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Goya en Burdeos

Drama A los 82 años, exiliado en Burdeos con Leocadia Zorrilla de Weiss, la última de sus amantes, el pintor Francisco de Goya reconstruye para su hija Rosario los acontecimientos que marcaron su vida. Una vida en la que se suceden convulsiones políticas, pasiones emponzoñadas y el éxtasis de la fama. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
2 de abril de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personal visión de Goya por parte del cineasta Saura y su operador, el virtuoso Storaro que ya habían trabajado juntos en “Flamenco” y “Tango”, del universo del pintor encarnado magistralmente por Paco Rabal de anciano y por un correcto José Coronado de joven, que reflexiona sobre su vida desde la experiencia adquirida por sus años, desde el exilio de la tiranía del Rey Fernando VII, en la ciudad francesa del vino junto a su esposa e hija. En “Goya en Burdeos”, Carlos Saura se aleja del naturalismo y el realismo para buscar soluciones fascinantes de una puesta en escena más próxima al teatro, la música, el baile, la fotografía, la ópera y, por supuesto… la pintura. Un compendio de todas las artes que se transforma en una delicia para los que amamos la cultura en general.

Saura y Storaro pergeñan un relato retrospectivo de un genio del arte, donde cine y pintura confluyen de forma visual, adquiriendo una notable dimensión de un relato que carece de planteamiento, nudo y desenlace, para convertirse en un film conceptual. La peculiar fotografía de Storaro resalta la luminosidad del Goya joven apuesto, conquistador, y la oscura y tenebrosa del Goya anciano, donde apreciamos su tristeza y amargura. Hay toques de surrealismo buñueliano, que se desprende de la influencia que el sordo de Calanda ejerció siempre sobre Saura. Surrealismo en las escenas oníricas, que guardan un cierto paralelismo entre ambos, tanto Goya como Buñuel eran: artistas geniales, ambos aragoneses, ambos tozudos y también sordos.

El film se zambulle en el territorio de la memoria, su melancolía por no haber conocido una España culta e ilustrada, sus pinturas negras que reflejan el horror del tiempo que le tocó vivir, su relación amorosa con la Duquesa de Alba (Maribel Verdú) que cumple dándole al personaje un cariz especial y femenino, además de la estupenda escenificación de “La Fura de els Baus”. La película luce espléndidamente en los juegos de luces y decorados que recrean cuadros y pasajes conocidos del pintor, con una dirección artística impresionante.

Lo que no me gusta del film, y por lo que le rebajo la nota, es por el tono didactista que sufre el relato, porque Saura tiende a impartir doctrina sin percatarse de que el cine suele ser reacio a la pedantería, al menos, así lo entiendo yo. Los grandes maestros del cine, John Ford pongamos por ejemplo, tiene auténticos tratados sobre la condición humana o sobre los mitos épicos, pero están perfectamente imbricados en las peripecias dramáticas de los personajes. Saura hace deambular a Goya con molestos monólogos sobre sus intenciones artísticas o reformistas. Más allá de los defectos apuntados que suelen ser consustanciales al cineasta, el film me ha parecido una propuesta estimulante.
Antonio Morales
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14 de diciembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto muchas películas, pero con una fotografía tan bonita como esta, quizás ninguna. La forma como juega Saura con la luz es impresionante.
Coronado lo hace muy bien, pero le falta ritmo, no a su personaje, sino a la trama.
No aburre la película, pero le falta un hilo conductor, una historia que nos lleve a algún sitio.
A menudo te quedas pensando...¿cuándo va a empezar la historia? ¿qué me quieren contar?
Para ver una vez, es lo malo.
Toni Badajoz
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29 de enero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1999 Carlos Saura estrenó Goya en Burdeos. Un año antes su hermano Antonio Saura (1930-1998) pintor destacado de la corriente contemporánea abstracta, surrealista y gran experimentador, concibió parte de su obra partiendo de la observación y estructura del cuerpo femenino. La complejidad creativa de Antonio le llevó a experimentar con la materia, con el color, con el papel y otros materiales. Fue un creador de contrastes y de conflictos propios. Goya en Burdeos está dedicada a él.

