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Aparajito (El invencible)

Drama Relata la juventud de Apu en Benarés, su deseo de independizarse y estudiar en Calcuta para poder llevar una vida diferente a la que han conocido sus padres. Segundo film de la "Trilogía de Apu". (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
15 de mayo de 2008
62 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
La magnífica trilogía fílmica de Satyajit Ray, continúa con esta 2ª parte o filme llamado "Aparajito (El invencible)", o sea sobre la infancia y adolescencia de Apu, el protagonista principal de la misma; casi seguro la mejor o una de las tres mejores trilogías cinematográficas de toda la historia del cine. Su fuerza narrativa, la palpitante historia que se cuenta, comprensible y universal, el proceso existencial del ser humano rodeado siempre por la muerte de lo que ama o de lo bello o de lo que más le apega al mundo, los sentimientos tan bien descritos y excelentemente filmados, hacen de esta obra un auténtico tesoro.

Verdaderamente el mérito y genialidad de esta trilogía de Satyajit Ray, es haber logrado componer un maravilloso ensayo existencialista, histórico y sociológico de lo que es la existencia o la vida humana por regla general; es decir, de cómo son realmente las cosas en vez de cómo quisiéramos que fueran.

En esta 2ª parte o "Aparajito", el director Ray nos sigue contando la historia del matrimonio hindú compuesto por un pobre brahmán o sacerdote del hinduismo (el mismo actor que hacía de padre de Apu en la 1ª parte, es decir Kanu Banerji) y su esposa (la misma actriz excepcional y magnífica, Karuna Bennerjee, que hacía en la anterior película también de madre de Apu y que en esta cinta encarna sin lugar a dudas el papel principal, la base, el fuste y el capitel sobre el que se asienta la humanidad y la sociedad, el hogar, la economía, el progreso, la educación y el desarrollo de los hijos: es decir la bendita y sacrificada madre de familia) una mujer atenta al cuidado constante de su esposo y de su hijo; de como los tres emigran desde la aldea campestre a Benarés, la gran ciudad de rituales a orillas del río Ganges.

La historia de esta familia, los personajes tratando de sobrevivir y prosperar, nos llegan directamente al corazón, se comprenden en cualquier parte del mundo. Todo narrado y filmado de manera sencillamente magistral. Una delicia cinematográfica que invita a reflexionar sobre la vida humana, sobre el esfuerzo de nuestros padres para que salgamos adelante y seamos más que ellos, sobre lo ingratos que somos los hijos con los padres (algo que no reconocemos hasta que se nos van de este mundo y ya no podemos mirarlos más a los ojos).

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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30 de diciembre de 2008
42 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Satyajit Ray creció con ambas culturas, bengalí y occidental, en el horizonte. Su padre era pintor y músico, y su madre una mujer cultivada. En los 40, Calcuta estaba llena de militares estadounidenses y se proyectaba todo Hollywood. Ray lo admiraba: cómico mudo, western, negro… Y el soviético y Flaherty, aunque la mayor influencia fue Tagore, en cuya escuela se formó. Cuando fundó el primer cineclub de la India, en 1947, trabajaba como dibujante publicitario. En 1950 ayudó a Renoir durante el rodaje de “El Río”. A la vuelta de una estancia profesional en Londres, empapado de neorrealismo y demás corrientes, tenía cuajado el proyecto de Apu a partir de una novela que había resumido e ilustrado.
La filmación de la primera parte duró casi tres años por problemas financieros, con parones de meses. Un préstamo sobre un seguro de vida y una subvención oficial sirvieron para terminar, sin ganar una rupia. El respaldo de Cannes permitió afrontar esta segunda parte con recursos nuevos, como la luz rebotada en pantallas.

Apu emigra con sus padres a Benarés, huyendo de la miseria de la aldea. El tren es la red arterial del país, un símbolo del cambio. Al anochecer se oye el silbido, y la silueta del convoy se recorta contra el horizonte, escribiendo en el poniente con el hilo de humo.
Aunque en toda la película sólo se ve un automóvil, en la ciudad milenaria la vida hierve. Son constantes los festivales religiosos. A orilla del Ganges sagrado, al pie de las escalinatas, la actividad no cesa: baños y abluciones, meditación y rezos; ascetas y gimnastas, fakires y santones, saltimbanquis, sanadores y animales en callejas estrechas, dédalo medieval en cuya vida colectiva lo material es secundario.
El padre consigue pacientes a quienes vender remedios herbales, y alumnos a quienes recitar sutras.
Apu se adapta. Corretea, curiosea, abierto y receptivo, inmerso en el mundo nuevo. La vida espiritual palpita junto al Ganges, pero las humildes barriadas son demasiado insalubres.
Cuando vuelven a la vida rural, Apu brilla en la escuela y a los 16 consigue una beca para estudiar en Calcuta, en inglés. Su talismán es un pequeño globo terráqueo. Le fascinan las curiosidades científicas: la vida en el Polo Norte, la exploración del África Negra, el eclipse lunar...
La devoción por el conocimiento le alejará de su madre, personaje central interpretado portentosamente por Karuna Bannerjee.

