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Lady Macbeth

Drama La Inglaterra rural de 1865. Katherine (Florence Pugh) vive angustiada por culpa de su matrimonio con un hombre amargado al que no quiere y que le dobla la edad, y de su fría y despiadada familia. Cuando se embarca en un apasionado idilio con un joven trabajador de la finca de su marido, en su interior se desata una fuerza tan poderosa que nada le impedirá intentar conseguir lo que desea. (FILMAFFINITY)
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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
4 de agosto de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lady Macbeth

No es el verano la mejor estación del año para ver buen cine hasta que en septiembre las productoras y distribuidoras abran los vestidores donde guardan sus mejores ropajes. Pero sí lo es, especialmente agosto, para encontrar reposiciones de películas que uno quiso ver en su estreno y no pudo.
Y precisamente eso me ocurrió con "Lady Macbeth" y una vez más la suerte, en ocasiones esquiva, me colocó ante una soberbia, seria y contenida producción inglesa dirigida por el debutante británico William Oldroyd, en una personalísima versión del cuento ruso de Nikolai Leskov y del que en 1962 Andrzej Wadja ya llevó al cine una magnífica réplica.
Pero es sin duda una joven y bellísima criatura, nacida en Oxford hace 21 años, la que nos mantiene hinotizados, sin apenas resuello, maniatados e inmovilizados durante una hora y media. Corre el año 1865 en algún paraje de la Inglaterra rural. Florence Pugh, en el papel principal, interpreta a Katherine, esposa humillada y prácticamente esclavizada por la amarga hiel de su marido, condenada a permanecer encerrada en su mansión de la que Oldroyd apenas nos dejará asomarnos a un par de estancias, la escalera que desciende desde su habitación, las caballerizas y el entorno más próximo a la hacienda, lo que sin duda contribuye a que el espectador se contagie de la misma sensación claustrofóbica que afecta a nuestra protagonista.
Sentiremos su agitada respiración de fiera herida, su soledad, la mirada desafiante, fría y acerada con la que nos transmite la pulsión de su irreprimible deseo, del fuego carnal que la abrasa y consume; también la pavorosa fuerza de su determinación, de esa fiebre inextinguible que como un ave carroñera le devora las entrañas, le nubla la razón y le empuja para llevar hasta el final sus atroces propósitos en los que arrastra a su sumiso y atormentado amante. Katherin llega a estremecernos, su sonrisita aviesa, su perverso sentido del humor, cínico e irónico, nos infunden miedo porque presentimos el verdadero alcance de sus intenciones.
La puesta en escena es elegante y modélica la ambientación, acompañadas siempre de una música elegida con gusto que se adapta con precisión y oportunidad a las exigencias de cada secuencia; Oldroy nos ofrece continuos planos que no son sino turbadoras pinturas barrocas donde, en algunos casos, la luz y la oscuridad se funden en perfecta sincronía para insinuarnos más que para dejarnos ver con claridad.
Y si quieren saber si los siniestros planes de Katherin logran su fin o si ella misma sale ilesa o no de su diabólica deriva, siento defraudarles pero no puedo ayudarles, entre otras cosas porque, probablemente y debido a mi avanzada edad, lo he olvidado.

Emilio Castelló Barreneche (Barcelona, de agosto de 2017)
Rómulo
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27 de agosto de 2017
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no disfrutaba de una villana de verdad, de esas de la antigua escuela de pulso firme, mirada serena y dulce voz.

Dado que en los últimos tiempos los roles femeninos villanos son más bien desempeñados por mujeres peligrosas dotadas de una agresividad innata, es un placer descubrir a esta Lady Macbeth, como una heroína de su propia vida y un demonio para el mundo exterior dotada de esa elegancia fría tan propia de muñeca de porcelana maldita de Hitchcock.

Él hubiera amado como nadie a Florence Pugh en este papel de damisela de vida monótona rodeada por un marido miserable e impotente y un suegro repugnante, ambos más animal que hombre, que hace del arte de matar para alcanzar su propia libertad su mejor pasatiempo para romper con una rutina de ramplonería y amargura.

Y es que la película es un auténtico galimatías psicológico. Yo quiero culpar a Lady Macbeth pero no encuentro cinematográficamente hablando y menos dramáticamente ningún recuerso para tirar abajo sus malas artes. La maldad y el egoísmo cuando son plasmados con tamaña elegancia contra los tres grandes enemigos que ella posee son difíciles de no apreciar en un personaje tan complejo y glamuroso.

