Silverado

Cuando, como en mi caso, sientes tanto embeleso por un género como el Western puede ocurrir que se pierda cierto carácter crítico ante películas como «Silverado». O, por el contrario, puede que te vuelvas un purista quisquilloso y exigente, y que todo lo que se aparte de los «códigos» o «cánones» que han forjado la historia bíblica de tu género favorito no alcance tus expectativas. Yo, he de reconocerlo, conservo un poco de ambas actitudes, aunque intente combatirlas. En el caso de «Silverado» soy capaz de apreciar los errores de bulto que contiene, así como de asimilar que el acabado del film no termina de ser del todo consistente, pero más allá de sus virtudes y defectos formales quisiera centrarme (y centrar el argumento de mi calificación) en las intenciones que persiguieron Kasdan y los suyos a la hora de rodarla.

Estamos en los años 80 (siglo XIX en la película, siglo XX en el momento del rodaje) y por entonces no es que se hicieran malos Westerns, sino que ni siquiera se hacían. Solo el apóstol Clint parecía dispuesto a revitalizar el género (había firmado la notable «El jinete pálido» el año anterior), y entiendo el mensaje de Kasdan en «Silverado» como una llamada a la tradición más pura del género, como un homenaje a todos aquellos peliculones que forjaron la leyenda del Western, el género más grande que nos ha dado el cine. Así, y planteadas las premisas narrativas en torno a los temas de siempre, monta en escena a cuatro héroes crepusculares contagiados de aquel halo de amargura que Leone otorgara a los suyos con la reinvención que supuso el «Spaghetti», pero acatando en gran medida los códigos estéticos de los grandes clásicos. Coincido con algunas de las críticas más lúcidas publicadas en esta web respecto a que la película ensalza más que nada las balaceras y la violencia por sobre toda la simbología inherente a este tipo de películas, y que se ignora quizá en demasía el trasfondo de conquista que todo Western que se precie debe tener, pero es innegable que como película resulta fresca, dinámica y muy entretenida.

La interpretación de Costner, que tanto a ha dado que hablar, sin duda es de lo menos agradable que tiene el film, más cercana a la pachanga spielberiana que a una encarnación seria aunque histriónica (el gran Western las ha tenido a puñados). Este déficit lo compensan la escalofriante creación de Brian Dennehy, cuyo personaje centraliza el conflicto narrativo, y un magistral y sorprendente John Cleese, aunque por desgracia su aparición es poco más que un cameo. El «enredo» amoroso con el personaje de Rossana Arquette es, indudablemente, forzado y artificioso, y hace renquear a una trama no demasiado brillante.

Si como yo disfrutas de una película del Oeste como de ninguna otra cosa en el mundo, «Silverado» terminará ofreciéndote un par de horas de espectáculo entretenido, aunque es evidente que no podrás encontrar en su metraje los resabios del gran Western clásico al que, humilde y casi tímidamente, intenta homenajear. No creo que su irrupción en el panorama cinematográfico supusiera gran cosa; los verdaderos cantos de cisne llegarían algunos años después, cuando un Costner mucho más maduro nos regalara la maravillosa «Bailando con lobos» y, sobre todo, cuando el genio Clint pergeñara la pedazo de obra maestra que es «Sin perdón».

Mientras tanto, un rato agradable de balacera, traiciones, amistades y jinetes que cabalgan de pie con esta más que decente pieza de Kasdan.

Buena.

