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The Deep Blue Sea

Romance. Drama En la puritana sociedad londinense de los años 50, Hester Collyer (Rachel Weisz), la esposa de un juez del Tribunal Supremo Sir William Collyer (Simon Russell Beale), lleva una vida privilegiada. Pero todo cambia cuando, para asombro de todos, decide dejar a su marido para irse a vivir con Freddie Page (Tom Hiddleston), un joven y apuesto ex piloto de la RAF del que ha caído profundamente enamorada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
14 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película elegida anoche para celebrar San Valentín hoy. Se lucieron. Trama teatral de T. Rattingan que en los años '50 tenía sentido pero que en el siglo XXI ya no. T. Davies, director notable en "Distance voices", es un "enamorado" de los años '50, impactantes en una película como "Vera Drake", pero que en esta no significan nada. El problema es que la historia de la protagonista (una más que aceptable, y guapa, Rachel Weisz) no le interesa a nadie. El galán, Hiddleston, está hasta bien elegido, porque es un tipo que ni fu ni fa, pero su elección como amante por la chica Weisz solo demuestra lo "burra" que es esta. Las mejores escenas son dos, a mi juicio, y no tienen nada que ver con el duelo amoroso Weisz-Hiddleston, lo que es significativo: la escena en la que el marido, Simon R. Beale (buen actor), sí recuerda que es el cumpleaños de ella y más tarde le lleva un regalo (quizá improvisado en el último momento) y le ofrece la calidez de su coche para ver si se olvida de la sordidez de vida que lleva con su amante, aunque no lo consigue. Y dos, cuando la vecina-casera de donde vive de alquiler con su amante le recuerda, nos recuerda, cual es el verdadero amor: no el de una nena pija, que es lo que es la Weisz, sino el cuidar a un marido que se está muriendo (cáncer, seguramente); le dice literalmente que amar de verdad al otro es limpiarle el culo y cambiarle las sábanas cuando está enfermo y que no te importe. Esa es la verdadera lección de esta película. Y a causa de mi formación marxista, diría: el verdadero amor está en las relaciones de las clases populares; los ricos solo tienen apaños y distracciones.
Bayoneta66
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13 de julio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
... Además de claustrofóbicamente oscura. No entiendo este tipo de relaciones autodestructivas que perduran, sufriendo ambos componentes de la pareja. Me frustra. Sería incapaz de aguantar diversas formas de hacerse daño en una pareja por esperar a que lleguen algunos momentos mágicos... Los actores lo hacen muy bien, pero la película agobia y aburre (además del desasosiego de presenciar este tipo de relaciones). No la recomendaría.
PALOMOCOMIKERO
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15 de agosto de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que la tristeza la pone el concierto para violín de Barber, comparada con el cual la película resulta escasa.
Muy bien la Weisz pero la trama, tan repetida en tantas películas, no da para mucho. Se estira y estira para acabar en lo que se ve venir, porque un adulterio, en un drama, no termina nunca bien. Ella intenta matarse, pero es al principio, luego no cuela.
Por lo demás, la película está bien rodada, tiene diálogos inteligentes y teatrales, pero algo falta, no sé, un poco de chicha en el marido traicionado, más profundidad para explicar las reacciones del amante, un Hiddleston bastante inconsistente.
Quizá sea la famosa flema británica, pero aquí falta nervio, vida.
yoparam
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27 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película con el sello británico de los tonos ocres, film intimista y una historia sin mucha urdimbre y no por ello menos interesante, con un excelente reparto, algo también propio del cine inglés. Su director Terence Davis hace un buen trabajo para un escaso guión suyo igualmente, en el que recrea la obra teatral escrita por Terence Rattigan (1911-1977), dramaturgo británico de origen irlandés. Davis hace la adaptación de esta obra de Rattingan al cine, aunque con muchos tintes teatrales. Está ambientada en el Londres puritano y conservador, posterior a la segunda Guerra Mundial.
