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Leto

Drama Leningrado, un verano a principios de los 80: la escena del rock de la ciudad está en pleno apogeo. Viktor Tsoï, un joven músico que creció escuchando a Led Zeppelin, T-Rex y David Bowie, está tratando de hacerse un nombre. El encuentro con su ídolo Mike y su esposa, la bella Natacha, cambiará su destino. Juntos construirán una leyenda como pioneros del rock ruso. (FILMAFFINITY)
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
17 de junio de 2018
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leto (Leto, 2018) se trata de una interesante e irregular película Rusia, dirigida por el más que interesante Kirill Serebrennikov, director que triunfó con la modesta Uchenik (El discípulo, 2016). A Serebrennikov no le tiembla el pulso a la hora de rodar películas que a pesar de no olvidar el target comercial, presentan temas implicados con la sociedad. La película es también un homenaje a una generación musical que marcó historia, y se nota el cariño del director por toda esta farándula musical que surgió en una década políticamente convulsa en la URSS.

La película se trata de un curioso Biopic que nos presenta principalmente la vida de dos músicos claves de la última década de existencia de la URSS, Viktor Tsoi, líder de la mítica banda Kino y célebre en parte por su prematura muerte,y Mike Naumenko líder de la banda Zoopark, quien también falleció joven. Para entender el contexto de la película hemos de tener en cuenta la situación musical en la que se encontraba la Unión Soviética, donde la música rock tenía una mala consideración por ser la música del enemigo(el rock como símbolo del capitalismo) y cantada en lengua extranjera. En ese ambiente, una serie de jóvenes, especialmente en la ciudad de Leningrado (hoy San Petersburgo) empezaron a adaptar y a tocar música rock, siempre con las autoridades vigilando en la nuca. Como veremos más adelante, la película toma claras influencias de otras películas como Control (Control, 2007), Biopic sobre Ian Curtis, el cantante del grupo postpunk Joy Division y sobre todo, el filme de Michael Winterbottom, 24 Hour party people (24 Hour party people, 2002).

Rodada en blanco y negro, en ocasiones el filme utiliza el color así como singulares recursos visuales. Pero no es desde luego una película convencional, y hay que tener en cuenta esto cuando visionamos la película. Para empezar, el guión de la película no nos cuenta el ascenso de una banda musical, sino que la película se centra especialmente en dos caminos: Por un lado, la formación del grupo liderado por Tsoi y por otro, el trío sentimental que se desarrolla, entre la novia de Mike, este y Tsoi. Una relación a tres bandas que resulta ciertamente atrevida. En ocasiones la película se centra exclusivamente en los sentimientos de estos tres personajes, así que no nos equivocaríamos si dijéramos que Leto está más pendiente de sus personajes que de hacer avanzar la trama. Esto sirve también de advertencia contra espectadores ansiosos, que estén más sedientos de un BIopic al uso...la película está lejos de serlo. También hay que decir que el film no es perfecto, y en ocasiones puede resultar reiterativo, además, el guion tiene algunos problemas de estructura, y es incapaz de cerrar correctamente la película, dejándonos casi con tres finales diferentes.

La película ha tenido también algunas críticas dentro del ambiente musical ruso. La más destacable es sin duda alguna la que ha realizado el cantante del grupo Akuarium, otro de los grupos claves en la Rusia contemporánea), Boris Grevenishkov quien ha tachado el filme como “Una mentira desde principio a final incluso afirmando que el guionista es más bien un ser de otro planeta. Lo cierto es que tanto por la temática como por el tono, la película no ha estado exenta de polémica. Desgraciadamente, y conociendo tanto nuestra España como la Europa "Buena" a Leto no le espera un análisis demasiado en profundidad por la crítica.

La influencia postmoderna de 24 hour party people es más que evidente. Tanto, que resulta insultante que la crítica apenas haya realizado mención alguna. Al igual que en la película de Winterbottom, el filme es totalmente autoconsciente. Para empezar, en Leto nos encontramos con un narrador totalmente omnisciente, prácticamente calcado al personaje que interpretaba Steve Coogan en 24 hour party people y que es conocedor del pasado, presente y futuro de los hechos que se narran. Por si fuera poco, parece evidente que el director ha dado ciertas directrices al actor que interpreta este personaje para que se fije en el de la película británica, de tal manera que podemos observar muchos gestos actorales así como el tono general prácticamente calcados.

La película nos introduce ciertas escenas musicales que reinterpreta “clásicos” del Rock americano alternativo como Passenger de Iggy Pop, Pschyokiller de Talking Heads o a Perfect day de Lou Reed. A pesar de que estéticamente son unas piezas que deslumbran por su creatividad, no funcionan más que de manera separada, y nunca de manera conjunta en la película. En gran medida porque como siempre nos introduce el personaje omnisciente, estas escenas nunca ocurrieron en la realidad (otro guiño parecido al filme de Winterbottom). Quizá la única que pueda tener cierto sentido es la de Passenger por su implicación en la trama (mostrarnos como avanza el romance).

