Vivir desesperadamente

Poco hay que decir de esta peli. Si has visto las primeras pelis de John Water, sigue la misma línea. Si no las has visto, pues ponte a ello porque es difícil de explicar con palabras. Esta crítica vale tanto para 'Vivir desesperadamente' como para 'Pink Flamingos'.

Waters busca constantemente lo inmundo con sus diálogos, con sus personajes, con sus situaciones y con sus imágenes. Vamos que sus primeras pelis son un auténtico asco. Y eso es precisamente lo que busca. No son películas para poner en una primera cita.

Estas pelis tienen gore, sexo y guarrerías varias, todo ello de forma muy gratuita, es decir, estas escenas no suelen aportar nada al guión; solo aportan a la inmundicia. Hay que reconocerle un gran valor a Waters, consigue que todas y cada una de sus escenas den bastante repeluco. Hay películas pornográficas que son más aptas para niños que estas dos.

"Vivir desesperadamente" se centra en una localidad ficticia de Mortville, regida por la reina Carlota. Sin tener un protagonista claro, la historia irá siguiendo a los distinto habitantes de Mortville en sus aventuras y desventuras hasta llegar a su mágico final. Puede que a Waters le falte un poco de poesía en sus películas, pero sin lugar a dudas esta peli en algunos aspectos es un ejemplo a seguir.

Para finalizar me quedo con la frase "un disparo no podrá destruir toda la belleza del fascismo".

Muchos dirán que es en los primeros trabajos de John Waters donde se puede hallar la esencia del director, esencia (llámese desparpajo, mala leche u ordinariez) que se fue diluyendo conforme prosperó su carrera cinematográfica en Hollywood. Yo, sin embargo, no me quedo ni con sus proyectos iniciales (feístas y soeces) ni con los últimos (en los que su humor se torna rancio y predecible), prefiero al Waters de Hairspray o Los asesinatos de Mamá (Serial Mom), es decir, al Waters más accesible y contenido.

Esta película, la cual nos narra cómo una desequilibrada (Mink Stole) mata a su marido (George Stover) con la ayuda de la sirvienta (Jean Hill), viéndose obligadas a recluirse en un nauseabundo lugar gobernado por la más zarrapastrosa de las tipejas (Edith Massey), forma parte de los primeros trabajos del director y se podría decir que es una especie de pútrida versión de Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland), lo que no deja de tener cierta gracia.

El interesante mensaje de la cinta (su sociedad corrupta y mugrienta no es sino una burda copia hiperexagerada de cualquier otra) queda deslucido y ensombrecido por toda una retahíla de secuencias a cual más repugnante. Sólo los fanáticos del director (y de la serie Z más soez, casposa y transgresora) podrán disfrutar con este largometraje, el resto deberían abstenerse y huir de él como de la peste.