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Críticas de kubrick_is_alive
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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de noviembre de 2014
64 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es admirable la inquietud que los hermanos Spierig presentan hacia el séptimo arte. De los zombis de “Undead” a los vampiros de “Daybreakers”, y ahora a la ciencia-ficción de “Predestination”. No se casan con ningún género en particular, son como niños que juegan y experimentan con las bases sobre las que se fundamentan cada uno de ellos. No innovan ni reinventan, pero sí manejan con soltura los resortes fundamentales que activan cada tipo de propuesta de la que se hacen cargo.

Su última película no inventa nada que no hayamos visto ya antes ni es la mejor dentro del subgénero de viajes en el tiempo. Por ella pululan “Looper”, “Los cronocrímenes”, Minority Report o “Men in Black 3”. Y tampoco le da una vuelta de tuerca a la ciencia-ficción, pero es capaz por un lado de jugar con sus cartas temporales sin perderse, algo muy fácil cuando se tiene entre manos un producto de este tipo en el que la coherencia del argumento puede verse resentida por una simple arista mal perfilada, y por el otro de ofrecer una película vibrante y entretenida de principio a fin, cuyos noventa minutos mantienen al espectador atento para no llegar al acto final sufriendo un derrame cerebral. Eso no quiere decir que no tenga golpes de genio, como esa distópica década de los 80 que bien podría ser el siglo XXII, o algo tan simple pero internamente tan complejo como un estuche de violín como máquina del tiempo.

“Predestination” es un film de estructura compleja, pero no es tan complicado de entender como pueda parecer en un principio. Es sencillo pero a la vez es un galimatías a desentrañar, una especie de enorme serpiente que se muerde a sí misma la cola, una enorme paradoja temporal en la que cada acto tiene su justificación para entender toda la trama. Por el camino arrastra esa manía a dejar demasiadas pistas diseminadas a lo largo del relato, lo que puede hacerla algo previsible en algunos segmentos, un tramo central en un bar que ocupa la mitad de cinta y que puede hacer que algún espectador se apee tras su formidable prólogo, y unos giros argumentales sujetos con pinzas y descabellados en función de lo que el respetable sea capaz de soportar. Pero lo compensa con su dosis de entretenimiento modesto –no hace alarde de efectos, y los viajes temporales se consiguen con un sencillo visto y no visto en escena-, nada grandilocuente, con su perfecto diseño de producción, con un Ethan Hawke correcto y una Sarah Snook a la que le toca la difícil tarea de convencer con un personaje difícil, y con ese halo a cine noir que desprende desde el primer minuto.

Los Spierig consiguen el que posiblemente sea su mejor trabajo hasta la fecha, un inmenso laberinto en el que poco es lo que parece, y que acaba por lanzarnos una bofetada difícil de encajar: que el libre albedrío no existe, que somos simples marionetas con un destino ya fijado, imperturbable. Y en esa predestinación calvinista nos hace preguntarnos qué fue primero, si el huevo o la gallina. La respuesta más simple, el gallo, aquí no es aplicable. Esta vez no.

A favor: a pesar de lo enrevesada que resulta, consigue mantenerte pegado a la butaca; Ethan Hawke y, sobre todo, Sarah Snook
En contra: sus giros argumentales pueden hacerse inverosímiles, y ciertos pasajes pueden ser algo previsibles y largos, pero necesarios
kubrick_is_alive
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2
30 de julio de 2015
62 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Tierra está a punto de sufrir una terrible amenaza que viene del espacio exterior. Una sociedad alienígena ha recibido una cápsula del tiempo lanzada en 1982 desde nuestro planeta que contiene imágenes de las máquinas recreativas de la época, y deciden atacarnos utilizando sus juegos como modelo de la invasión. Ante esta premisa, ¿qué puede salir mal? Pues que aparezca Adam Sandler con su cara de lelo habitual y diga “¿Pac-Man es de los malos?”, cuando una escena antes ya sabía que iba a enfrentarse a él.