Esa expresión de Lady Macbeth de estatua de cera mientras hace el mal, ese reposar tras el crimen es lo endiabladamente irresistible aquí.

La doncella Anna, atrapada en su devoción y su horror no logra articular ni media palabra más allá de sus límites. La inocencia no tiene cabida en una película que es una auténtica maravilla para engrandecer la villanía más fina y desvergonzada.

Es de esas películas que cumplen su cometido, pues logrará sacarte una sonrisa maliciosa.
El ritmo se hace lento, no hay duda, pero el sopor tiene su recompensa. Las segundas interpretaciones como la de su amante o la cuidadora del niño de color son totalmente prescindibles, pero claro, con Lady Macbeth nadie podría medirse. Es una obra de arte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
barbara12
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28 de agosto de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“En la mitología griega, la Esfinge (en griego antiguo Σφίγξ, quizá de σφίγγω, 'estrangular') era un demonio de destrucción y mala suerte, que se representaba con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave”. “Lady Macbeth” del director William Oldroyd es brutal, hecho éste remarcado por su cadencia teatral, parsimoniosa y hierática. No es una película complaciente en términos del cine al que estamos acostumbrado a ver. “Lady Macbeth” es realismo descarnado desnudando la maldad, o lo que es peor, haciéndola parecer normal.

“Lady Macbeth” se inicia como una reivindicación feminista por parte de su protagonista confinada a un deber conyugal opresivo. Es una mujer modelada para la sumisión más estricta aunque dispuesta a la rebelión. Qué importa que te tengan miedo o te quieran: lo esencial es que te obedezcan: premisa conyugal ésta aún en boga.

No hay duda que ésta película se inspira en un personaje femenino de la obra teatral “Macbeth” (1606) de William Shakespeare (1564-1616), sólo que aquí el ambiente es la Inglaterra rural del año 1865. De la simpatía inicial hacia la protagonista víctima pasamos a su más completa repulsión. Lo que creíamos que era un amor apasionado y libertario terminó siendo demencia. “Lady Macbeth”, su protagonista, Florence Pugh, es el retrato de una psicópata fría, una analfabeta emocional, mimetizada con el ambiente gélido en que transita la historia. No hay nada que reprochar a éste retrato inhumano de una humanidad caída.

El pecado es el mal por el mal. Y la ausencia de culpa es la filosofía del Diablo. “Dios no permitirá jamás que el justo caiga”. Salmo, 54,23. No obstante, conque rutinaria facilidad siempre caen, y lo que es más incongruente aún, desde una inocencia virginal, sin enterarnos de los motivos de la agresión y el aniquilamiento. Emanuel Swedenborg (1688-1772) en “Un teólogo en la muerte” sostiene la tesis de que sin convicción no hay salvación, derivando todo en la justificación por la fe. La fe conlleva un epicentro moral que la maldad no tiene.

La armonía es compleja y misteriosa aunque cuando se trata de los humanos es sólo una aspiración aristocrática. “La muerte siempre suele acabar llegando a causa de la ausencia del amor” nos dice el poeta Antonio Colinas. En “Lady Macbeth” la malignidad impone respeto, y miedo, sobretodo esto último. Bajo el disfraz de una fragilidad femenina muy bien disimulada el mal habita remarcando una misoginia ancestral derivada del patriarcalismo. Para los griegos de la época de Pericles, la mujer y sus pasiones irrefrenables, constituían una amenaza a la racionalidad masculina. Desde entonces, Eva lleva sobre sí, el principal peso de la culpa de nuestra expulsión del Paraíso.