La película si es totalmente recomendable para los amantes de la New Dave americana, Punk y Postpunk. Paradójico por otra parte, que en los cines rusos se haya estrenado una película que censura las "palabrotas", cuando el propio filme nos habla de la censura soviética. Cosas que nunca cambiarán.
Kyrios
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6 de octubre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos apresuramos para superar el mal sabor de boca retornando a la sala 3 de los Cines Príncipe para ver a las 12:00 otra perla: la rusa Leto, que compitió en la Sección Oficial de Cannes. 1981, Leningrado. La escena punk y rock se agita a nivel internacional, con poderosas nuevas voces. Y grupos como el de Viktor Tsoi, que durante la formación del Leningrad Rock Club entabla relación con el veterano rockero Mike Naumenko y su mujer Natalia. Una película vibrante y emotiva, que logra el acierto poco común de no ser una película sobre rock, sino una película rock, que integra dicho estilo en su forma y estilo para darle a la película una seductora forma. Película, como no, inspiradísima en el uso de las míticas músicas que escoge, y excelente en el plano de la realización, en constante movimiento, realzada por una bella fotografía en blanco y negro. Y no destacan los conciertos, sino las secuencias musicales de tinte onírico, así como los diversos usos que en la película se le da al grafismo y a la utilización plástica de las letras de las canciones. Bien es cierto que los personajes nunca llegan a tener carisma, su trama de amistades y vida grupal es un tanto inane y el romance cruzado entre los tres personajes previamente mencionados no tiene mucho interés. Si bien se mueve rauda en el plano visual, a nivel de relato es una película estática. No es un filme extraordinario, pero sí de los más poderosos de la semana. Quizás la película más infravalorada del último Cannes.
Néstor Juez
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9 de octubre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francamente conseguido film ruso sobre una época musical en la historia del rock de dicho país, cuando comenzaban con fuerza las influencias venidas de USA y/o Gran Bretaña, principalmente.
Ante esto, un grupo musical comienza su andadura, siendo mostrado ello con humor, riqueza visual empleando diversas técnicas, incluida la animación, con momentos oníricos que vemos ante nuestros ojos creyendo que existieron en la realidad (de los personajes del filme, claro) pero de repente aparece un tipo con un cartel que dice "Esto no ocurrió". Es lo que nosotros, que ya empatizamos con los simpáticos personajes, queremos, o lo que hubieran querido los protagonistas que sucediera realmente.
Todo ello con buen ritmo, aunque bien es cierto que su segunda mitad (su metraje es excesivo, se debería haber recortado un poco), baja un poco, con las cuitas "pseudo amorosas" entre el trío protagonista, que no aporta nada a la historia y sí la ralentiza un tanto.
Pero en definitiva, es un placer para los ojos, con esa preciosa fotografía en blanco y negro y ese dinamismo mostrado en todo momento, que sin duda contagia, así como las letras de las bonitas canciones que oímos durante la francamente entretenida cinta.
Merece la pena. Sales con alegría del cine y eso no tiene precio.

https://filmsencajatonta.blogspot.com
Constancio
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14 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena banda sonora y una conseguida postproducción

En realidad, tiene algo de trampa. La película es un frenesí de clásicos del rock, como las canciones de Lou Reed y Marc Bolan (T. Rex), mezclados con rock ruso (que a mí, particularmente, me chocó). Es evidente que el rock iba a funcionar, como siempre lo ha hecho, y más tratado de la forma en la que se trata.

A esto hay que añadir que, si no era ya suficientemente difícil encontrar la línea entre el drama y el musical, la postproducción es prácticamente de videoclip. Se puede decir tanto que son atrevidos y funcionan, como que son extravagantes y descolocan. Y sería igualmente cierto.

Aún así, dejan una buena sensación, tienen sentido y casi que se agradecen.

Hablar a cámara, ¿sí o no?

Para mí, es acertado. Sorprende y capta la atención del espectador cuando podía empezar a diluirse. Además, da inicio, o es precedido, de alguna escena o secuencia surrealista y excéntrica. De modo que, puede llegar a entenderse como la frontera entre la ficción y la no ficción. Que en ocasiones no queda del todo clara.

CONCLUSIÓN

Serebrennikov propone algo refrescante. En el elenco nadie destaca por encima del resto. Son los elementos técnicos los que le dan ese toque que la hace diferente, que unido a la banda sonora, dejan un buen sabor de boca al salir de la sala. Y si no fuese todo suficientemente alternativo, el director sigue en arresto domiciliario a la espera de un juicio.

Escrito por Rafa Velázquez
https://cinemagavia.es/critica-leto-pelicula-serebrennikov/
Cinemagavia
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2 de abril de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante manera de contarnos la vida e influencias de un músico de Leningrado (ahora San Petersburgo) y su círculo más próximo. Viktor Tsoï, a pesar de su pronta desaparición, murió a los 28 años en accidente de tráfico, dejó una huella muy profunda en una importante tropa juvenil que buscaba escapar, a través de la música y otros añadidos, de una pegajosa y grisácea realidad. El pop, que de alguna forma se subvencionaba, era para ellos un mal sucedáneo, una brida de seda. Lo que les hacía volar y proyectarse más allá, eran las propuestas de las bandas inglesas, la música contestataria de Dylan, el rock alternativo de Lou Reed y todo lo que tuviera que ver con el underground y el movimiento punk.

Estos muchachos rebeldes, aunque pacíficos, tenían una formación cultural nada desdeñable para su edad; eso mismo les hacía parecer enjaulados y utilizaban los caminos de la creación para aislarse de otras cuestiones y alimentar su micro-mundo de fiestas clandestinas, amores inocentes y escapadas oníricas.

Kirill Serebrennikov se ha valido de los medios técnicos que a aquellos artistas les faltaron, para rendirles un homenaje en esta película que seguro que, de vivir, la mayoría de ellos hubieran aplaudido; porque está hecha con mucho cariño y aprecio, poniendo en el centro al líder de Kinó y a cuantos le auparon; tratando a toda aquella generación inquieta con toda la dulzura y comprensión que seguramente merecían.

Impagable su banda sonora, no solo por los recuerdos que nos traslada a los más mayores, también porque demuestra que las referencias lo son por algo, que lo bueno flota, que se puede crecer sobre la excelencia y que las melodías (asentadas sobre textos poéticos y veraces) son un vehículo revolucionario de transformación.
Sinhué
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