Escándalo en París

Está claro que la adaptación fantasea con invenciones románticas que quedan muy lejos de la vida real de ese hombre tan singular que fue Vidocq. Aquí es presentado como un ladrón elegante y ocurrente, capaz de enamorarse hasta tal punto de una joven con la que se ha cruzado contadas veces sin mediar siquiera palabras que está dispuesto a reformarse de la noche a la mañana.
El guión es muy elegante, ofrece unos diálogos ingeniosos cargados de ironía y situaciones muy entretenidas que, sin embargo, pecan ligeramente de ingenuas y edulcoradas. El casting no es malo del todo, pero la caricaturización de Emile –cejijunto, con una cara que en ningún momento encarna la maldad que se pretendía– choca lamentablemente con una lucha final seria que podría haberse resuelto mejor. De todas formas, la ridiculización de otros personajes es muy graciosa, como cuando el jefe de policía destituido demuestra su incompetencia al disfrazarse llamativamente para espiar de cerca de su esposa –no se le ocurre otra cosa que cargarse a la espalda una montaña de jaulas con pájaros vivos y ponerse una barba postiza que le queda tan grande que no le tapa el rostro–.

¡Ay, qué triste es verla relegada al olvido!

Tercera película americana de Douglas Sirk, rodada con un bajo presupuesto, pero con el apoyo técnico de profesionales europeos de gran valía emigrados a EEUU. Se inspira en la autobiografía de J. F. Vidocq.

La acción tiene lugar en París y alrededores, y en Marsella, entre 1775 y 1805. Narra las peripecias delictivas y amorosas de Vidocq, un bribón aventurero, elegante y seductor, que fascina con su palabrería y sus buenas formas. Imitador de Giacomo Casanova, se hace acompañar de Emile, antiguo compañero de celda. La película crea un clima lleno de sugerencias, sutilezas, simbolismos y analogías, próximo al de Ophüls y algo alejado de los cánones propios de Hollywood. La narración traspira ironía, causticidad, humor, alegría y crítica mordaz. Es memorable la escena en la que Loretta (Carole Landis), que canta y baila en un bar, realiza un número en el que su silueta se proyecta en sombra sobre una pantalla. Gestos, entonaciones de voz y mirada, trasmiten a Vidocq una invitación personal, que él aprovecha para robarle una hora de amor y un liguero con rubíes. Constituyen escenas singulares los 5 encuentros de Vidocq y Teresa de Pierremont (Signe Hasso), callada y angelical, que se ha enamorado de él al ver su imagen en la pintura de San Jorge: respiran un clima exquisito y lírico, poético y romantico. El amor de Teresa es tan grande que piensa que si él no se puede adaptar a ella (honradez), entonces ella deberá adaptarse a él. El autor utiliza recursos simbolistas como el extraño carrusel chino que rueda entre la orilla y las aguas de una pintoresca laguna. Allí Vidocq y Teresa se confiesan su amor y, también allí, San Jorge/Vidocq lucha con Emile (el modelo del dragón del cuadro de San Jorge) y le da muerte, tratando de desembarazarse, tal vez, del dragón que lleva oculto en su alma. La película es, también, la historia de las segundas oportunidades que da la vida.

La música, a cargo de Hanns Eisler, autor del himno nacional de la antigua RDA y autor con Adorno de un estudio sobre la música en el cine, aporta elementos festivos y sugerentes de gran nivel. La fotografía, que es obra de Eugene Shüfftan, acreditado como supervisor por razones sindicales, hace uso de una cámara muy versátil, que ofrece magníficos encuadres oblícuos, primeros planos magistrales, sombras grandiosas y reflejos sorprendentes. La interpretación de Sanders es, posiblemente, la mejor de su carrera. Actor fetiche de Sirk, despliega con brillantez un tono de suave elegancia, buenas maneras, aire seductor y espíritu cáustico. El resto de actores y actrices trabajan de modo excelente. Los decorados y el vestuario están muy bien resueltos. El guión define bien los personajes y aporta diálogos muy ricos en matices. La dirección crea una obra excelente y deliciosa, la preferida del propio autor.

Una de las mejores películas de Sirk, una joya cinematográfica vara ver y saborear sin prisas.

Tuvo que llamar poderosamente la atención tan buena película, y sin embargo muy pocos nos enteramos de su existencia, debiendo agradecer a nuestra televisión que se presentara hace unos días, en el programa de Garci. Como otro colega de Filmaffinity se me adelantó en el comentario, suscribo cuanto de bueno dice de élla, y añado que es una simpática comedia, rodada con esmero por el equipo capitaneado por Douglas Sirk, con una soberbia fotografía y con un ritmo que sostiene el interés hasta el final. A destacar la sobria y perfecta interpretación de George Sanders... y la de un animalito llamado "Satán" que se desenvuelve como si fuera un niño listo, protagonizando escenas que parecen increíbles. El "escándalo" al que se alude en el título puede estar referido al hecho, real (pues es película biográfica), de que un famoso maleante llegara a ser Jefe de la Policía: Françoise Eugene Vidcoc. Deliciosa.

Comedia de aventuras de Douglas Sirk, director de origen alemán que destacó en Hollywood con bellos melodramas que se movían entre lo sublime y lo ridículo.
Aquí nos cuenta las andanzas de un par de truhanes recién salidos de la cárcel. Se trata de una crónica amable de sus fechorías, aderezada con los escarceos amorosos del protagonista. Los dos bandidos forman una pareja clásica (el caballero y su escudero) siguiendo el modelo del Quijote y Sancho. La historia está basada en un personaje real: Vidocq, legendario ladrón francés nacido en 1775 que escribió unas memorias inspiradas en las de Casanova. En este caso, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Se trata de una película elegante y educada, sostenida por un guion lleno de buenas ideas y diálogos ingeniosos. Es muy brillante la alusión a San Jorge y el dragón para hablar de la dualidad (el bien - el mal) que caracteriza la condición humana.
Pero todo queda desdibujado por el tono infantil y previsible que domina el relato y, sobre todo, por el desinterés que produce el alargamiento innecesario de las escenas, lo premiosas y pesadas que resultan situaciones estiradas sin necesidad. Además, es disparatada e inverosímil en lo psicológico y absurda en lo social.
En fin, una película curiosa e interesante, de buenas intenciones y discretos resultados.

La he visto hoy, la noche entre el 24 y el 25 de Octubre, en el magnífico programa "Qué Grande Es El Cine" de TVE2.

Cuando no estás muy acostumbrado a ver cine en blanco y negro puedes cometer la estupidez de pensar que es arcaico y obsoleto con respecto al contemporáneo, pero nada más lejos de la realidad.
Se me ha ocurrido comparar este hecho (el de la historia del cine) a otro mucho más popular y conocido: la historia del hombre. Y es que de todos es sabido que, todavía hoy, no sabemos cómo los egipcios levantaron sus regias pirámides... es así como, después de ver "Escándalo en París", piensas que otro gran misterio de la construcción se nos está escapando. Me refiero a la construcción de guiones.

El reparto de actores, los decorados, el vestuario, los diálogos... todo, en resumidas cuentas, está cuidadosamente seleccionado y exprimido para dar el juego que una buena película tiene que ofrecer.

La trama se puede resumir con una única frase: el punto de inflexión en la vida de un delincuente. Pero recomendaría a todo el que lea esta crítica que se deje cautivar por todo lo demás que le va a ofrecer esta maravillosa película.

Brillante la iluminación, algunas frases del protagonista y las actuaciones de todos los secundarios (desde el prefecto de policía, pasando por la niña, la vedette y acabando en el simpático Satán).