Como resultado de la esmerada elección de cada plano, la vida es filmada con sencillez y seriedad totales, rebosante de una profunda belleza, que no es occidental ni tampoco solamente oriental sino universal, como el maravilloso Ravi Shankar.
En esta segunda entrega del ciclo pasa de nuevo la vida. Ray la capta y recrea a fondo, cuando en otras zonas culturales del planeta queda fuera del alcance, no cabe en las formas vacías o gastadas.

La captación de la vida y la muerte en una película es siempre un fenómeno milagroso. Se da en una de cada mil, o diez mil, o más…
Archilupo
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14 de marzo de 2008
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apu es esclavo de la pobreza,
vive encadenado al hambre y condenado a la desgracia.
Sin embargo, es libre.
Es libre porque es libre su conciencia,
porque piensa libre y es libre la ciencia.

Pero ser hombre es ser caprichoso,
egoísta por naturaleza.
Tantas veces, lo poco que tiene, desprecia...
la sociedad hurta la paciencia,
la familia se torna tedio
y la reflexión se ausencia...

... hasta que regresa en forma de culpa
con la muerte,
sin piedad.
Te ronda, te persigue la peor de las sombras.
Te roba el sueño, ocupa tu consciencia,
ocupa tu inconsciencia y te quita la esperanza.

Pero Apu es de otra pasta.
Ni el sentimiento de culpa puede con él.
Porque el amor y la cultura le hacen invencible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sines Crúpulos
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13 de marzo de 2008
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llego pero no entro. Esa es la sensación que se me repite con la segunda parte de su aclamada trilogía. Para evitarlo, busqué mejores horarios, pero aún así, su narración me pesa como una losa. Sobre todo en su inicio.

“Aparajito” tiene una primera media hora muy tediosa, donde poco ocurre salvo el devenir del tiempo. Ray, eso sí, realiza un uso perfecto de las elipsis, lo cual hace que en un momento, la pesadez inicial desaparezca con la llegada de Apu a Calcuta. Aquí retomo un interés que pensaba ya perdido. Me parece mejor que su primera parte, con una narración más prosaica que su antecesora y con una mejor combinación de dolor y esperanza en un guión sin tantas alegorías místicas.

Decidí, hace ya tiempo, no leer más críticas antes de ver una película. Observo, eso sí, las puntuaciones de amigos y vecinos que suelen darme una idea aproximada de lo que puedo esperar. En este caso, un extraño y llamativo título, hizo que rompiera esa regla para acercarme a sus letras. A pesar de su indudable brillantez, debo decir amigo, que no vi cachalotes blancos buceando por las aguas del Ganges, lamentablemente.

Es cierto que Ray no busca un efectismo inmediato, pero es más cierto que lo busca a medio o largo plazo. Sus historias están hilvanadas con la muerte de por medio. Y a mí que queréis que os diga, pero los niños descalzos siempre me causan desazón. Por lo que a pesar del realismo que imprime a sus propuestas, Ray no deja de hacer cine que pueda o no, levantar pasiones. Yo llego, pero no acabo de entrar del todo.
Chagolate con churros
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5 de febrero de 2006
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de la tragedia de la primera parte, vemos encarnado en un Apu ya adolescente el espíritu soñador y estudioso de su padre, aunque los mundos han cambiado y se aleja de las supersticiones de su religion paterna, atraído por el mundo de la ciencia, de lo racional. Sin embargo, la muerte sigue rondando a su familia, y ésta vez se cobrará otras dos víctimas. En la parte final de esta entrega, Ray explora el sentimiento humano de culpabilidad.

Jamás podré olvidar las metafóricas puestas de sol contra las que se recortan las siluetas de esas bandadas de pájaros que huyen de las ataduras de este mundo terreno para volar libres.
jastarloa
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