence Clemons, cuya pérdida fue "como perder la lluvia".

Todas esas frases descarnadas de este monólogo están acompañadas de música y muy buena. Caras B como Growin Up; 'temazos como My Hometown, Brilliant Disguise junto a Patti Scialfa -su bastón- o Thunder Road. Y por supuesto el significado y cómo surgieron himnos de la talla de The Promised Land o Born in the USA.

LAND OF HOPE AND DREAMS

A medida que Springsteen on Broadway se va desarrollando, el tiempo parece detenerse. Hay momentos lapidarios en que la emoción del Boss te embarga. Te llena. La haces tuya pues su arte te ha acompañado -si eres fan, claro- en toda tu vida. Ese es su mayor regalo, que en este trabajo en Netflix alcanza el clímax en The Rising y, acto seguido, como un puñetazo de magia, con Land of Hope and Dreams. Ese tren, el de Springsteen, donde caben santos y pecadores, putas y jugadores, corazones rotos, almas perdidas, perdedores y triunfadores, bufones y reyes.

Es imposible no subirte a bordo y dejar que el 'reverendo' Bruce Springsteen te conduzca a la Tierra Prometida. Como todo viaje, tiene sus momentos álgidos y sus baches. Una experiencia de vida que se resume en Springsteen on Broadway, donde vas dando saltos, como digo, de la alegría a la tristeza, sin dejarte, eso sí, un sabor amargo. Sino todo lo contrario. Como en sus actuaciones, una vez terminado el 'concierto-monólogo- del Boss, parece que has estado durante dos horas y media en una centrifugadora de sentimientos que, claro está, vas a seguir apreciando con el paso de los días.

Obviamente, todo esto te pasará si en algún momento de tu vida has tenido una experiencia Springsteen. Ya sea en sus conciertos -yo en dos- o con cualquiera de sus canciones. Y si no sigues al Boss, porque el rock no es lo tuyo o por la razón que sea, Springsteen on Broadway te vale como enseñanza vital, y descubrir que la persona está por encima de la imagen. Todo ello con un halo místico tan americano, tan pasional, que solo cabe quitarse el sombrero, una vez más, y dar las gracias al de New Jersey. Y a Netflix, que cada vez se supera más.

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¿Puede un hombre lograr un estado introspectivo e íntimo, una confesión consigo mismo y con un auditorio de Broadway, un relato musical cantado, hablado, susurrado a veces, embargado por la emoción, la memoria, la fuerza, el recuerdo de los seres queridos, más presentes en cuanto ausentes, el amor a su país y la rabia por su país, sus recuerdos de infancia y juventud, la esperanza en el futuro aún por escribir?
¿Puede un hombre vivir y hacer sentir a los que tuvieron el privilegio de asistir a ese concierto y a los que podemos verlo como film, una emoción catártica, sagrada en su sencillez (piano, voz, guitarra), honesta hasta la médula, tierna y crítica a la vez?
La respuesta es sí. Springsteen logra el pequeño gran milagro de contar y cantar nuestras vidas contando y cantando la suya: su ciudad natal en Nueva Jersey (el culo del mundo en aquellos años finales de los 1950), sus tardes de domingo, su conflictiva relación con su padre, su adorada madre, sus amigos de entonces, y las enormes ganas de irse, (born to run), de descubrir mundo, de respirar. Y ahí inicia el Boss un recorrido de 2 horas y media que pasa como un suspiro, y que me deja clavado en la emoción suya, mía, de todos los que estaban en el teatro de Broadway sintiendole, de la mayoría, creo y espero, de los que veamos este documental, que no es un documental musical sino un periplo vital, testimonio a la vez de la historia de un hombre, de una sociedad, de un país.

Que ese hombre casi tenga 70 años, se llame Bruce Springsteen, haya hecho vibrar a gente de todo el planeta en su larga trayectoria musical, parece lo de menos. Lo más importante es que ese hombre se cuenta y nos cuenta, con absoluta sinceridad y libertad, con la grandeza más humilde, sin necesidad de adoptar poses, fachadas ni ninguna clase de envoltorio. Al fin y al cabo, Bruce no está dando un concierto, está compartiendo y compartiéndose sin red de seguridad.
Como hizo siempre. Tanto cuando sus canciones eran gritos de libertad, como ahora que las susurra como plegarias de vida vivida. La suya y la de todos.