Quizá la parte de mayor envergadura está en el reparto. Rachel Weisz hace un papel de antología con toda cuanta carga dramática cabe imaginar y metida de lleno en el rol de mujer enamorada y sufriente, que va de la euforia romántica con su amante, pasando por la tediosa relación con su legítimo marido, y continuando con la enorme tristeza del desamor y la soledad. Hay que recordar que Rachel Weisz ha conseguido un Oscar a la mejor actriz de reparto por su papel de Tessa Quayle en la película El jardinero fiel de Fernando Meirelles en 2006, ha ganado un Oso de Oro, el SAG, el Premio Laurence Olivier, el Independence Spirit Awards y otros premios; estamos, así, ante una actriz de lujo, lo cual que se refleja en este film, en el que ella lleva el principal peso. El conquistador galán Tom Hiddleston interpreta igualmente a las mil maravillas al joven protagonista vividor, que no está enamorado de su amante y que poco menos que pasaba por allí; y todo ello, en el encuadre de una guerra recién acaba en la que había participado activamente. El marido de ella está protagonizado con sobriedad y fuertes cargas de profundidad por un Simon Russell Beale que borda el papel de esposo engañado y sufridor de una situación que no acaba de comprender. Y estos actores son secundados magistralmente por Ann Mitchel, Harry Hadden-Paton, Sarah Kants, Steve Conway y Jolyon Coy, grandes actores de reparto.
Yo, para resumir, diría que es una película que cuenta el sinuoso ardor y el fogoso apetito carnal de una mujer bien casada con un señor juez de corte conservador, más bien orondo, sin atractivo, comprensivo, buenazo y nada atractivo, a cambio de un hombre guapo, joven, aventurero y castigador. Entonces, lo que yo digo es que son pocos hilos para tejer una pieza de buena tela cinematográfica. En el teatro será otra cosa. Como escribe Boyero: “Terence Davies hace lo que sabe hacer, mantiene el ritmo monótono y el afán pictórico para describir sentimientos al límite, habla de la pasión con un lenguaje tan cuidado como frío, introduce aparatosa música de violines para aumentar la temperatura”. No le voy a negar a Davis su virtuosismo técnico, pero sí le reprocho su excesiva impronta británica, su tono excesivamente marrón de la historia, su aburrimiento a veces en el planteamiento y su olor a pub y a suciedad londinense. Aunque uno siempre puede consolarse con meramente admirar la belleza y las dotes interpretativas de Rachel Weizs, una actriz para quedarse embobado mirando sin parar la pantalla.
Es el dolor de una mujer, a medio camino entre el suicidio y la luz al final de túnel. Una mujer que, entre el simbolismo de la ventana y las cortinas, no sabe si abrirlas o cerrarlas. El amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kikivall
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31 de julio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi única experiencia con Terence Davis había sido ‘Sunset song’, que me dejó buen sabor de boca, así que ante la ardua cartelera de estos tiempos, me alegré mucho al ver que programaban esta famosa película en la Filmoteca de Catalunya.
Tras someterme durante hora y media a los desvelos de la pobre Rachel Weisz, mi balance es muy decepcionante. Es de esas veces en que no casa un análisis objetivo de los elementos con la experiencia espectadora vivida.
Así, no me atrevería en absoluto a desdeñar los aspectos cinematográficos de esta obra: tanto Rachel como sus replicantes masculinos se afanan en dotar de intensidad a sus personajes; la ambientación de un Londres aún asolado por la Segunda Guerra Mundial está muy trabajada, y la lúgubre fotografía es perfecto complemento a los dramátricos sucesos que se nos narran; el guión es profuso es riqueza expresiva, como cabía esperar de un texto adaptado de un éxito teatral… Todo rezume calidad cinéfila, y me daba perfecta cuenta de ello mientras transcurría el metraje.
Pero qué le vamos a hacer, yo no formo parte del público al que se dirige el señor Davis. Me gustan más las películas pausadas que las espídicas, las que priorizan los sentimientos que las que apelan a las vísceras o los puños… pero en este caso concreto me he aburrido bastante, creo que el freno de mano se le queda echado al director, y no hay manera de que me enganche al curso de la cinta. Además, me asalta constantemente la sensación de que no estoy en manos de un cineasta, sino de un dramaturgo, porque me sobra la afectación de los personajes, su dicción exacerbada, su teatralidad engolada. En ningún momento empatizo con los sufrimientos de ella (¿por que quería suicidarse?), y tampoco me cae especialmente bien el señor Page. Al final, con el que hago mejores migas es con el estirado magistrado, y no creo que ésa fuera la intención del autor…
Si lo llego a saber, me voy al Grec en vez de a la filmoteca…
Naroa Lopetegi
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