En la cuerda floja

Se hace raro ver al bueno de Clint Eastwood de policía y sin sacar la pistola en una hora, aunque la de la entrepierna nos dan a entender que sí la gasta. La verdad es que es un poco lenta al principio y le cuesta arrancar, tiene sus momentos de tensión y en su segunda parte gana enteros respecto a la primera, quizás sobra en los últimos minutos "el momento mano", a mi parecer un poco chapucero. Un largometraje con altibajos, sobre una investigación que se resuelve rápidamente en los últimos quince minutos. Para seguidores de Clint Eastwood y sus chaquetas con coderas. Los que esperen que va a llevar una Smith & Wesson M29 se sentirán algo decepcionados. Entretener entretiene eso sí.

Entre Harry el Sucio y Harry el Sucio, Clint Eastwood se vuelve a vestir de otro policía, el agente Wes Block, en este caso de Nueva Orleans, lo adiviné nada más ver la ciudad. "Impacto Súbito" es de 1983 y la "Lista Negra" de 1988 mientras que "En la cuerda floja" es de 1984. De todos modos, aunque ambos personajes guardan ciertas similitudes, me temo que la franquicia del más famosos inspector de San Francisco tiene más pegada que este intento de Richard Tuggle, director y también guionista en esta ocasión, que no volvió a ponerse detrás de las cámaras más que una vez para rodar la perfectamente desconocida "Fuera de límites" en 1986. Pese a todo, la película, que mezcla intriga con algo de erotismo, tampoco es mala.

Un pervertido sexual se dedica a matar mujeres de dudosa moralidad. Éste es el caso que trae de cabeza a Block. La trama no está mal llevada aunque sea un poco lenta como tampoco las secuencias de acción. Sin embargo, hay varios intentos que no acaban de cuajar. Primero, la sospecha de que el protagonista es el culpable. Segundo, si no lo es, las pruebas parecen incriminarle. Tercero, si tampoco, al menos hay una rara conexión respecto a las compañías y gustos sexuales, entre policía y asesino, si es que son dos personas distintas cosa que ni afirmo ni niego sino todo lo contrario. Como curiosidad, una de las hijas, la mayor, lo era de Clint en la vida real, Alison Eastwood, y la otra, Jennifer Beck, era igualita a Heather O'Rourke.

No siendo especialmente aficionado al cine negro clásico, ni mucho menos a los diferentes subgéneros en los que se ha ido diluyendo (polis duros, guapas detectives, cintas de acción con frecuencia torpe y deslavazada, etc.) debo reconocer que esta película de Richard Tuggle constituye una excepción. Y Clint Eastwood es siempre una garantía.
Por lo pronto, resulta patente la evolución del estereotipado personaje de Harry el sucio. Aquí, Wes Block es un policía más verosímil, de mayor calado psicológico. La dimensión humana del personaje surge de forma natural, y redunda en una mejor descripción del protagonista, que gana en complejidad y realismo.
Por extravagante que pueda resultarnos el trabajo de un agente de homicidios, lo cierto es que quien más, quien menos, tiene que bregar también con otras facetas y circunstancias. Y Wes resulta que tiene las suyas, una vida de claroscuros en suma: padre amante, esposo fracasado, reflexivo y un tanto escéptico, y algún que otro vicio. Pero su capacidad de introspección le facilita la siempre ardua tarea del conocimiento de sí mismo, y es que cuando nos asomamos a nuestro yo podemos encontrarnos con sorpresas, en la cuerda floja entre el bien y el mal. Por cierto, anoche leí en un libro que no debemos intentar ser buenos, buenos, buenos; sino buenos a secas, buscando una feliz medianía entre la bondad y algo de picardía.
El ambiente festivo y los bajos fondos de una ciudad como Nueva Orleáns quedan bien retratados en el filme, un aliciente más para ver con gusto esta función de cine. Y los diálogos, breves e inteligentes, le van como anillo al dedo a Clint Eastwood, que haga el papel que haga, siempre da la impresión de ser un poco filósofo con sus sentencias.
Una última observación, que le debo a mi esposa y me apresto a añadir. Tal vez decaiga un poco el suspense en las últimas secuencias, recurriendo un tanto a lugares comunes en las escenas previas al desenlace.

Acabo de ver esta película y me ha gustado pero no me pareció tan buena como la mayoría de usuarios dice que fue. La ambientación estuvo muy buena, la trama estuvo bien pero no interesantísima. Todo lo demás estuvo creo que un poco sobre la media.

El final no me pareció espectacular, era el esperado, en fin, estuvo entretenida y buena pero no una joya como muchos dicen, al menos esa es mi opinión.

La verdad es que la película entretiene. Y Clint me cae simpático, el cinismo, sarcasmo e ironía que vierte en sus comentarios confirman que dice lo que piensa y que no va a cambiar. Pero la veo ciertos defectos, para empezar la investigación se termina resolviendo por un golpe de suerte de forma totalmente aleatoria. Todo en la película está programado al milímetro, desde los pequeños detalles en los que Clint ha de quedar bien solo porque es el protagonista, así como la descarada promoción de lo que los responsables del filme consideran como la actitud adecuada. Y eso queda muy ridículo y falso, como una especie de anuncios inesperados. Aquí la gracia está en ver cómo se va a azotar al perturbado de turno y cuántas más han de morir. El devenir de la película, mecánico, se alterna con otras secuencias que son demasiado simples, ensayadas de carretilla y ejecutadas en tanda. Me sabe todo a visto y fácil, es tópica y rudimentaria. El maníaco es casi de juguete, malo y punto, hasta raro porque a veces parece demasiado normal para las gratuitas barbaridades que comete aunque algunas escenas den miedo, cosa que debemos agradecer a la realización. Los paseos de Clint por los prostíbulos de la ciudad, -a su hija decía que es trabajo pero ni ella le creyó,- siempre siguen el mismo modus operandi, saca una foto y con rostro impasible y voz mecánica, casi de ultratumba se dirige preguntando acerca de la identidad de la última víctima. Tras unos pocos vaciles acababa admitiendo que no sacaría nada más en claro así que ya que había venido hasta ahí a esas horas si se iba a los pocos segundos todos pensarían que es un gilipollas. Y muy a su pesar se daba una vuelta por la zona y no solo que se encontraba a cada espécimen celestial que le daba presta conversación, sino que se lanzaban a sus brazos como si fuera un Dios, eso sí, por turnos, una por día.

Vuelvo a repetir que la película no es aburrida y la noche urbana de los Estados Unidos siempre ha tenido su atractivo en el mundo del cine. Creo que alimenta en cierta manera la atmósfera de suspense, es el hábitat natural de la criminalidad. El civismo de los individuos (tanto perdedores como depredadores, los que tienen facilidades para integrarse como los que no) que predominan en ella brilla por su falta. Y de eso es de lo que se aprovechan muchas películas, incorporan esa atmósfera sórdida y malsana y no ofrecen nada más, como también es el caso de 'A la caza' de Pacino. El impertérrito Charles al menos le daba más caña