Ojalá el máximo problema de “Pixels” fuera su actor protagonista y su eterna expresión bobalicona de estar de paso para cobrar el cheque. A pesar de que sus actores intentan creerse lo que el film está contando –el único que destaca por credibilidad e hilaridad es Josh Gad-, de que los efectos especiales sean de lo más resultones y de que la nostalgia ochentera sea su leit motiv, su gran hándicap es el guión y el estilo de la propuesta.

“Pixels” se articula como un videojuego cinematográfico planteado en torno a tres fases, a tres enfrentamientos con tres excelentes juegos: el Centipede, Pac-Man y Donkey Kong. Tres escenas muy dinámicas en las que Chris Columbus (“Solo en casa”, “Harry Potter y la piedra filosofal”) demuestra que sigue en plena forma, y que suponen lo mejor de la función. Pero lo que hay en medio de esas secuencias es lo que no acaba de cuajar. No conjuga nada bien esa comedia familiar sandleriana que pretende ser con la nostalgia que los juegos que muestra en pantalla puedan despertar en toda una generación que ya peina canas. No sabe si quiere ser para niños o para adultos. Los gags dedicados a ambos sectores están horriblemente planteados. Se ve incapaz de aprovechar a dos secundarios tan potentes como Sean Bean y Brian Cox, y especialmente con este último, que aparece y desaparece del film sin sentido alguno.

Y lo peor, no sabe siquiera si se decanta por la comedia o la acción con toques de ciencia-ficción. “Pixels” no tiene clara su identidad ni a qué público quiere llegar. Deja algo de cancha, eso sí, para que Sandler y su amiguete Kevin James hagan de las suyas, para que se muestren como lo que son, dos niños grandes, para vergüenza y desgracia del propio espectador. Es una cinta destinada a vendernos que los nerds, que toda esa generación de gamers que se resistieron a crecer, pueden ser la salvación del mundo. Lo que acaba siendo es una especie de remake inconfeso de “Cazafantasmas” –de hecho hay algún cameo que lo atestigua-, pero sin chispa ni ingenio alguno más allá de una premisa tristemente desaprovechada. No consigue siquiera activar los resortes de la melancolía Arcade que llevamos dentro. Para eso siempre nos quedará “¡Rompe Ralph!”.

A favor: Josh Gad y las escenas dedicadas al Centipede, Pac-Man y Donkey Kong
En contra: todo lo demás
kubrick_is_alive
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8
11 de noviembre de 2014
43 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que no estamos ante una cinta de terror al uso. Ni mucho menos ante un film que recuerda al cine de James Wan, cineasta que, por otra parte, tampoco ha descubierto nada nuevo en el género. Sí, cierto es que no oculta sus referencias, que van desde “Pesadilla en Elm Street” hasta “El resplandor”, pasando por el expresionismo alemán o el cine de Georges Méliès. Incluso hay un poco de “Solo en casa” en ella. Una mezcla que parece imposible pero que resulta tremendamente efectiva.

Pero seguimos sin estar ante una película de terror común, aunque sus referencias sigan siendo de manual. De manual del buen cine de género, se entiende. No, lo que “The Babadook” ofrece es un cuento para no dormir, un relato plegable y malicioso que empieza como una típica historia con monstruo involucrado y una casa aparentemente encantada, con un niño difícil e hiperactivo al que dan ganas de estrangular, y despertando el interés e incrementando la tensión gracias a su manejo de los terrores infantiles y el terror familiar más básicos. Introduce a un personaje caricaturesco pero amenazador y consigue durante su primera mitad que esa siniestra canción que acompaña al libro que protagoniza se te adhiera irremisiblemente a la piel. Una vez le dejas entrar, cuesta librarse del martilleo que en la cabeza produce ese “Ba-Ba-Dook-Dook-Dook”, similar al peor de los dolores de muelas.

