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Los niños del paraíso

Romance. Drama París, 1820. Dos jóvenes artistas, Baptiste Debureau y Frédéric Lemâitre, debutan en el teatro de los Funámbulos y entablan amistad. Un día, Garance, una misteriosa y atractiva mujer, irrumpe en sus vidas. Mientras que el tímido Baptiste no se atreve a declararle su amor, Frédéric la convierte en su amante. Sin embargo, al estar implicada en una serie de crímenes, la mujer desaparece. (FILMAFFINITY)
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
19 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película que, pese a lo largo de su metraje, se sigue con interés.
Espectáculo lleno de lirismo, de sensibilidad, de melancolía y de fatalismo. Pero también hay humor, costumbrismo y crudas dosis de realidad.

Historia de (des)amor bonita, romántica y, en mi opinión, forzadamente trágica. A la parte del drama le veo demasiado fatalismo, sinceramente.

La fotografía es una maravilla. Por los encuadres, por la mezcla de realismo y arte, de sordidez y de elegancia. En general, son composiciones bonitas y plásticas. Escenas maravillosas: las actuaciones de Baptiste, los encuentros con Garance, las escenas costumbristas en la calle, las hilarantes escenas dentro de los teatros, la dramática escena final...

Buen e interesante guión. Se mueve muy bien la narración de un extremo a otro de la vida. De las calles de pelagatos a los palacios de nobles. De los espectáculos de tercera categoría a los teatros de prestigio. De la poesía y la sensibilidad al hambre y pobreza de los callejones.

Actores convincentes y tremendamente expresivos. Especialmente los masculinos.
A Barrault, no le hace falta ni hablar. Su mirada triste, sus gestos...son como un poema. Cuando, además, se viste y maquilla de blanco arrasa dentro y fuera de la pantalla por lo plástico de sus movimientos y de su mimo.
Brasseur, convence por todo lo contrario que el anterior: Su imparable verborrea e ingenio al hablar divierten y te hacen sonreír. También es tremendamente expresivo con su mirada y sus gestos.
Pierre Renoir, con esa mirada salvaje pero inteligente.
Louis Salou, el elegante aristócrata. Mirada y portes elegantes. Gestos firmes pero impecables.

Personajes inolvidables.
Baptiste, el mimo: Representa el arte puro, sin doblez, sin interés económico, sólo sentimiento. Es la parte espiritual y muda del arte.
Frederic, representa al artista "mercenario", taimado, liante, falso. Por supuesto que quiere triunfar pero sobre todo quiere dinero. Es la parte material y hablada del arte. Es el contrapunto materialista al virtuosismo de Baptiste.
Ambos compiten por la misma mujer: Garance. Una mujer de vida azarosa y de gran belleza. Ella quiere ser libre en un mundo de hombres y no duda en usarlos para su interés. A su manera tiene cierto sentido de la decencia (un sentido muy discutible, la verdad...)
Pero, además, los secundarios destacan por derecho propio:
El delincuente Jean-Pierre. Sus acertados comentarios huyen de la poesía. Son realistas, cínicos, desencantados y...ciertos. A mitad de camino entre filósofo, librepensador y miserable. Está de vuelta de todo y sólo se preocupa de medrar en las calles y en el hampa. Pese a la sordidez de su personaje tiene una manera bien justificada de entender la vida (casi como un artista que busca reconocimiento).
El vizconde. En este caso, además, hombre culto e inteligente. Ni se engaña ni engaña. Pero siente el orgullo del que considera que ha conseguido una "buena pieza" con la elección de su amante.
Natalia. La fiel, devota y sensata enamorada dispuesta a casi todo por Baptiste.

Diálogos jugosos, inteligentes, ácidos y muy ingeniosos. Cada personaje en su rol deslumbra con la sabiduría con la que habla. A unos esa sabiduría se la da el arte. A otros, la calle. A otros, la educación. A otros, la ambición y a otros, la pobreza.

