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Las nubes de María

Drama Maria Enders (Binoche), 20 años después de hacerse una actriz famosa por su interpretación de Sigrid, el personaje que fascinó a Helena y la llevó al suicidio, deberá decidir si, ahora que se encuentra en la cima de su carrera profesional, quiere volver a aceptar un papel en la obra de teatro reinterpretada por un nuevo director, esta vez interpretando a Helena. (FILMAFFINITY)
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
31 de marzo de 2015
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maria Enders es una reconocida actriz pero ya pasó la barrera de los 40. Reconocida internacionalmente, le ofrecen actuar en teatro una obra que ya hizo a los 20, pero en el papel de la “veterana” Helena.

La película está compuesta principalmente por un trío de personajes femeninos: por un lado, la mencionada actriz, a quien acompaña su joven asistente (en el papel de Kristen Stewart que gracias a esta película se convirtió en la primera actriz norteamericana en ganar un Cesar –premio equivalente al Oscar francés-) y su mirada frívola sobre Hollywood, y la nueva, la actriz que debe encarnar al personaje que Maria interpretó allá en su juventud, una Chloe Moretz como una escandalosa y exitosa comercialmente actriz que vive en boca de todos más que nada gracias a la viralización de lo que hace.

Si bien la película parte de una premisa atractiva, el lugar que ocupa la mujer en un negocio como el de Hollywood, donde las actrices del momento siempre son mujeres de menos de 25 años, el director juega con su guión hasta el punto de llegar a momentos cuestionables, algunos por lo subrayado de su paralelismo y otros por lo innecesario. Si a eso le sumamos una extraña edición (hay cortes que se perciben apresurados) y unos fundidos a negro muy recurrentes, el film termina pareciendo algo más bien amateur, extraño para el caso de un director con una filmografía tan extensa y variada como lo es Olivier Assayas.

Quizás lo más interesante de esta película no sea siquiera el reflejo que propone entre la actriz reconocida y su nueva sucesora, sino la relación que mantiene con su asistente personal. Las conversaciones, los ensayos y otros momentos compartidos están entre lo más destacado de una película más bien pretensiosa. Vale resaltar que cada una de sus tres actrices están muy bien, siendo especialmente sorprendidos por una Kristen Stewart relajada y fresca, alejada de la imagen que uno suele tener de ella. Juliette Binoche es más que la actriz principal, fue ella la que le llevó al director la idea de esta historia que luego él convirtió en guión y en esta película, respectivamente. Chloe Moretz no puede evitar quedar ensombrecida tras ellas dos pero no está mal.

Por momentos recuerda a Maps to the stars, de David Cronenberg, otra película con una mirada particular sobre el cine de Hollywood, desde sus entrañas. Pero mientras Assayas intenta ser más intelectual (incluso parece introducirse en el film él mismo cerca del final cuando Brady Corbet aparece como un joven director que le escapa al cine comercial), el guión falla especialmente en su tercer acto y al finalizar uno queda con gusto a poco.

Resumiendo, este íntimo drama femenino propone una mirada decadente sobre Hollywood y un juego de espejos interesante de la mujer en él. Pero a nivel visual y guión, dos piezas fundamentales, falla y la termina convirtiendo en una película insustancial que podría haber sido algo más que un gran duelo actoral.


Escrita para visiondelcine.com
enjoyjessica
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23 de junio de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para la mayor parte de las actrices que han alcanzado la cima en su juventud, el tiempo es un tren de alta velocidad que no se detiene: el paisaje se contempla en su verdadera esencia solo en un fracción de segundo, todo lo demás es recuerdo, memoria fragmentada: tal vez un sueño, una ficción orquestada en un papel por una brillante mente ajena. Un día se miran al espejo y su mirada se tropieza penosamente con un rostro envejecido, una pésima caracterización de alguna torpe aprendiz de maquillaje. Ese estatus de diosa terrenal se desvanece como polvo lanzado al viento. Entonces reaparece su verdadera naturaleza terrenal, su verdadero yo: la inseguridad, el desasosiego, los temidos miedos…
La naturaleza juega un papel destacado en la película, no sólo por la belleza del paisaje, sino como un elemento catalizador y simbólico: la nube de Maloja representa la teoría del Eterno Retorno de Nietzsche. María deberá reencontrarse nuevamente con la obra que la llevó a la fama, pero ahora no será la joven seductora, será su víctima.