El joven y multidisciplinar Carlos Saura que iba para ingeniero industrial cambió su interés por el cine. En su haber más de cuarenta obras cinematográficas fue el camino que le llevó a rodar Tango (1998), de publicar las novelas Pajarico solitario (1997) y ¡Esa luz!(1998) así como de su amplia labor creativa en la fotografía, la pintura y la literatura antes de filmar Goya en Burdeos interpretado por un grande de la escena: Francisco Rabal.

Desde la negación del color fusionado en el más absoluto negro, Carlos Saura inicia un travelling progresivo sobre materias que bien podrían ser pictóricas iluminadas gradualmente con los aires del fandango de Boccherini que nos lleva a la onírica imagen del pintor como puente entre el sueño y la razón que se da de bruces con la realidad cotidiana del pintor acentuando los primerísimos planos de pregunta y confusión, al tiempo que Rosarito (Dafne Fernández) y Leocadia (Eulalia Ramón) procuran con sus cuidados, suavizar y hacer más llevadera la aceptación y la madurez del pintor.

El buen uso que de del flashback hace Saura nos traslada al tiempo de la duquesa Cayetana Alba (Maribel Verdú) y de la creatividad en pleno apogeo del artista con referencias al retrato, a los cartones y a las series pictóricas del genio de Fuendetodos. Los juegos luminosos del color, los grandes contrastes en las formas y los claroscuros reflejados en los diferentes rostros de los personajes en liza, les da a la película carácter de credibilidad cuasi pictórica, es el caso de, entre otros: Borga Elgea (amigo de Goya), Emilio Gutiérrez Caba (José de la Cruz), Franco di Francescantonio (doctor), José María Pou (Godoy) o Cristina Espinosa (Pepita Tudó). En esta línea Carlos Saura mimetiza los horrores de la guerra vistos por Goya, con La Fura dels Baus.

El grandioso y asombroso final que ideó Carlos Saura para Goya en Burdeos, nos traslada a lo más profundo de los fascinantes sueños y deseos humanos por medio de la sobrecogedora transmutación luminosa de la luz y de las sombras, donde lo irreal y lo onírico se funden en la paz interior del maestro.
avanti
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17 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un retrato vivo, expresivo e inteligente de la percepción de Saura sobre Goya. Sincero y cambiante de principio a fin, explota y mezcla con ingenio todas las expresiones artísticas. Teatro, danza, música, cine, pintura... ¡Y más! Tiene una narración muy inquietante que no respeta ningún orden cronológico (ni "lógico"), ¿Acaso no será esto a drede? ¿Pues no será este pequeño caos sino un refuerzo del personaje de Goya?

Entiendo a sus detractores, pero como toda gran creación, ha de tenerlos y pocos serán los que la aprecien, al menos de momento. Tal vez en unos cuantos años se la empezará a tener en más alta estima, junto al resto de la obra de Saura... Una obra completísima de un arte muy puro.
Santurroqui
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30 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si lo que pretendían Carlos Saura, Vittorio Storaro y la Fura dels Baus era poner en imágenes la convulsa España de principios del siglo XIX y la no menos atormentada mente del anciano Goya, sin duda lo consiguieron. A nivel visual, sin duda se trata de una película espectacular, quizás incluso única. Es difícil describir el efecto que causa esa fotografía, esa luz, esa emoción en las escenas bélicas, esa mezcla de cine y danza que es la esencia del trabajo de Saura a lo largo de toda su filmografía.
El problema es que es de ritmo lento, muy lento, y la narración no funciona. No consigue interesar la relación entre Goya y la Duquesa de Alba, y el espectáculo de brillantes imágenes oníricas no está al servicio de una auténtica historia que enganche al público. Una pena, porque el espectáculo visual merecía algo más detrás.
Sibila de Delfos
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