Hemos visto muchas adaptaciones de Sherlock, pero nunca habíamos visto a su hermana Enola. Esta película se centra en ella y cómo intentando encontrar a su madre, que se ha marchado, se ve envuelta en un escándalo con un joven lord inglés. Y a mi me ha gustado bastante.

Es muy entretenida, está repleta de enigmas y misterios divertidos de resolver para todas las edades (no deja de ser una aventura Holmes) y cuenta con escenas muy divertidas; lo que la hacen rápida y disfrutable.

Las actuaciones, a cual mejor: Henry Cavill y Sam Claflin vuelven a mostrar en pantalla la peculiar relación de Mycroft y Sherlock, además de ofrecer buenas actuaciones en sus respectivos papeles. El personaje de la madre de los Holmes parecía hecho para Helena Bonham Carter; y también lo hace bien Louis Patridge como el joven lord. Pero el personaje estrella es por supuesto Enola; Millie Bobby Brown lo borda, y la decisión de que rompa la cuarta pared es muy acertada.

No hay nada realmente negativo que destacar; si quieres una película divertida, para ver en familia y pasar un buen rato, ve Enola Holmes; no te arrepentirás.

He aquí otro drama de investigación policial de la BBC. Los británicos tienen un don para estas series. Los Crímenes de Pembrokeshire cumple con lo que se espera de ella como lo que es; pero ya. No tiene nada que la haga única. Es más de lo mismo, pero sigue siendo una serie de calidad.
El misterio funciona aunque a ratos sea previsible, y Luke Evans lo hace bien como el comisario protagonista. Keith Allen sin embargo actúa mejor, yo no le conocía de nada y aquí me ha gustado su oscura interpretación.
El principal problema es el ya mencionado, y además de eso, es demasiado corta, no te da tiempo a engancharte a ella.
En resumen, cumple con las expectativas, pero eso es todo. No creo que dentro de unos años me acuerde de haberla visto.

Ridley Scott regresa a la Edad Media, esta vez para contarnos el último juicio por combate de la historia, celebrado en Francia y con una acusación de violación de por medio.
La historia está estructurada en cuatro partes: tres de ellas se centran cada una en uno de los personajes principales, y se cuenta la historia desde la perspectiva de cada uno para después desembocar en el duelo que da título a la película. Éste es uno de los mayores aciertos de la cinta y al mismo tiempo su mayor problema; esta estructura permite dar complejidad a una historia que de haber sido narrada de otra forma podría haber quedado algo simple, cosa que habría resultado terrible porque tiene muchos matices y mucho mensaje que mandar. Por otro lado, la película se vuelve algo tediosa y repetitiva a ratos por esta misma estructura. Un arma de doble filo, pero en su conjunto una decisión acertada.
La trama por cierto trata un tema muy actual pero en el contexto medieval, desde luego te hace pensar.
El peso de toda la cinta recae en los tres actores principales (Matt Damon, Adam Driver y Jodie Comer), que bordan sus papeles. Dotan a sus personajes de una personalidad única, y evolucionando y progresando de una manera muy interesante a lo largo de la cinta, sobre todo los dos primeros; tanto Damon como Driver consiguen que al final no soportes a ninguno de los personajes. Jodie Comer aporta la parte más dura, al ser ella la víctima. Habría que destacar también a Ben Affleck, que me ha sorprendido en un rol secundario.
Se nota mucho que detrás de la cámara está un director experto como Ridley Scott, que dirige cada escena de una manera impecable, consiguiendo que la misma escena tenga distintos matices y te impacte de forma diferente en cada versión de la historia; y colocando al espectador al borde del asiento durante el cénit de la cinta; el duelo, tan espectacular como se podía esperar. El Último Duelo podría ser mi película favorita de Scott después de Gladiator.
Todo esto con una ambientación magistral, con un diseño de producción y vestuario dignos de Oscar.
Estamos sin duda ante un filme de categoría, de esos de los que se hablará cuando se hagan rankings y llegue la temporada de premios. Y sin duda lo merece.