Hoy no traemos una película, propiamente dicho, pero se puede ver en Netflix como cualquier otro contenido y no es meramente un concierto, sino un espectáculo con una historia contada por uno de los mejores músicos del siglo XX.

Springsteen on Brodway es un momento de dos horas y media de tú a tú con el Boss, con él narrándote la historia de su vida al unísono con versiones en acústico de sus temas más emblemáticos y personales para acompañar y explicar sus diferentes vivencias a lo largo de sus ya casi 70 años de vida.

A priori puede parecer un concierto en acústico con mucha palabrería, pero estando con el de New Jersey, resulta que es una experiencia que va mucho más allá. La razón es simple, aunque son varios los factores que han hecho que Bruce sea uno de los músicos más reconocidos e influyentes de la segunda mitad del siglo XX. En palabras del músico, 3 principales. Una cometida experiencia, unos grandes músicos acompañándolo y un truco de magia: El nosotros. Y creo que podríamos quedarnos con ese “nosotros” como el elemento más importante, porque si hay algo que Bruce hace siempre y en todo momento a la perfección es el de transmitir lo que siente. El conectar con todos y cada uno de sus espectadores. Toda su fuerza en directo, todo el espectáculo, esa sonrisa de felicidad extrema que se aprecia en cada concierto que da, es el elemento fundamental de cercanía que hace que las 30.000 personas que lo ven en directo compartan (y hasta envidien) esa sensación de bienestar que el Boss desprende encima de un escenario. Bruce te hace partícipe con un par de acordes de guitarra y su voz rasgada de lo que siente sobre un escenario y de lo que ha sentido para escribir esa canción, acompañado de una monumental banda sonora integrada por una cantidad de músicos sobresalientes para darte 3 horas de la música en su sentido más puro.

Entonces, ¿qué tiene de especial este Springsteen en Brodway, siendo un espectáculo en solitario (aunque su mujer, Patti Scialfa le acompaña en dos canciones)? Pues precisamente el acortar aún más esa distancia que separa al músico del asistente. Con este set acústico, Bruce se siente más cercano que nunca, ya que no hay un perímetro de seguridad ni un gran escenario que marque las distancias. Es sencillamente Bruce, con su guitarra, su armónica y su piano, dando un recital que te permite literalmente conocer al Jefe de primera mano, viendo que a pesar de toda su carrera es un hombre corriente cuyo mayor mérito ha sido vivir de lo que realmente ama. Muchos “entendidos” critican a Springsteen por no ser un músico tan talentoso como otros compañeros de profesión. Y no seré yo quien defienda a Springsteen como el más virtuoso o quien escribe las canciones más elaboradas. Pero sí diré que son las canciones de Bruce las que me hacen sentir más vivo, mas emocionado, con ganas de vivir, de llorar, de saltar y de gritar hasta perder la voz, incluso cuando tengo aborrecidas todas sus canciones de haberlas escuchado tantas veces. Gracias a su espectáculo en Brodway, conozco más a la persona detrás de todo ese fenómeno. Conozco la esencia más pura de su ser y de sus canciones, ya que al final parten de algo tan sencillo como una vivencia o la necesidad de poner palabras (y notas) a una relación. Y solamente por eso, merece la pena ver este directo.

Una auténtica maravilla, de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Un espectáculo pequeño pero que no pierde su fuerza gracias a uno de los mayores músicos de todos los tiempos. Un autentico maestro de ceremonias que ofrece un espectáculo similar a una conversación entre amigos, convirtiéndose de una estrella del rock a un compañero de viaje por los recuerdos de una vida marcada por el esfuerzo y el trabajo duro.

El Boss ofrece uno de los espectáculos más auténticos de todo Broadway usando una guitarra, un piano, una armónica, y sobre todo, un talento impecable para contar historias.