Leer crítica completa en:
http://elcinepormontera.com/viaje-a-sils-maria-2014-francia-olivier-assayas/
elcinepormontera
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23 de junio de 2015
4 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los viajes, en sentido literal y metafórico, siempre han ocupado un lugar importante dentro del cine contemporáneo. Viaje a Sils Maria promete ser un viaje introspectivo y emocional, donde la protagonista trata de buscar, en la tranquilidad de las montañas alpinas, respuestas a su inquietud profesional y personal. Pero esas aspiraciones son tan difusas como el fenómeno meteorológico que se menciona en la película.

Las pretensiones de Viaje a Sils Maria son claras, diría incluso evidentes, pero el modo en que el director las ejecuta no es del todo eficaz. Frente a la obviedad extrema de la mayoría de historias en las películas comerciales, es de agradecer cierta sutileza a la hora de transmitir emociones, pero en Viaje a Sils Maria la sutileza se torna ambigüedad (explicación en spoiler), creando en el espectador, al abandonar la sala, una sensación de total desconcierto. Existe una permanente expectativa a que la trama empiece a desarrollarse, lo cual no llega a suceder nunca, y la sucesiva introducción de historias paralelas (spoiler) no hace sino crear más confusión.

El fondo no supera a la forma (los Alpes se pueden llegar a confundir con cualquier cordillera corriente), desaprovechando por completo la presencia majestuosa de las montañas que, con pericia, podrían haber constituido un personaje más en la trama.

Juliette Binoche cumple, y en ocasiones despliega todo su carácter interpretativo, pero sólo llega a deslumbrar en breves momentos (por ejemplo, durante los ensayos del personaje de Helena). Por su parte, Chloë Grace Moretz y Kirsten Stewart, lejos del cine que les ha dado popularidad (lo cual es una apuesta inteligente por su parte), exponen unos personajes un tanto planos y desdibujados. En el caso de la primera, su personaje es tan breve como innecesario, y la segunda muestra un hastío y una pereza que no alcanzamos a saber si pertenece a su personaje o la actriz que lo interpreta.