Lo único bueno o inteligente que tiene son los diálogos y apenas hay tres o cuatro (dignos de tal egregio nombre), el resto o casi todos son monosilábicos (insulsos, ralos/escasos, informativos), por eso el principio, cuando todavía hablan o chamullan algo (la charla que tienen los dos al fuego de la noche está chula, medida, bien escrita), es atractivo, después, no, como putas callan, es el horror.
Se le acumulan los problemas a esta película pistonuda atrabiliaria que no es cómic (como quizás debería, de perdidos, al río) ni nada, veamos, por ejemplo:
- Peca de manierismo satisfecho explícito emulativo autocomplaciente y demasiado consciente de sus hechos o hechuras, tratan o curten tanto o de tal manera la historia que matan cualquier atisbo de espontaneidad o naturalidad (todo suena a impostado, forzado, falsamente imitativo u homenajeador, como hecha por un programa informático antes de tiempo), características que acaban por desaparecer o convertirse/desembocar, de hambrientos tobogán, en un pastiche artificioso, vacuo e impersonal, casi paródico o cómico en el mal sentido, por falta de arte, palimpsesto ortopédico.
- Es o supone un suma y sigue de acciones/escenas descerebradas la mayor parte del tiempo y en las que cualquier posibilidad de verosimilitud o rigor es sustituida/usurpada por una espectacularidad circense inane o simplemente boba.
- El maniqueísmo es atroz, caricaturesco, de parvulario, es decir, terriblemente aburrido, sin (provocar) interés ninguno en la creación (resolución) de personajes al estar tan divididos en dos bandos irreconciliables y marcianos/extraños de tan separados o lejanos entre sí. Cualquier intento de turbia ambigüedad o grisura moral es desplazada por un machacón y superficial tono tan simplón éticamente como utilitario, formulario, sin peso ni poso, sin densidad alguna, filfa.
- Hay montones de situaciones que resultan increíblemente previsibles porque el guion te las anuncia a gritos con antelación casi como si fueras un nene que necesitara que le dijeran o dijesen lo que va a pasar a continuación para que no se lleve demasiado susto o huya despavorido ante una posible desagradable, que no, sorpresa a última hora, de pez memoria, atención roma, o como si ese hipotético lamentable espectador no tuviese las fuerzas o luces necesarias, cero paciencia, para ir descubriendo por sí mismo o solo lo que va sucediendo sin que nadie le ayude o avance el próximo suceso.
- Hay personajes y sucedidos muy penosos por su ausencia/carencia o por su exceso/defecto grotesco, ahora me vienen a las mientes Rosanna, merecía más papel, más desarrollo, más líneas de diálogo, y Costner tan majadero energúmeno cutre mequetrefe insoportable, horror de horrores, que en cualquier fotograma en el que aparece supone, en este desgraciado caso, un borrón sin cuenta nueva, una mancha indeleble.
Y los malos son de tebeo y el único con algo de sustancia, Dennehi, hace una interpretación tan pasada de vueltas o desmadrada que al primer segundo que le ves reír sin venir a cuento y hacer aspavientos esperpénticos ya sabes con absoluta y triste seguridad o certeza que no es trigo limpio ni de nadie amigo, con pintas cabrón sin remedio, veo dolor, habrá sangre (a espuertas), tanto estropicio y acojono, congoja, acabose y desolación a trillones, como si los regalaran, los quebrantos y las penas.
- Es como si se dijeran los que escribieron esta historia, venga, hermanos, vamos a meter a cholón, camino de perdición, todos los grandes hits de las películas del Oeste que se nos ocurran o recordemos en la nuestra y a ver quién en pie quede, sigue y suma, aguante.
- La banda sonora, chula, potente, casi parece un conciertazo con temas de este tipo de películas, popurrí eximio, y que va por libre muchas veces ya que es tan invasiva y constante y omnipresente o vociferante vocinglera que a ratos no pega con la narración o se sobrepone sin mucho sentido a lo que se cuenta, sonoro aluvión, chaparrón de notas.
Ah, sí, Linda Hunt, no todo iba a ser espanto, crujir de dientes, llanto, descalzaperros, está bien y Kline tiene buenos primeros planos en los que aguanta con atractiva dignidad la mirada, lo mismo que ella que tanto matiza su sentir o parecer padecer, pero su historia o relación está poco desarrollada, cogida por los pelos, como el resto, por el ayuntamiento puesta, o puesto, un desastre, todo.

