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La sombra del actor

Drama Simon Axler (Al Pacino) es un veterano y famoso actor de teatro que sufre de repente un bloqueo interpretativo. Tras una penosa interpretación de Macbeth en el Kennedy Center de Nueva York, Simon no tiene más remedio que aceptar que los días de éxito pertenecen al pasado, y se ve sumido en una depresión. En un intento por recuperar la magia, se deja llevar a una aventura con una mujer lesbiana, mucho más joven que él.... Adaptación de ... [+]
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
24 de abril de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es más que evidente que el mejor Barry Levinson hace tiempo que pasó. El director y guionista de Baltimore (ganador de un Oscar y nominado en 4 ocasiones) formó una filmografía destacada desde su debut (82) como en toda la década de los ochenta donde dirigió película como ‘Diner’, ‘El mejor’, ‘El secreto de la pirámide’, la oscarizada ‘Rain man’ o ‘Good morning, Vietnam’. Tampoco olvidaremos un repunte a finales de los noventa con ‘Sleepers’ o ‘La cortina de humo’ para después pasar a un tipo de cine menor. A pesar de ello Levinson no pierde la esperanza de lograr un film notable en los últimos años de carrera y continúa de pleno en su carrera a pesar de sus ya 73 años, presentándonos ahora ‘La sombra del actor’, segundo trabajo con Al Pacino tras la televisiva ‘No conoces a Jack’ y por la que Pacino recibió el Emmy a mejor actor en 2010.

‘La sombra del actor’, escrita por Buck Henry y Michal Zadebe, está basada en la novela homónima de Philip Roth (2009), aunque como suele ser habitual realizando ciertas modificaciones para su ritmo cinematográfico, como por ejemplo su final. En ella Levinson nos presenta la vida de Simon Axler (Al Pacino), un veterano y famoso actor de cine y teatro que sufre de repente un bloqueo interpretativo. Simon no tiene más remedio que aceptar que los días de éxito pertenecen al pasado, y se ve sumido en una depresión. Egocéntrico, neurótico y autodestructivo ve como su final se aproxima hasta que un buen día se presenta en su domicilio Pegeen (Greta Herwig), hija de unos amigos y que parece tener un gran interés en su figura. Dicha relación hará cambiar las expectativas que Simon tenía sobre sus últimos años, entrando así en una curiosa segunda juventud.

Su visionado no es nada amable, algo que fomenta Levinson con el uso de unos inquisitivos y mareantes primeros plano (que si bien pretende adentrarnos en la historia y acercarnos a ella en ocasiones se vuelve algo contraproducente) y de unos soliloquios algo plomizos en su primer tramo, algo que trata de evitar al mostrar algún divertido momento cómico así como algún interesante encuentro sexual. Tampoco ayuda el confuso montaje del film, donde alterna situaciones y conversaciones en distintos momentos y lugares, mezclando sonido de unas situaciones con imágenes de otro generando también cierta sensación irregular. Sin embargo tanto la notabilísima actuación de la pareja protagonista –desde un Pacino sincero y que recuerda el de sus mejores tardes, a una Greta Gerwig compleja, lasciva , magnética y que motiva el ascenso del film–, así como con su tono tragicómico, van provocando (a pesar de la trabas mencionadas antes) que te intereses por el final de la historia. Una historia que aborda la homosexualidad, la psicosis, la obsesión del actor en horas bajas, la diferencia generacional y que vuelve a atizar con fuerza al mundo de la crítica, algo que ya hiciera Iñárritu en ‘Birdman’ y con la que tantos puntos tiene en común (algo que no juega a su favor).

Aunque la película es irregular, la música de Marcelo Zarvos no destaque especialmente y, como ya he dicho, su montaje sea algo confuso, la historia va generando atracción e interés por su desenlace gracias a sus sinceras y estupendas interpretaciones. Destacar una escena divertidísima en un veterinario donde aparecen dos secundarios de lujo como la doblemente oscarizada Dianne Wiest (por las obras de Woody Allen ‘Hannah y sus hermanas’ y ‘Balas sobre Broadway’) y Dan Hedaya. Completan el reparto un sarcástico e inolvidable Charles Grodin como agente de Simon y Dylan Baker como su psicólogo.

