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El prisionero

Drama. Thriller Después de la II Guerra mundial (1939-1945), un cardenal (Alec Guinness) es acusado de haber traicionado a su patria. Es un hombre de carácter y voluntad férrea. Su interrogador (Jack Hawkins), un hombre benevolente en apariencia, recurre primero a la amabilidad para hacerlo hablar, pero acaba sirviéndose de pruebas falsas, trucos sucios y diversas formas de crueldad para conseguir su objetivo. Sin embargo, parece que nada consigue ... [+]
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
27 de julio de 2010
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
El quid y el protagonista son el hecho religioso y el hombre religioso, por lo que la película se puede clasificar dentro del género religioso y en concreto del cristiano-católico.

Impresionante escena la del principio de la película cuando el "starring" y cardenal (Alec Guinness) está acabando la misa y en el libro de oraciones uno de los acólitos liturgistas le pasa una nota diciéndole que la policía ha venido a detenerle; el cardenal mira la nota y mira a los policías que le esperan al fondo de la catedral. Se supone que los hechos se desarrollan pocos años después de acabada la II G.M. cuando Europa se había dividido en la Europa Occidental-Demócrata y la Europa del Este-Comunista, por ejemplo en un país que quizás podía ser Hungría.

El desarrollo del filme se hace pesado y cargante para quien no mire la película con interés religioso, sociológico, psicológico o algo así. Pues todo es una pugna entre el interrogador (interpretado por el gran Jack Hawkins, que más tarde haría películas inolvidables como Tierra de Faraones, El Puente sobre el río Kwai, Ben-Hur o Lawrence de Arabia) y el apresado alto-clérigo quién durante meses se verá sometido a un estado de tortura psicológica, física e incluso sometido a drogas para que se confiese traidor al Estado y en consecuencia socavar el crédito y la moral de la Iglesia, una institución que sin ser esencial ni fundamentalmente un Estado compite y a veces tiene más autoridad y fuerza que cualquier Estado nacional político, algo que a los comunistas les causaba auténtica animadversión, saña, inquina y deseos de persecusión.

En realidad el tema central de esta obra de teatro y también película, es el que se resalta en las palabras del Evangelio de Mateo, capítulo 10, versículos 16-20, cuando Jesús envía a sus primeros misioneros y les advierte así del peligro (cfr): «Fíjense que los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso tienen que ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres: a ustedes los arrastrarán ante las autoridades y los torturaran. Por mi causa, ustedes serán llevados ante los gobernantes y los reyes de este mundo, teniendo así la oportunidad de dar testimonio de mí ante ellos y la gente. Cuando los juzguen, no se preocupen por lo que van a decir ni cómo tendrán que hacerlo; en esa misma hora se les inspirará. Pues no van a ser ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes».

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Fej Delvahe
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29 de julio de 2009
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alec Guinness, calvo, sereno, protagoniza una epopeya del desmorone ante la fuerza con que Jack Hawkins extrae la médula de sus vergüenzas en el larguísimo interrogatorio que protagoniza esta película. Duelo dialéctico, pues y un duelo que se libera con la complicidad del carcelero Wilfrid, que no carece de esa crueldad bondadosa típica de los grandes campechanos y que aplica liberalmente con el prisonero entre tortura emocional y tortura emocional. El interrogatorio, de creciente intensidad resultará al final haber sido un inesperado intercambio. El interrogador instila sus propias carencias en el interrogado y el interrogado asume las dudas existenciales del interrogador, convirtiéndose en cierto modo en una especie de insano reflejo, un recipiente donde volcar miserias emocionales entreveradas entre los intersticios de las faltas ajenas.

No me entusiasmó por la explicitud de su combate mental (demasiado desmenuzado para el espectador) la burda metáfora del ajedrez, la excesiva interpretación de Alec Guinness y la historia de los amantes tan innecesaria. Eso sí, cuando acabó (suntuoso final), aflojé brazos y piernas dándome cuenta con asombro de que hacía tiempo que una película no me mantenía tan en tensión. Lo cual, junto al buen hacer de Hawkins y Wilfrid Lawson y la oferta doble de entretenimiento visual e intelectual, la hace perfectamente recomendable.
Neathara
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21 de julio de 2009
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay veces, no muchas, en las que un personaje te llega al alma nada más salir en pantalla. Y no es necesario que sea el protagonista, ni una gran estrella, ni por supuesto responder a unos idealizados cánones de belleza. Basta con tener algo que no se compra en las tiendas ni se aprende en las academias: el carisma.