Excelente homenaje de Lawrence Kasdan a un género que en los 80 estaba muerto y solo Clint Eastwood se atrevía con él. La película es una recopilación de todos los tópicos del western rodados de forma brillante, tiroteos, peleas de salón, sheriffs corruptos, duelos a muerte y mucho whisky. El guión no es nada original pero tampoco lo pretende, cuatro hombres llegan a Silverado con cuentas pendientes que resolver, un pistolero con un oscuro pasado con ganas de redimirse (Kevin Kline), dos hermanos (Scott Gleen y Kevin Costner) en busca de venganza y un granjero (Danny Glover) en busca de su familia, al final los cuatro acabaran enfrentados al sheriff (Brian Denehy) y sus secuaces. Destacan las interpretaciones de Kevin Kline, Danny Glover y Brian Denehy (siempre será recordado por ser el primero que puso nervioso a John Rambo), en cambio Kevin Costner en uno de sus primeros papeles destroza su personaje con una actuación istriónica y exagerada, siempre fue mejor director que actor.
Lástima que poca gente se atreva a hacer películas como esta hoy en día con pocas pretensiones y el único fin de entretener, las echamos de menos.

Parece que a Lawrence Kasdan le gusta un poquillo el oeste.
Su buen hacer se nota ya desde los primeros minutos. Tenemos una secuencia sin diálogos en la que ya podemos ver un buen tiroteo y apreciar la excelente fotografía de la que disfrutaremos hasta el final.
Antes de que lleve 20 minutos ya se puede apreciar con absoluta claridad que esto es un canto de amor al cine del oeste, con muchos de los elementos más habituales y arquetípicos.
Pero además, la puesta en escena está muy trabajada y se nota que tiene mucho presupuesto, logrando un buen resultado.
El reparto está plagado de caras más o menos conocidas del cine de la década prodigiosa.
Me llama la atención la presencia de Danny Glover. Hoy en día nos han acostumbrado a ver repartos interraciales independientemente de la época histórica que estén ambientando, pero en los 80 no era tan habitual. Al menos le dan credibilidad a esto, haciendo que el personaje sufra episodios de racismo.
En cuanto a Kevin Costner, era tan joven todavía, que ni siquiera es el protagonista absoluto.
Prácticamente cada plano, cada personaje y cada momento representan la esencia pura de este tipo de cine.
Quizás se le puede echar un falta un mejor ritmo en el tramo central, pero luego en la parte final se recupera y queda compensado.
Hay que destacar también la excelente música de Bruce Broughton, muy adecuada para el film, épica y espectacular. De hecho, prácticamente he llegado a ver la película tras conocer esta estupenda banda sonora.
Es una entretenida aventura coral del oeste, con el buen sabor de los clásicos. La recomiendo.

El año pasado me estrené en la filmografía de Lawrence Kasdan con un western de nombre 'Wyatt Earp' de la que ya me explayé en su día sobre que me pareció; para resumirlo, me pareció más que decente, pero menos que sobresaliente. Más de un año después llegó la hora de ver su otra gran película del género de vaqueros.

Creo que estaremos de acuerdo mucha gente que hemos visto este filme que no inventa absolutamente nada nuevo en el género. Tiene sus héroes y sus villanos, sus cantinas, sus peleas y sus tiroteos. ¿Entonces qué la hace estar por encima de otras cintas del estilo? Lo que hace, lo hace muy bien.

Para empezar, su reparto de campanillas donde tenemos a Kevin Kline (actor fetiche de Kasdan que ha aparecido en seis trabajos firmados por él), Scott Glenn, un Kevin Costner que ya empezaba a marcar el camino de lo que sería más pronto que tarde, y Danny Glover, todos ellos en un gran estado de forma, como era de esperar, a los que hay que sumar nombres como Brian Dennehy en un gran rol como sheriff corrupto con esa presencia siempre imponente y su ambigüedad de "hoy soy tu amigo, mañana puedo ser tu enemigo" o un John Cleese en una aparición breve; pero muy a su estilo. En general, cuesta decir en este filme que alguien ha actuado como el culo.

Además, también entra bastante bien por los ojos (dirección artística, fotografía, vestuario) y por el oído (banda sonora brillante a cargo de Bruce Broughton). Destaca notablemente en cada campo detrás de las cámaras haciendo el visionado mucho más placentero por la que esta historia de vaqueros que terminan siendo amigos en, y en camino a, Silverado es, en definitiva, una gran obra de western contemporáneo donde ya no estaban los John Ford, Howard Hawks o Sergio Leone de antaño, si bien con gente como Kasdan o Clint Eastwood estaba en buenas manos.