Un film hecho para Pacino donde para alegría propia demuestra que no se ha olvidado de lo grande que ha sido. Curiosa e interesante, recomendable en versión original, pero no apta para el gran público.

Lo mejor: Al Pacino.
Lo peor: Su inicio y su montaje.

Valoración:
Banda sonora: 5
Fotografía: 5,75
Interpretación: 7,5
Dirección: 6
Guion: 5,5
Satisfacción: 6,5
NOTA FINAL: 6,1

@hilodeseda - www.habladecine.com
Hilodeseda
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23 de junio de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se puede decir que se trata de la hermana tonta o la hermana fea de la gran triunfadora "Birdman", que triunfó ese mismo año en los Óscar, por lo que se refiere a la temática.
Hace ya tiempo que Al Pacino ha vivido sus mejores momentos, ahora se dedica a hacer películas de medio pelo y vivía de arrastrarse en producciones sin mucho fuste, impropias de alguien que puede ser considerado uno de los mejores actores de todos los tiempos. Ahora por lo menos, ha buscado un papel que le permita lucirse en una actuación que nos recuerda lo grande que es. La pena es que la película sea tan aburrida y tan inane. Todo en esta producción gira en torno a él, para lo bueno y para lo malo, esto nos lleva a la siguiente duda... ¿tendrá algo de autobiográfico, el film este?
La historia trata de un actor que está en horas bajas, una estrella venida a menos, que entra en una crisis de personalidad que le lleva a un bache profesional. Metido en este pozo, conoce a una muchacha y se lía con ella, además, hay una mujer con la que compartió terapia que quiere asesinar a su marido que interacciona con nuestro protagonista. Todo parece, en un momento dado, que es fruto de la imaginación de nuestro protagonista. Y ese punto,e se coqueteo entre lo que puede ser real y lo que puede ser imaginado por el personaje de Al Pacino es algo interesante. Pero no, por desgracia no pasa de ser eso, un coqueteo con esa idea que se queda a medio camino, como muchas cosas en esta película.
Unas buenas interpretaciones, algo que viniendo de Pacino no debería ser noticia pero que desgraciadamente ya sí lo es; Greta Gerwig aporta su frescura innata; momentos divertidos pero el resultado es irregular y decepcionante. Barry Levinson también conoció momentos mejores.
Ford Farleine
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23 de abril de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya en sus últimos años de vida, el polémico Oscar Levant afirmaba que existía una delgada línea divisoria entre el genio y la locura, y que él mismo la había logrado borrar. Esta frase supuso la coronación verbal de una vida repleta de excesos, depresiones y de idas y venidas del psiquiátrico, que acabó en el ostracismo personal del neurótico favorito de América de la década de los 50.

“La sombra del actor” –bravo una vez más por la traducción al español del título original, “The Humbling”- hace hincapié en esa frase de Levant a través de la figura de un actor en crisis al que le ha pasado lo peor que le puede pasar a alguien de su profesión. Como al bailarín al que le empiezan a fallar sus propias piernas, Simon Axler ha perdido su propio talento para la interpretación. Olvida frases, confunde obras entre sí, y la senilidad y las lagunas de memoria han comenzado a sus casi 70 años de edad.

La película cruza constantemente esa fina línea que separa el genio de la locura, confundiendo realidad y ficción a su paso. Y llegados a este punto, más alguna escena en común, lo peor que le ha podido pasar a este film es que llegase a las salas una propuesta muy superior en todos los sentidos como “Birdman”. Sólo en la fábrica de sueños se producen este tipo de coincidencias, y es inevitable acordarse de la reciente ganadora del Oscar al contemplar esta cinta, si bien la primera diseccionaba con mordacidad el mundo del espectáculo y en la que nos ocupa seguimos más de cerca si cabe el deterioro en la vida personal y profesional de su protagonista.

