1976

Aline Küppenheim es el alma, la esencia que resume esta película. Una historia llena de suspense, de ese que colma de suspicacia cada movimiento, del que logra meter el miedo en la normalidad del día a día, del que nos hace temer sin saber el qué. Un personaje principal lleno de personalidad, de esos que sin querer se introduce en un universo atractivo, tenso y llamativo pero sin sopesar el alcance de las consecuencias. Ese lugar donde la moral te guía, el corazón te respalda pero la cordura te aleja. Es un personaje atractivo que busca esa mezcla de ser consecuente pero desde la comodidad, solo hasta que se ve todo tambalear. Una historia llena de matices que logra exponer toda la tensión que se vivió en una época oscura y que no hay que olvidar. Los secundarios son peones necesarios y inevitables para llegar a entender toda la maraña social que se nos presenta de unas pinceladas. Son un retrato de una época que hay que entender en su conjunto, en el que cada peón es necesario para ver la partida de ajedrez. El corte clásico de la trama nos introduce de lleno en la historia, manteniendo la tensión sin que el espectador se vea sobrepasado, gracias a la diseminación gradual de información y ausencia de puntos de vista.

Con una excelente interpretación de Aline Küppenheim, Martelli cuece a fuego lento un drama con apariencia de thriller que profundiza vastamente con los miedos más íntimos y cotidianos de la dictadura militar chilena. A través de una fotografía sorprendentemente cuidada, construye una atmosfera subyugante que pone al espectador en un situación de inseguridad permanente tras la mirada delatora de cualquier posible extraño. Una experiencia impagable, por su afán universal de recrear situaciones más o menos entendibles en cualquier país que haya sufrido de contextos políticos similares. "1976" se erige como un gran grito de dolor ante la imposición tiránica del silencio.

Después de veinte años de trabajar como actriz y colaborar en algunos guiones, la intérprete chilena Manuela Martelli alcanza por fin su objetivo de convertirse en directora de cine. 1976 es su primer largometraje y con él quiere hace un homenaje a mujeres como su abuela, que durante la dictadura de Pinochet procuraron paliar de algún modo los atropellos cometidos por el gobierno.

Con la historia de su pariente y los testimonios de otras de las protagonistas, Martelli ha confeccionado el interesantísimo personaje de Carmen, la protagonista: mujer silenciosa y prudente, fumadora empedernida y con una incuestionable elegancia burguesa que, con la misma aparente calma con la que gobierna su casa, se va viendo inmersa en medio de una red de opositores y de represión policial.

La interpretación de Aline Küppenheim es fundamental, ya que monopoliza prácticamente todos los planos del film en su papel de eje sobre el que pivotan las relaciones de su familia, el trabajo de los obreros, las actividades caritativas de la parroquia y, para colmo, el intrincado proceso de escapar de los milicos.

Küppenheim transmite a la perfección el creciente tornado que se va formando en su interior al verse afectada su tediosa cotidianeidad por la sospecha de que su generosa ayuda al sacerdote se está convirtiendo en un peligroso juego clandestino. Imperturbable ante su familia y amigos, hace cómplices de sus temores a los espectadores mediante una acertada pero sutil gestualidad.

Como puede intuirse por mis palabras, el rol de Carmen es lo más potente de la cinta, no sólo por sus características concretas y su loable intérprete, sino también porque representa a una parte de la sociedad chilena que, durante la dictadura, se debatía entre sus principios y el temor a perder la comodidad de su status.

La película, por lo tanto, es un interesante retrato humano e histórico-social visible siempre a través de los ojos de Carmen (impresionante la primera y elíptica escena de la tienda de pinturas). Ese único narrador hace, también, que en muchos momentos nos perdamos en escenarios y nombres que nadie nos explica. Un trabajo adicional para un público que hubiera agradecido un poco más de claridad.