Y señores, a Wilfrid Lawson,.el enternecedor carcelero que sale cinco veces contadas en esta película, le sobra carisma por todos lados. Mientras Alec Guinness se casca un soliloquio (otro más) de dos o tres minutos utilizando las técnicas de Stanilawski o de cualquier otro hombrecillo del este de nombre impronunciable, Wilfrid entra con su palillo en la boca y un plato de comida, se casca una anécdota sobre la pena de muerte que es de lo mejor de la cinta y se va. No le hace falta más para que el público viva en el interior de su bolsillo. Y es que no hay nada como ver a un tío normal, un hijo cualquiera de la vecina del quinto, para darse cuenta de que todos los demás personajes están exagerados hasta límites insospechados. La naturalidad del que no sabe que es una estrella es lo que le hace brillar más que ninguna.

Lawson eres grande, muy grande-
Favio Rossini
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14 de febrero de 2009
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un debate de una película inglesa (de cuyo nombre no puedo acordarme) en "qué grande es el cine" de Garci iban a hablar del porqué de la decadencia de la boyante industria del cine británico después de la segunda guerra mundial... como siempre se fueron por los Cerros de Úbeda y se pusieron a hablar de otra cosa. No obstante, me picó la curiosidad y últimamente me dio por buscar películas de esa época en la que he encontrado verdaderas joyas, como ésta.
"El prisionero" nos cuenta la historia un Cardenal sin nombre. en un país sin nombre de la zona comunista de Europa después de la segunda guerra mundial (supongo que en la época de la guerra fría no estaba el horno para bollos para nombrar a un país en concreto) aunque la historia esté inspirada, parece ser, en un Cardenal húngaro llamado Mindszenty. El Cardenal es encarcelado, interrogado y torturado (tranquilos no hay violencia), lo cual es un pretexto para dos duelos interpretativos entre dos personajes principales de la película y uno de los secundarios. El principal, entre la "prima donna" del cine británico de entonces (Alec Guinness) contra su interrogador (Jack Hawkins); el secundario, entre Sir Alec contra su carcelero (en el que el director no repara tanto pero que no tiene desperdicio). Ambos duelos están aliñados con unas grandes interpretaciones y un notable guión, dando lugar a una sucesión de frases demoledoras y punzantes bien dosificadas durante la película, aunque a veces se abuse un poco de ellas.
Asimismo, la película también se sirve de intérpretes y guión para exponer muchas cosas más:
La falta de libertad en el bloque del este europeo de la época.
La Disección la mente humana con una psicología no precisamente de andar por casa, exponiendo la psicología como un arma de la tortura.
La presentación de múltiples dicotomías del hombre y la sociedad, sugeridas a veces por la presencia de espejos: luz, oscuridad; el poder de la justicia y el poder militar; psicología contra fuerza bruta; verdad y mentira; el pueblo y la ley; el pueblo y la iglesia; la ley y la iglesia; el hombre y dios; etc.
También se investiga: la conciencia humana; el juicio de la película como una metáfora del colaboracionismo de la Iglesia con los nazis; el orgullo como fuente de perdición; el muy "shakespeariano" concepto de que el silencio es lo que realmente acojona; hasta donde es capaz de llegar un hombre torturado y su torturador; etc.
Todo ello hace a ésta una película notable... pero, como en esta vida no todo es perfecto y Dios escribe derecho con renglones torcidos, diremos que la película cojea en la joven pareja que aparece en algún momento del film que no termina de pintar mucho en la historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
General Mola
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10 de febrero de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante planteamiento el de esta película.

La acción transcurre en un país supuestamente del bloque soviético tras la segunda guerra mundial. Incluso por las connotaciones religiosas podríamos adivinar Hungría. Pero el contexto político no es lo importante en este film, es sólo el atrezzo. Sirve de excusa para poner las piezas del ajedrez en una situación extrema.

Detienen a un cardenal (Alec Guinness) que otrora fue héroe de la resistencia contra los nazis. Es un hombre de fuerte carácter. De gran fortaleza física (soportó torturas de la Gestapo), espiritual y mental. Es inteligente y brillante. Y difícil de domar. A ello encargan a un no menos inteligente y brillante psiquiatra (Jack Hawkins), que utilizará nuevas técnicas de tortura psicológica. ¿Se puede humillar a un hombre así? ¿A qué precio? ¿O se comerá el ratón al gato?

Naturalmente, con este planteamiento la estructura de la película sólo puede ser muy teatral. Es más, las escenas fuera del duelo interpretativo me parecen superfluas. Y la música estridente a veces empaña la función. Aún así es estimulante esto de buscar los límites de la psique humana. Y aunque podía haber dado más de sí, es un film recomendable por audaz e imprevisible.
Gilbert
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