Lamentablemente, Barry Levinson no es Iñárritu, ni sus guiones y aspiraciones son comparables. Porque el humor negro del que hace gala “La sombra del actor” funciona en ocasiones, y no resultan igual de dinámicas en ritmo. Lo que resulta es una obra tan irregular como la carrera de su propio director, hábil cirujano del show business americano en algunas ocasiones –“La cortina de humo”-, y en otras no tanto –“El hombre del año”-.

Aún así, estamos ante una propuesta interesante, aunque más que por lo que cuenta, que también resulta de interés cuando no falla el ritmo de la narración, es interesante por quién nos lo cuenta. Y es que si algo sostiene a esta película es Al Pacino, soberbio en su recreación de ese anciano al borde de la demencia y convertido en un arrugado y distorsionado reflejo de lo que un día fue. A su alrededor, un carrusel de secundarios que dan el tipo, desde los recuperados Charles Grodin, Dianne Wiest, Kyra Sedgwick o Dan Hedaya hasta la destacable Greta Gerwig. Ninguno de ellos consigue hacer sombra a la gran estrella de la obra. Esta película sirve para que Pacino se luzca, y sólo espero que no acabe sus días como el Rey Lear, y que aún le queden muchas funciones para maravillarnos con su presencia.

A favor: Al Pacino, y no le hace falta nada más
En contra: el recuerdo de “Birdman”, y su irregularidad como film
kubrick_is_alive
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25 de abril de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No nutre como esperas ni apasiona como debiera pero, es tal el regocijo escénico de quien actúa, que se acepta, indulta y perdona.
"Muestrame al hombre que no sea esclavo de su pasión y yo lo llevaré en mi corazón".
Decrépito, decadente, un fantástico, arrebatador y cautivante Al Pacino en todo su esplendor para lucir su talento y mejores habilidades en un papel decrépito, decadente y moribundo, de actor que ha perdido su arte, su don, la magnífica pasión que ha definido su vida entera y representa todo lo que ama, todo lo que es, el agónico momento de descubrir que ya no eres quien creías, que la memoria falla, la vista engaña, la ficción gana enteros y que sólo recuerdas trazos de una realidad que se entremezcla y cruza con la fantasía, donde surge la debilidad y desespero de la solitaria persona que no es nadie si no puede seguir viviendo y respirando encima de su necesitado escenario.
"Oscar Levant dijo una vez: hay una línea fina entre el genio y la locura"; y él había borrado esa línea", y ese espléndido comienzo devorador tiene muy cercano al soberbio y altivo competidor "Birdman", que le hace sombra los primeros minutos, en la maldita forzosa comparación, sólo que pronto abandona su estela para centrarse en la tortura y vapuleo del errante sexagenario quien, en plena crisis personal y profesional, ve la oportunidad de cogerse a un caballo de Troya, esperpéntico y fugaz, de quien compra el afecto y paga por su compañía y caricias, más la anécdota de una intrusa que aporta el toque surrealista a un caos lunático, tragicomedia de rocambolesco panorama, irrisoria papeleta y burlesco despliegue en el que se ve abocado una figura catatónica, desamparada, sombría en su mísera existencia fuera de las tablas de su amado teatro, venido a un menos inevitable que le hace desfallecer sin piedad, lagrimar con apenada compasión, que tiene que afrontar el doloroso y costoso fin de su grandeza por mucho que la intente maquillar y decorar con juventud halagüeña.
Su ritmo es irregular, ni negativo ni complaciente, ni esquivo ni completo, no sigue un camino ascendente ni constante hacia la degustación plena, seriedad arrebatadora de profunda virtud que vira hacia lo estrafalario, lo caduco y senil con leves toques de ironía mezquina que funcionan, al igual que todo el guión, por la excelente interpretación de quien es su firme y maravilloso abanderado, rastro de río cuyo mar no es bien hallado que, en la gratitud de quien presenta, pronuncia y ejerce, se disculpa en los pormenores, se devora en los planos, se disfruta en sus elocuencias, se escucha en su melancólica sinfonía y donde se aplaude la oportunidad de ver a un Hamlet, en las últimas, encarnado con elegancia y sobriedad, martirio y pesadumbre en combinación inquietante de quien ya está perdido, vendido, confuso, extasiado y se coge a clavo ardiente para seguir presente y no ser olvidado.