Y aún así, seguimos estando ante una propuesta atípica dentro del género. Porque en el modesto debut de Jennifer Kent, que hace uso de los pocos recursos de los que consta para dejarte un mal cuerpo, el monstruo en cuestión es lo de menos. Su terror no viene de los sustos, ni de generar simplemente tensión, que lo consigue, ni de la presencia de ese ser de dedos largos y puntiagudos y sonrisa de Gato de Cheshire, sino del giro que da hacia la mitad del relato, transformando los miedos infantiles en adultos. Aquí lo que consigue ponerte los pelos de punta es la ambigüedad y lo siniestro y retorcido de su desarrollo. El monstruo no es más que un leit motiv para hablar de algo tan mundano y cotidiano como el dolor de la pérdida y lo difícil que es ser madre soltera cuando el pasado no para de perseguirte. No es más que una metáfora del trauma y el estrés post-traumático, y Kent logra ponerte los pelos de punta con una historia en apariencia sobrenatural –quizá se le vaya la mano con lo sobrenatural en el tramo final, y con algún efecto CGI redundante-, en la que su criatura es mostrada levemente cuando es necesario, manteniendo el misterio sobre su figura y su papel durante todo el metraje.

La guinda a esta original muestra de cine desde las antípodas la pone la interpretación de Essie Davis, un torrente de registros interpretativos y un ejemplo de cómo causar impresión con una sola mirada a cámara. La acompaña un pequeño Daniel Henshall que supone una sorpresa, aunque en su interpretación pueda desprenderse cierta inexperiencia y sobreactuación que, no obstante, ni molesta ni le hace menos creíble. “The Babadook” es el perfecto ejemplo de buen cine de terror que no parece cine de terror, pero que te cala hasta los huesos una vez le dejas penetrar bajo tu piel. Y un aleccionador cuento que acaba enseñándote que a los monstruos, imaginarios o no, es mejor mantenerlos cerrados y alimentarlos con galletas. O con gusanos. Lo que más le guste.

A favor: Essie Davis, lo bien que hace uso de los pocos recursos de los que dispone para generar miedo, y que no es una cinta de terror al uso
En contra: la manía de compararla con el cine de James Wan, y un tramo final quizá demasiado sobrenatural
kubrick_is_alive
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7
15 de abril de 2015
36 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de que cineastas como Claude Zidi o Alain Chabat mancillasen el buen nombre de Astérix con propuestas cada vez más cutres y acartonadas, los padres del irreductible galo temían claro que sólo la animación bidimensional podía ser realmente fiel a sus icónicas viñetas. Así nacieron joyas como “Astérix el Galo” y, sobre todo, esa obra maestra titulada “Astérix y las doce pruebas”, esta última dirigida por los mismos que a cuatro manos dieran forma y fondo a los personajes del cómic.

Veinte años han pasado ya desde su última aventura animada, desde aquella floja “Astérix en América” que ya mostraba serios síntomas de desgaste, pero que aún así seguía estando por encima de las adaptaciones con actores de carne y hueso que llegarían unos años después. Los franceses parecen haber aprendido la valiosa lección, como los españoles con Mortadelo y Filemón. La mejor manera de ser fiel al original es volver a la animación, en este caso tridimensional.

Y el resultado se nota, para mejor. Con “Astérix: La residencia de los dioses”, los personajes de Goscinny y Uderzo vuelven a tener el carisma de sus hermanos en papel. Astérix vuelve a ser el aguerrido protagonista y no el acompañante. Obélix vuelve a ser el bonachón de mirada tierna e infantil. La cinta vuelve a tener el aroma de esos clásicos animados que durante medio cuarto de siglo llevaron a la Galia al status que merecían.

Gracias a la animación 3D de altísima factura técnica, Astérix y Obélix pueden gesticular como nunca antes lo habían hecho, tener el carisma que jamás tuvieron actores como Gérard Depardieu para darles vida. Pero no sólo eso. Los cineastas Louis Clichy y Alexandre Astier consiguen un nivel de fidelidad elevadísimo con respecto al cómic, incluso en los momentos en los que se intentan distanciar del mismo y tiran de libertad a la hora de adaptarlo. Hacia mitad de película, sus responsables cambian el acto final de la historia original para hacerla más cinematográfica, y aún así se mantienen fiel a su espíritu. Las referencias a “King Kong” o “El señor de los anillos” se suceden sin que sientas que se pierde la esencia del tebeo.