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Es lo que ha representado para mí ver el trabajo de esa actriz, Aline Küppenheim. Solo con las escenas de ella junto a sus nietos, en pleno discurso de Pinochet por la tele, o llevando en las manos una tarta de cumpleaños, ya comprendemos de inmediato toda su zozobra personal que sabe transmitirnos con verdad y precisión en una interpretación excelente. No será una gran historia pero sí tiene un gran contenido que desprende sinceridad. Y el tono de la película me parece muy bueno también -estupendo debut en la dirección el de Manuela Martelli, también actriz- porque nos acerca al drama de Chile en aquellos años de opresión, y como explicando sin explicar de forma simple y natural, ese clima familiar burgués más bien distendido pero tras el cual existen unos escollos externos muy difíciles de sortear, escollos que son también los que dan gran entidad al personaje... Un buen film a tener en cuenta y ser leído entre líneas, felicidades a ambas.

*La historia de Chile: nunca la habíamos visto así

El país latinoamericano vivió en dictadura desde el año 1973 hasta el año 1990, lo que supone un tramo muy extenso de su historia, teniendo unas consecuencias muy notorias en la sociedad chilena, y conociéndose como los años oscuros de Chile.

El Régimen Militar liderado por Augusto Pinochet sembró el terror en las calles empleando la tortura, el asesinato, y otras prácticas contra aquellos que perteneciesen a la oposición.

Carmen, que pertenece a la burguesía chilena, se topa de golpe con esta realidad, haciendo mella en su persona y en su mirada. He ahí la sutileza del filme. Conocer la historia a través de este personaje, sin ahondar tanto en los líderes políticos o la cantidad de atrocidades, sino en un aspecto mucho más intimista de la historia, es lo que marca la diferencia.

*El personaje de Carmen, la excelente Aline Küppenheim

Como ya sabemos, Carmen es el hilo conductor de la historia. Mujer de un aclamado médico, madre de una familia burguesa, y ama de casa, Aline Küppenheim da vida a un personaje que en sí mismo es parte del mensaje de la película.

Manuela Martelli se inspiró con 1976 en su abuela y en el misterio alrededor de su depresión e inquietudes. La figura del ama de casa encarna este misterio, y le da a la narración una sensibilidad diferenciadora.

A menudo, en los thrillers es el hombre quien acaba metido en una situación peligrosa, sin embargo, en este caso es Carmen quien termina corriendo peligro, mostrando no sólo valentía, sino sentimientos mucho más profundos y con los que el espectador empatiza inevitablemente.

Aline Küppenheim es el claro ejemplo del talento en la interpretación, y ayuda a que la dirección de Manuela Martelli, ya de por sí espléndida, brille aún más. Las expresiones faciales de Küppenheim, su lenguaje corporal, la forma de tratar el texto… claramente son el resultado prácticamente perfecto de la unión de dos mujeres con talento, que entienden el personaje y qué conseguir con él.

*Una dirección asombrosa, una narración curiosa

De 1976 destacan muchas cosas, pero por encima de todo, destaca una dirección novel que no ha dejado a nadie indiferente.

Si bien es cierto que en un sentido técnico no es una película arriesgada, y los planos no son ni innovadores ni excesivamente cuidados, todos ellos cumplen una función crucial: acompañar a la narración aportando información de calidad.

La estética está muy cuidada, tanto los espacios como el diseño de maquillaje, el diseño de vestuario, el tratamiento del color y la luz… y siempre aparece bien reflejada en todo aquello que vemos.

*Conclusión

La narración, por otro lado, puede que sea la joyita del largometraje. Manuela Martelli y Alejandra Moffat han conseguido escribir un thriller psicológico cargado de tensión, y un drama intimista que rebosa sensaciones y sentimientos. Resulta una apuesta curiosa si tenemos en cuenta el tema a tratar, y la forma en que este mismo y otros similares han sido tratados en el pasado. En resumen, 1976 es inspiradora, arriesgada, sutil… es un “hay que verla” en toda regla.

Escrito por Laura Echeverria Hermoso