El Star Wars de Aliexpress de Zack Snyder continúa con una segunda parte que es aún peor que la primera. Jamás pensé que diría esto, pero al menos la primera tenía algo que contar. ¿Era bueno? Ni mucho menos: era un batiburrillo de ideas sacadas de otras sagas de ciencia ficción como Star Wars o Dune sin una pizca de originalidad o carisma. Rebel Moon parte 1 era en definitiva una copia barata de cosas ya vistas a la que Snyder no aportaba nada salvo un estilo visual feo y mucha, mucha cámara lenta. Eso lo sigue teniendo esta segunda parte, pero es que ni siquiera tiene una trama mal hecha. La guerrera que deja marcas parte de la premisa de que al final de la primera película, pese a todos los esfuerzos de los personajes (y de los espectadores por aguantar semejante bodrio) el villano no había muerto, y ahora vuelve al planeta en el que se esconde la protagonista para atacarlo a lo bestia y vengarse. Ya está. La película se divide en preparación de batalla y batalla, con una base ridícula y que te hace preguntarte, ¿tiene sentido esto? No, simplemente es un “el conflicto de la película anterior no ha servido para nada, lo vamos a deshacer para hacer una película sobre una batalla exagerada”. Porque si ya de primeras la cinta no tiene ni pies ni cabeza, la acción ni entretiene, ni es espectacular ni es épica. Es fea, al igual que todo el mundo de Rebel Moon, y sigue estando plagada de una cámara lenta que arruina todavía más cualquier coreo de luchas cuerpo a cuerpo o grandes batallas de ejércitos. Bueno, aunque para ser justos, la cámara lenta no arruina sólo las escenas de acción, porque Snyder la usa hasta para mostrar a la población segando trigo.
Me ha faltado un punto por cubrir, las actuaciones. No me gusta hablar mal de un reparto del cual la mayoría de nombres me han encantado en otras películas y series. Pero aquí están todos patéticos, recitando frases cliché cada dos minutos.
No hay absolutamente nada que rescatar. Ni siquiera ver a Cary Elwes o a Djimon Honsou en pantalla. Rebel Moon parte 2: La guerrera que deja marcas es un espectáculo bochornoso y feo de acción sin sentido a cámara lenta. Y pensar que es del mismo director de películas como El Hombre de Acero…

Cuando una película se anuncia como la final de un director, se dobla la presión y expectativas que hay sobre ella. Ya no solo tiene que cumplir como película en sí, sino como la carta de despedida del su director. Bien, pues Golpe de Suerte cumple sobradamente como ambas cosas.
Uno de los grandes genios del séptimo arte como es Woody Allen tenía difícil lo de cumplir con su supuesta última cinta. Hablamos de una filmografía que cuenta con obras maestras como Annie Hall, Hannah y sus hermanas o Match Point; ¿cómo superas eso? Es casi imposible y menos aún si parece que lo estás intentando. No, Golpe de Suerte no es la mejor película de Allen ni su obra maestra definitiva; tampoco se le exigía tal cosa, sólo que fuese un último trabajo a la altura del (alto) nivel habitual del cineasta. Mirando en retrospectiva, Día de lluvia en Nueva York puede considerarse la despedida de Allen en cuánto a sus comedias alocadas se refiere, y con Golpe de Suerte entrega un último trabajo más en sintonía con lo que lleva haciendo los últimos años, con más seriedad y análisis de las relaciones sociales y amorosas con un punto de vista más maduro y afilado. Aquí hallamos todo esto con una historia bastante original y que Allen nos cuenta con su particular firma y gestos que la hacen única, centrándose en el componente del azar y en la suerte que escapa a nuestro control. No es un drama ni tampoco una comedia, sabe bailar entre ambos mundos en un limbo único y que casi podríamos denominar “mundo Woody Allen”.
Cada personaje implicado tiene sus características únicas y no falta el típico en el que Allen se proyecta a sí mismo, en este caso Alain. El mejor para mí ha sido uno que no esperaba: la madre de la protagonista. Interpretada por Valérie Lemercier, es inesperadamente la auténtica estrella.
Siendo la despedida de Allen, no podía faltar la fotografía de Vittorio Storaro con ese juego de la luz impresionante o la banda sonora de jazz. Elementos que van unidos a Allen y que le ayudan a la hora de contar una historia con la que el maestro, si realmente dice adiós al cine, lo hace de la mejor manera posible.