Tristana

Bueno, secundo fulminantemente el ardor de Bucco por esta maravilla de Buñuel que vi ayer.
Absolutamente gloriosa, se colocó sin esfuerzo en las primeras posiciones de mi ranking. Un guión maravilloso, del que Galdós supongo tendrá buena culpa, que nos regala, como ya recalcó Don Colchón, un personaje memorable hasta el hartazgo; Don Lope, encarnado por un inmenso Fernando Rey, absoluto amo del cotarro, que se pasea por la función con esa clase infinita disparando líneas de diálogo como obuses. Sin olvidar a Deneuve, que acaba por, en la recta final, justificar en gran medida el título de la obra. Y todo ello coronado con los habituales ramalazos fetichistas y enfermizos que tanto gustaban a Buñuel. En fin, maravillosa.
Y, de nuevo, secundo fulminantemente a Bucco en la supremacía de esta maravilla sobre Viridiana, obra memorable y punzante como ella sola, qué duda cabe, que también vi el fin de semana pasado, pero con la que no conseguí conectar como lo hice ayer con Don Lope y la Triste Ana. Aunque es justo reconocer la tremenda grandeza de su primera media hora, cuando Fernando Rey lleva la batuta, y de la secuencia en la que, como diría Bukowski, el capitán sale a comer y los marineros toman el barco, con esa desencajada y desquiciada reinterpretación de la última cena. Pero el "exceso de costumbrismo", por llamarlo de algún modo, que inunda la película pudo conmigo. Tuve sensaciones parecidas a las que tuve con El Extraño Viaje, otra notabilísima obra, sin duda, con la que tampoco acabé hincando la rodilla. Aunque, probablemente, esta relación entre ambas no tenga mucho sentido más allá de mis filias y fobias.
Sea como sea, enorme Buñuel.

Un drama adaptado de una novela realista de Benito Pérez Galdós (1843-1920) en el que un hombre que envejece, Don Lope Garrido (Fernando Rey), se hace cargo de una adolescente, Tristana (Catherine Deneuve), al morir la madre de ésta. Él es un aristócrata rentista en decadencia, pues no quiere trabajar, supuestamente respetable, ateo y amante de la libertad, pero decae también moralmente y abusa de la joven haciéndola su amante, le enseña que en esta relación ambos son libres, pero en realidad es autoritario y posesivo. La joven ha asumido las enseñanzas libertarias y esto plantea problemas a Don Lope. La joven parte con un pintor (Franco Nero) a vivir su vida en el extranjero, pero la enfermedad y el deseo de venganza la obligan a volver a pedir refugio a Don Lope. La decadencia moral y física alcanza también a Tristana, que desarrolla un profundo resentimiento. La especie humana, podríamos concluir, no sólo alimenta aspiraciones de libertad y buena voluntad, sino también lujuria, arbitrariedad y odio. Interesantes locaciones de filmación en España, por ej. Toledo, excelentes actuaciones y la deslumbrante belleza de Catherine Deneuve en sus 27 años que, aunque siempre un poco distante y fría, logra decir sus parlamentos con eficacia. Un drama humano sin concesiones, bello e inolvidable.

Conocido film de la última época de Buñuel, sobre una joven que, tras perder a su madre, queda encomendada a un mayor que pretende convertirla en su pareja.
Si bien tiene un comienzo un poco lento, en que uno se va introduciendo en la historia, luego se torna mucho más interesante al dejar en evidencia aspectos como la hipocresía de la gente, críticas a la iglesia y normas de la sociedad, aspectos humanos cuestionables. En ese sentido, como en otro de sus films, éste es pesimista, no obstante es incuestionable que expone muchas realidades. Muy recomendable.

Buñuel vuelve como en Viridiana y Retrato de una camarera, a mostrarnos una mujer que es sacada de su ámbito para mudarse a un lugar donde sufrirá una metamorfosis.
En esta película dicha metamorfosis será no solo psicológica sino física.
El personaje de Tristana de chica sumisa más que inocente a resentida, cínica, por lo que hace con el sordomudo, y vengativa es tan interesante, como la transformación más sutil de Don Lope, que si bien durante toda la película es un timorato, hipócrita y ruin, va abandonando sus supuestos ideales progresistas políticos y sociales, para transformarse en un conservador.
Hubiese sido mejor que el papel de Tristana lo interpretara Silvia Pinal.

Tristana queda al cuidado de don Lope, un singular aristócrata.

Buñuel adapta a Galdós en una de sus películas más logradas, sobre el amor tormentoso entre una joven inocente y su tutor a lo largo de los años, donde mezcla drama, crítica social y notas de surrealismo. Narrada con fuerza y ligereza pasmosas, lanza una mirada hacia cierta España pazguata e hipócrita, sin descuidar nunca sus obsesiones personales, desde los sueños al fetichismo. Cuenta con una bella fotografía.

La figura de don Lope, caballero antiguo, aristócrata decadente, don Juan trasnochado, hombre de altas ideas y bajas pasiones, enemigo de la hipocresía, la religión y el vil metal, amigo del ocio y las tertulias de café, dandy envejecido, machista y contradictorio, interpretado magistralmente por un Fernando Rey que parece nacido para el rol, constituye una de las grandes bazas de la obra.

La escena en la que, ya en sus horas postreras, débil y enfermo, olvidadas sus convicciones, toma chocolate con los curas mientras afuera nieva y Tristana recorre el pasillo, capta una emoción indescriptible relacionada con la vejez y la muerte, posee un aura mágica. Todos seremos don Lope algún día, si no lo somos ya.

El extraño amor surgido entre esos individuos, Tristana y don Lope, quienes evolucionan de manera distinta, la necesidad que tienen uno del otro, el rencor y el odio que nace en ella, la perversidad, nos obliga a observar unas vidas llenas de miserias, que oscurecen a medida que avanzan. La sencillez que maneja Buñuel para retratar sentimientos tan hondos continúa siendo inimitable.