“Lady Macbeth” cuestiona a W.B. Yeats (1865-1939) cuando sostiene: “Donde no hay nada, allí está Dios”.
bucefalo
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31 de mayo de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se rompe la inocencia que envuelve los primeros compases de la película, para dar paso a una locura de pasiones en las que se mezclan el amor y el odio a partes iguales, ofreciendo una mezcla tan explosiva que cada escena salta por los aires, contrariando la sensibilidad de los espectadores que no pueden disfrutar de la campiña inglesa.
Lo mejor de esta cinta es el desconcierto continuo al que te somete. No imaginas la relación con su marido ni con su personal de servicio ni con los trabajadores de la hacienda ni con su suegro ni con los animales ni con las visitas.
Cómo se forjó ese orgullo juvenil que se dispone a arrasar cielo y tierra? Cómo intenta satisfacer una necesidad puramente física que se disfraza de amor a primera vista? Hasta dónde está dispuesta a llegar en su rebelión contra el mundo que le ordena la vida sin contar con ella?
Cada nuevo episodio de esta historia de histeria personal, resulta más aberrante, sin encontrar freno ni medida que ponga coto al crescendo de sus desmanes. Cuando parece que le atan una soga al pie y se disponen a arrojarla a la profundidad del fuego eterno arrastrada por una piedra de molino sujeta al otro extremo de la soga, la peor y más sañuda de las inteligencias provoca un último giro, convirtiendo toda la cinta en un huracán devastador, que arrasa lo que encuentra en su camino.
Me gustó el papel principal que adquieren los efectos de sonido durante la película, los cuales permiten seguir la acción con los ojos cerrados, imaginando cada escena más allá de los diálogos. Domina más la imagen y el sonido que las palabras, relegando el guion a un segundo plano no desdeñable.
Quiscol
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4 de julio de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el cine esté sufriendo una crisis existencial durante estos últimos meses, donde predominan las cintas de superhéroes (“Guadianes de la Galaxia Vol. 2”) y los primeros blockbusters veraniegos (“Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar”), aún hay cabida para ciertos títulos que, a pesar de las pocas copias distribuidas en las salas españolas, no deben ser olvidados ni pasados por alto. Este, amigos, es el caso de “Lady Macbeth“.


“Lady Macbeth” es un drama de narración lenta que cuenta la historia Katherine, una mujer angustiosamente casada rodeada de una familia peculiar en el siglo XIX. Esta cinta no es un canto feminista, ni pretende serlo. “Lady Macbeth” se centra en contar de manera muy visual cómo la joven Katherine es capaz de seguir hacia delante de la manera más frívola que puedas imaginar. Sin lugar a dudas, uno de los papeles femeninos más potentes de este 2017 (aunque el largometraje se presentase el pasado año), llevado a cabo de manera magistral por Florence Pugh.

El trío formado por William Oldroyd al mando de la dirección, Alice Birch, escritora de la novela en la que se basa “Lady Macbeth” y guionista de la película y Ari Wegner, que proporciona una de las fotografías más precisas de la cartelera actual, consiguen hacer que la película cobre sentido de manera pletórica. Su silencioso guión se apoya en la fotografía con el fin de mejorar la experiencia cinematográfica que proporciona este largometraje inglés, esquivando de manera eficaz la pomposidad que podría traer consigo los distintos temas explícitos que forman el pilar fundamental de “Lady Macbeth”. Además, todos estos elementos están dirigidos de una manera excepcional, incrementando aún más el carácter narrativo en los detalles visuales a los que atiende el espectador. Nunca está de más recordar que el cine es un arte audiovisual donde menos es más.

Su elenco de actores es devorado por Florence Pugh. Nadie es capaz de hacer sombra a una de las actrices a tener en cuenta durante los próximos años. Dotada de una enorme personalidad física, el melodrama consigue mantenernos embobados gracias a sus preciosos movimientos y a la naturalidad con la que realiza todas sus acciones. Imposible borrar de nuestras retinas al personaje de Katherine tumbada en el sofá. Esa es la mayor cualidad de “Lady Macbeth”: demostrar que nos son necesarias cifras desorbitadas de presupuesto para crear buen cine. “It’s Not The Time Of My Life” ya lo demostró el pasado año. Por desgracia, el resto de personajes pasa sin hacer mucho ruido por la cinta, siendo quizás el mayor tropiezo de esta ópera prima.

“Lady Macbeth” nos ofrece una infinidad de reflexiones cargadas de alto contenido sexual. Es capaz de aportar una visión racial de cada acto cometido o tergiversar las macabras acciones de su personaje protagonista, creando un vínculo directo entre su personaje protagonista y el espectador. Sin embargo, no llega a emocionar como sí lo hace otro de los clásicos de narración lenta de los últimos años, “Shame”. En el momento en el que su guión se desvía en un solo milímetro, el espectador pierde por completo la conexión con “Lady Macbeth”. Además, esta excesiva linealidad puede pecar de aburrida y poco sorprendente. Katherine ensombrece tanto al resto de los personajes, que echamos de menos saber algo de ellos. A pesar de todo, ese no es el objetivo de esta cinta, que se basta de un solo personaje para crear clímax sorprendentes mediante el personaje de Katherine.

En definitiva, la historia de esta mala-malísima te dejará sin habla durante muchísimos momentos. “Lady Macbeth” es una acertada excusa para pasar de los prematuros taquillazos veraniegos y demás cintas prefabricadas.

Nota: 7,25 / 10
Alejandro Rubio
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