“Astérix: La residencia de los dioses” viene a responder a la pregunta de los Monty Python de “¿Qué han hecho los romanos por nosotros?” a base de agudeza e ingenio. Una aventura entretenidísima que busca acercar a los más pequeños la obra de Goscinny y Uderzo, y a la vez consigue contentar a los fieles seguidores del tebeo y a los adultos de la familia. Tarda algo en arrancar, pero una vez lo consigue pisa el acelerador y no lo levanta hasta el final. Gracias a ella vuelven los diálogos punzantes, los juegos de palabras y esa mala leche revestida de aparente ingenuidad con la que la cinta se burla del capitalismo, de las reivindicaciones sociales, de los derechos de los trabajadores, de los nuevos ricos o de la colonización. Por fin desde hace décadas, Astérix tiene la adaptación que se merece.

A favor: la fidelidad al material original, incluso cuando intenta distanciarse de él
En contra: tarda algo en arrancar
kubrick_is_alive
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6
6 de septiembre de 2015
33 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevamos un año de pura morriña ochentera, en todas sus variantes. La era de los sintetizadores, de las máquinas recreativas, de la serie B de la Cannon, del VHS –y del BETA, para los más puristas-, del cassette y las BMX. La ópera prima de los canadienses François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell, que es la versión en largo del cortometraje “T is for Turbo”, uno de los segmentos finalistas para formar parte de la antología “The ABC’s of Death”, completa una lista que conforman propuestas como “Mad Max: Fury Road”, “Kung Fury” o “The Guest”, todas ellas cintas que han reactivado ese sentimiento en el espectador a base de puro aroma ochentero de mayor o menor presupuesto y resultados artísticos, pero siempre enfocado en el entretenimiento del espectador y en ensanchar la vena retro que late en los cuellos de todos aquellos que nacimos o crecimos en esa época.

Una vena que “Turbo Kid” se encarga de hacer estallar del todo. No porque lleve hasta sus máximas consecuencias nuestra melancolía, sino por todo lo contrario. El film, un cuento distópico ambientado en un 1997 que se muere de sed y que sucumbe a la radiación, y que se podría resumir como una mezcla entre la saga “Mad Max” y “Los bicivoladores”, no acaba por explotar todo su potencial. Se conforma con despertar nuestra nostalgia a través de su genial, aunque demasiado omnipresente, banda sonora, a través de multitud de referentes cinematográficos y culturales hacia la generación a la que rinde tributo, y a través de un espíritu de serie B ochentero muy identificable.

Lo peor es esperar de ella otra “Kung Fury”, pero en versión extendida, y que el hype este año ya está por las nubes con este tipo de propuestas. Le falta más humor, poner toda la carne en el asador y desmadrarse, y sobre todo se resiente por culpa de una historia que, pese a tener buenos detalles, pudo tener más gancho y estar más elaborada. Algunos pasajes de guión, como las motivaciones del cowboy más allá de su hermano y su relación con el villano, la revelación final sobre el agua, o la muerta inexplicable de algún personaje sintético, carecen del suficiente desarrollo, y algunas interpretaciones dejan bastante que desear. Sacrifica todo ello en pos de la nostalgia, en conseguir evocar una época, y lo logra tanto que realmente parece haber sido realizada en los 80. Pero no lo está, y cuando ya nos damos cuenta no le dejamos pasar sus defectos. Si fuera de los 80, la vena nostálgica dejaría pasar todo.

Ahora bien, no deja de ser un producto altamente disfrutable, que no se hace pesado y divierte. Un cóctel retro en el que vale de todo, desde coquetear con la ciencia-ficción hasta el anime, pasando por el cómic, la aventura, el romance, el western y el gore. Mucho gore. Litros de sangre y vísceras, efectos cutres pero adorables, una pareja protagonista aún más adorable –especialmente ella-, un villano de altura interpretado por el gran Michael Ironside, y cómo no, toneladas de nostalgia a borbotones. Para un tipo de público muy selecto, pero nostalgia al fin y al cabo. Aunque en este caso, la sobredosis no esté a la altura, y nos hagan preguntarnos si realmente merece la pena seguir rescatando una década que es mejor dejar descansar en paz.

A favor: su vena retro, la banda sonora, y su pareja protagonista
En contra: no acaba por explotar del todo su potencial
kubrick_is_alive
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