Juega constantemente con la presentación de lo patético, de la frustración vuelta miseria, de la tragedia dramática echa presente al perder la identidad y volverse caricatura de payaso sin gracia pero con inmensa tristeza dándole vueltas, aflicción de un cuadro mortífero, de aguda sonrisa por la desfachatez del paisaje y de su próximo horizonte y la adicción a esa esquiva esperanza de seguir vivo cuando el abandono y la vejez están cada día más presentes y cerca de la muerte, línea de mezcolanza que vive, respira y se aprecia con gusto, que oculta las carencias gracias a su intérprete, que atrapa sin consuelo, seduce sin remedio, llena la pantalla y eclipsa los resquicios de un guión no tan supremo como cabría desear para quien dirige y quien pone voz a sus palabras.
Interesante inicio, curioso devenir, enajenación mental de una vida que se deshace, que apetece y emociona con temple, sin la fuerza esperada y que, incluso, puede desactivar tu interés conforme pasan los minutos pues la única razón, por momentos, es saborear la desenvoltura de quien habla, recita, captura y realiza una audición narrativa e interpretativa cuyo placer y gozo no te quieres perder, un ilustre "la perdición atrapa mi alma y yo te quiero, cuando yo no te quiera, el caos habrá llegado de nuevo", recitado con serenidad magistral, mirada penetrante, calma deslumbrante y profundidad de afirmar ser la razón para ver, deleitar y estimar esta película.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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1 de abril de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo, que alude a que muchas veces nos importa como pueden sonar nuestras palabras que lo que realmente estamos diciendo y el final de la película es lo único que vale la pena. Del resto poco que rescatar y mucho que reprochar. Una película rara (por ser, en cierto modo, inaccesible, tal es el hermetismo de su limitada propuesta argumental que el espectador se siente abrumado ante la monotonía), pesada y mala. Lo suyo es que la aburrida existencia del personaje interpretado por Al Pacino fuera capaz de suscitar sentimientos al espectador pero la narración de la película es igual de anodina e insípida que la selección de episodios que retrata. Las escenas escogidas para ilustrar la vida del veterano actor de teatro en torno a quién gira la película son insustanciales, inducen a poco, están ahí por estar. No hay nada interesante que observar, ni nada que extraer, la simpleza de unas cuantas secuencias vacías apelotonadas que cuentan prescindibles tonterías es todo lo que hay. Ni siquiera la actuación de mi idolatrado Al Pacino que esta vez forma parte de un trabajo desechable, y que por tanto incurre en la sobreactuación, la cual chirría especialmente en lo pretendidamente cómico. Hay muchas escenas idiotas, la trama de la mujer que le acosa pidiéndole que mate a su marido (tenemos constancia de que persigue al actor a lo largo de un ciclo estacional, una petición demasiado persistente debido a lo absurdo de su naturaleza y la manera de la que está planteada en la película, sin ningún interés o ingenio particular, solo vale como detalle recurrente en el psiquiátrico y ya está), la discusión con su pareja, una relación narrativamente apática, mal contada, con apenas algún matiz interesante; y otras innecesarias, como partir la narración en dos realidades diferentes, estando siempre de por medio el encuentro telefónico con el psiquiatra. El posible juego de realidades paralelas tampoco da mucho juego, ¿y si en realidad no había mucho que contar y que la necesidad de rodar esta película perseguía otros fines que no eran artísticos?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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