Es una de esas películas que sigues disfrutando con un segundo visionado (y un tercero...) Cada vez te parece mejor.
Jose Solo Z
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24 de julio de 2008
14 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
186/29(21/07/08) Voy contracorriente, entretenida y brillante al principio, se convierte en pesada y reiterativa en las mismas situaciones. Ensalzada a la cumbre por la crítica, llego a la conclusión de que no entiendo de cine, pués entiendo que a este film le sobran minutos por todos lados, se hacen sus tres horas eternas, tiene cosas maravillosas, pero el lastre de su metraje es insalvable, sobre todo porque a la historia le cuesta avanzar. La cinta es un claro homenaje al mundo del teatro, con una historia de amor como hilo conductor, una historia de amor triangular, la rivalidad entre un mimo y un actor tiene como nexo de unión a la bella Garance. La dirección artistica es muy buena, tanto en decorados, como en movimiento de masas de gente. Recomendable a amantes de los culebrones, pués a eso es a lo que recuerda. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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22 de mayo de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La maestría de Carné con la que maneja cada plano del film incluida la iluminación, revelan su talento en la cumbre de su carrera de cineasta.
Desconozco si el film se llegó a estrenar en nuestro país en salas comerciales por motivos que desconozco, si en DVD en el año 2004 con el nombre de "Los niños del paraíso", traducción del T.O. del film, por el que he podido visionarlo después de 65 años.
Basado el guión en hechos reales y rodado en secreto durante la ocupación nazi en Francia.
No resulta pesado el film después de tres horas de duración (Dividido en dos partes "El bulevar del crimen" y "El hombre de blanco").
Cabe destacar la impresionante interpretación del actor Jean-Louis Barrault en el papel del mimo Baptiste.
Film imprescindible en toda enciclopedia del cine, por resumida que sea, en las que aparece como la obra maestra de Marcel Carné y la primera obra maestra de nuestro país vecino. Eduardo
Cinefilomania
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3 de agosto de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa película, donde asistimos al "gran teatro del mundo" o en este caso, a la gran pantomima. Todo absolutamente es ficción dentro de más ficción, hábilmente conjugada, repleta de un juego de máscaras entre los personajes; que al final se desbarata... hermosa, aunque tristemente...

El tratamiento de las relaciones amorosas es excelente, y me ha sorprendido mucho el tratamiento de Natalie, me ha alegrado que no sea la típica mujer despechada, sino, una joven inteligente y sensata, a la vez que sensible y extremadamente enamorada, pero con los pies en la tierra.

La actriz que interpreta a Garance no me convenció, aunque al final sí encaja su belleza fría y distante. Como también me parecieron menores el resto de interpretaciones (Frederic, el asesino, etc.), que parecían más estereotipados.

Otra pega que he encontrado es el ritmo, la primera parte se me hizo pesada y larga, puede que sea la de argumento más convencional; en la segunda parte es cuando el contenido toma forma y fuerza, y mejora, tanto en personajes, como en el desarrollo final.

"Los niños del paraíso" ha envejecido mal, sobre todo de cara al público mayoritario, que se quedaría con la trillada historia de amor, y el ritmo narcótico.

Hay aspectos de crítica social acertados, como la preferencia de Baptiste por el público del paraíso (¿este término se habrá tomado como metáfora por la proximidad con el "paraíso"? Si es así, enriquecería mucho más las interpretaciones).

Las referencias literarias (Gautier, Shakespeare, etc.) también son buenas, en cuanto están insertadas en la historia, con paralelismos e intertextualidades.

También me encantaron las actuaciones del mimo protagonista, de una sensibilidad y una agilidad inocentes y pueriles, pero brillantes y alegres, aniñaban los ojos del espectador.
Polimnia
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3 de junio de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que en el 45, año del estreno, el gobierno franquista español no estuviera para florituras literarias, poéticas y liberales, pero una vez instaurada la democracia, es imperdonable que esta joya no llegara a reponerse nunca.
Rodada en plena ocupación nazi de Francia, se pudo ver al terminar la contienda y supuso la obra maestra y al mismo tiempo el canto del cisne de la simbiosis entre el director Marcel Carné y el autor teatral, poeta y guionista Jacques Prevert, que nos dejaron un puñado de obras claves de la cinematografía.
Este canto al amor poliédrico y al mundo de la farándula que Prevert conocía muy bien está preñado de elegancia, sabiduría, humor y buen gusto con un reparto impecable y una ambientación exquisita. Amén de un notable equilibrio entre unos diálogos literarios sobresalientes, la acción cinematográfica de los entresijos teatrales y la vida en la calle y el teatro pura y simplemente filmado. El presupuesto de producción fue desorbitado para la época. Francia quería competir con el cine de Hollywood.
El éxito en su momento fue inmediato y la posteridad de su país la ha elegido como su mejor obra del pasado siglo.
Es cierto que el inmenso peso del afamado actor y mimo Jean-Louis Barrault que participó en la producción, desequilibra un poco la balanza en su favor, pero ello no desmerece el resultado final. Lo dicho, una joya imprescindible.
ELZIETE
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