En resumen, Viaje a Sils Maria es una película infinitamente más anodina y aburrida que la obra que constituye leit motiv de la trama: la serpiente de Majora. Tal vez, si su director hubiera elegido contarnos esa historia, tendríamos una película mucho más interesante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
repelentete
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16 de junio de 2015
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Creía que sería mejor!, sentencia contundente que he vivido en propia carne y que ha desmoralizado toda mi alma; ¡ojalá hubiera absorbido tu personaje, Maria Enders, con tanto placer y pasión, con tanta devota tortura como tú vives y padeces a Helena e Ingrid!
"Por si el tiempo me arrastra a playas desiertas, hoy cierro yo el libro de las horas muertas..., hoy rechazo la bajeza del abandono y la pena..., hago pájaros de barro y los hecho a volar..., en los vértices del tiempo anidan los sentimientos..., hago pájaros de barro y los hecho a volar...", o la letra de cualquier otra canción favorita tuya -ésta estaba sonando en la radio y, la verdad, me viene que ¡ni al pelo!- que no sólo transmite sentimiento sino que éstos se captan, viven y sienten con tal intensidad que es imposible oír la música, escuchar la letra, que suenen ambas juntas en excelente armonía y no ponerte a bailar, dar palmas y tararear la misma a voz en grito con plena emoción.
Pues eso, precisamente, es lo que falla aquí, porque podría sencillamente hacer un análisis profundo que lo que se cuenta, de lo que sucede en la vida de esta actriz cuya intimidad se desnuda ante la cámara, cuya cobardía y anhelos se exponen sin reserva, desde una primera parte de muerte de un amigo y recogida de un premio, combinación a la par de la persona privada y su imagen pública, a una segunda donde se muestran los miedos, vicisitudes y tormentos de quien ya entra en años y sigue viviendo de sus éxitos de años pasados; oportunidad de realizar la misma obra que 20 años atrás la encumbró pero ahora, no en el papel de la joven activa y entusiasta que enamora y atrapa, sino como madura pasiva y dependiente de ese amor jovial que la arrastrará al suicidio, obra de teatro que se mezcla y confunde con la relación que mantiene con su asistente, relato inventado que se intercala en sus propias existencias uniendo, en un plano, ambas vidas, la real y la ficticia, la ordinaria y la de la gran pantalla que se funden en un mismo espejo incapaz, ya, de diferenciar la mentira de la verdad.
¡Hecho!, sencillo ¿no? Pero vuelvo a la misma tesitura pues ¿de qué sirve este resumen, o cualquier otro más acertado, si no logra despertar ningún tipo de interés o aflicción por la existencia de esta pareja?, ¿si el análisis de sus vidas, andaduras y convivencias, ya sea vívido y espontáneo o lectura interpretativa de la obra, no entusiasta, apenas dice nada/transmite menos?
Porque una magnífica, veraz y auténtica interpretación de las actrices protagonista, deslumbrante, desbordante e intensa la veterana, siempre excelente, Juliette Binoche, al lado de quien, Kristen Stewart, está igual de soberbia, sincera y natural, exposición exquisita redondeada por su gran sintonía y facilidad de conexión mutua pero..., ¿dónde quedó el público?, ¿no se olvidan de incorporarle con motivación, apetito y ganas a la escena?
Porque estar sentada en la butaca, sin participar mientras la vida tiene lugar en la pantalla es pobre, carente y apagado, lástima de una tristeza y parsimonia que no permiten apreciar su gran guión, su delicia de intercambio de sentencias y profunda representación, sólo un observar y aceptar que todo su meritorio y confirmado esfuerzo se evaporan y caen en, triste y penoso, saco roto.
Nueva película que muestra la vida interior del mundo de Hollywood y hermanas adyacentes, que revela esa cuota de silencio que se intenta ocultar y mantener encerrada, los tejemanejes de bambalinas, odios y recelos entre sus miembros y sus muchas cuentas pendientes a la espera de esa oportunidad, de ese tiro a lo Conde Montecristo que compense todo el tiempo fingido ante las cámaras, sinceridad expositiva que parece estar de moda al recrear con reiteración tanta miseria, inseguridad y desgana disfrazada de fiesta, lujo y joyas que, desde la primera vez que se vio, parece haber perdido interés y apetencia; aquí, en concreto, su absorción y regusto van a menos quedando en un sobresaliente técnico plasmado en sensacional letra que, al pasar a la práctica de su cuerpo demostrativo y voz dicha, se conforma con ser predicado soso, casi ausente y vacuo que no confirma ni remata su gran sustancia, aprecio y degustación que no llegan al espectador, que retroceden en su intento y quedan atrapadas en ese foso inhóspito y perdido al que caen al quebrarse el puente que debía acercarlas para su abrazo y caricia, hechizo sabroso que, sin duda, sintieron sus intérpretes en su espléndido y lúcido trabajo pero que queda en hoja perfecta que cae mustia y seca de la rama que la sustenta.
¡Hay, hermosa cautividad!, ¡dónde quedaste que pasas de mí y sigues adelante!, espía traicionero que me permite ver pero me impide acompañar con su sentimiento y emoción, ¿hay mayor horror que la dicha no sentida?, ¿que bendice pero no aporta fruto, ni sensibilidad, ni recompensa?, ¿no lleva ello a la desgana e inapetencia?
Profundo dolor al no poder disfrutar de estos personajes, errante pena de esencia herida, buena salud que se debilita al hacer marcha, al transitar sin armonía ni apego, tropiezo accidental que sale muy caro pues su peaje es una marchita esperanza que ya no logra levantar cabeza, pesar inportuno que se ahoga sin supervivencia aunque, al final, sí logre reflotar la estrella.
"..., así que ¡se me permite ser no-vieja siempre que no pretenda ser joven!", permisividad dudosa que no está claro merezca, ni se gane y que la deja en un limbo de ida y vuelta a ninguna parte, que se acerca bastante a lo que tú padeces y sientes.
"Viaje a Sils Maria", por desgracia, viaje a ninguna parte.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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6 de enero de 2015
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha parecido una gran interpretación de Juliette Binoche y Kristen Stewart.
Por momentos consigue meterte en el submundo de los actores de éxito en sus tiempos muertos, mientras preparan la siguiente película o obra de teatro.
Pero hay otros planos que se recrea con los paisajes de los Alpes.
Además se me hace algo larga, por su desarrollo bastante teatralizado.
floro
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