En la luna

La película es interesante en su planteamiento, y refeleja muy bien tanto la estética de la base lunar, como la del ordenador llamado Gerty, que a diferencia de Hall 9000, en vez de luz roja como expresión de la cara (y por tanto del alma del cacharro) el primero tiene un smile que va poniendo caras según las emociones, ahí queda eso.

Moon habla sobre las cosas que pueden ocurrir en el lado oscuro de la luna, nos habla de la forma de producción ahorrando costes y maximizando beneficios, que luego los accionistas saben agradecer. Parece ser que en esta parcela, el futuro cambiará poco respecto a la situación actual. Menos mal que la película ofrece un punto de vista optimista en el hallazgo de nuevas fuentes energéticas no contaminantes y su explotación lunar con costes aceptables (sobre todo los de personal que a la postre son los más caros) que hace la empresa rentable.

Pero a la película, desde poco más allá del comienzo prometedor, empieza a fallar, y falla al desarrollar la historia de la vida, de la soledad, de los juegos de espejos del astronauta en la base lunar: una sola persona para llevar toda una base lunar, así como el trabajo de campo, apoyado sólo por un ordenador, tan a vanzado en su técnica que, dispone de movilidad y articulaciones –un acierto-, un ordenador sabedor de todos los secretos de la base, tan capaz de prepararte una tortilla, como de caer en la trampa más tonta, como si de un spectrum se tratase, aquí es donde la interesante historia -a mi parecer- hacer aguas, en el desarrollo y la interacción entre estos dos personajes, y la única forma, que tiene Duncan Jones de salir del atolladero es, como en los toros, finiquitar la faena lo más rápido posible.

Es una pena la falta de desarrollo del guión. Este vacío en la trama es lo que te hace ver el espíritu de KubricK deambulando por la película, ya que al contrario de lo que se dice, coincidencias con 2001, poquitas, si bien está claro que la homenajea.

Moon, es una de esas películas que luego te cuestionas al salir de cine buscando fallos de guión que te explique lo que has visto, lo que al menos la hace distinta.

No es la típica película de ciencia-ficción donde aparecen bichos raros o el planeta está a punto de quedar destruído a la espera de ser salvado por Will Smith o uno de éstos. Es una película intrigante, inquietante y envolvente. Empezando por su banda sonora. Continuando por su protagonista. Una trama inteligentemente pensada. Hay influencias de películas como "Atmósfera cero" o "2001, una odisea del espacio", pero lejos de copiar, el director logra crear una historia propia y original. Las escenas entre los dos protagonistas están muy logradas. Nos hace pensar sobre muchas cuestiones que se nos avecinan, como los clonajes humanos y la colonización de la luna, así como su explotación para nuestro uso y beneficio. Aquí, el enemigo no es la máquina, es el propio ser humano. Es una ciencia-ficción no tan lejana, y sobre todo, muy humana.

Promete más que ofrece. Pero me ha gustado, mucho. No quiero que la primera frase eclipse el resto de la crítica porque es una estupenda película que aspiraba a la genialidad; si el guión se hubiese trabajado con más ahínco durante la media hora final, tal vez el producto fuese otro.
Los últimos veinte minutos resultan desalentadores por lo desmadejados, las secuencias se suceden intentando alargar un metraje que desde la hora diez lo ha contado todo, y las ideas no llegan.
Insinúa más que ofrece, y eso no sería malo, todo lo contrario, si lo insinuado se mostrase más revelador.

UN 7

Podría pasarme horas viendo a un astronauta comer tabletas verdes de planctom prensado; horas y horas, en serio se los digo.
Esas habitaciones blancas geométricoregulares, empapeladas de leds y palancas de escayola... esas conversaciones del protagonista con el ordenador... esas videoconferencias con la parienta en tierra... el silencio tubular... las ventanitas cerradas por donde se ven 2 soles y tres lunas… la cápsula para salir fuera… el tejemaneje con la ropa, que si se pone el buzo para salir o una camiseta de los Ramones para hacer gimnasia… los pequeños recuerdos terrestres adornando la mesilla del lecho hiperespacial…

Al final llega, porque en estas pelis tiene que llegar, la acción: un bicho, una imagen virtual, vegetales asesinos, etc. Y entonces el interés cae un poco, porque lo divertido transcurre en los ratos de soledad: el Hombre contra el Universo, o el Universo para el Hombre. Es ahí donde se dispara la imaginación: ¿Cómo será el futuro? ¿El futuro será, o ya está siendo? ¿Es la vida algo establecido o sólo una definición?
Y demás tonterías.

Lo de huir de Bowie como si fuese Satanás se puede entender en cierto modo, pero es una pena, porque una cancioncilla galáctica de su padre le habría puesto el empalme a la peli, que le hace falta. Recuerden aquella serie, Life on Mars: el tema musical no sólo ponía título a la serie, sino también la mitad de la carga emocional. Porque Bowie pater saca la loca que todos llevamos dentro. My little china girl, tari rori tari ro riiii... y ponemos posturitas. Y ya que Sam Rockwell se pasa hora y media dando la cara, debería ser, por lo menos, mentado. Mentado queda.

Cortometraje interesante al que sus carencias monetarias se le notan sin tener claro si esto es un objetivo o es un irremediable resultado de su naturaleza indie. Repito lo de cortometraje no se vayan a pensar que me estoy equivocando de película; porque el mayor problema que encuentro en “Moon” es que su guión queda expuesto e indefenso a mitad de película. A partir de entonces, se abrían múltiples lecturas pero lo cierto que su director y guionista decidió no complicarse la existencia. Nos encontramos ante infinitas posibilidades (locura, degradación, impostura e incluso por qué no, la posibilidad de que nos estén hablando con enfoque nuevo del doppelänger). Pues nos quedamos con las ganas.

Aún así, quedo satisfecho con lo visto. En primer lugar porque la idea (corta) me parece tan sucia como atractiva. Es quizá una idea para explorarla, para sacar de la manga su carga psíquica (que la hay y Jones no supo o quiso mostrarla) y su carga ética (a la que regreso en breve).

El segundo punto fuerte de “Moon” se llama Sam Rockwell. Actor paradigmático que no suele defraudarme. Mitad niño malo, mitad niño bobo de Hollywood. Ejemplificador, como digo, a la hora de abordar proyectos austeros o incómodos. Rockwell está en todas y cada una de las escenas de la película. Y lo borda bajo mi punto de vista. Tanto, que me parece una de las actuaciones más meritorias de las que he visto en lo que llevamos de año.

Sobre el aspecto ético que desprende la cinta, Jones tiene dos opciones: la primera es usarlo durante la película y la segunda no hacerlo. ¿Qué hace nuestro nuevo amigo Duncan Jones? Pues ni lo uno, ni lo otro sino todo lo contrario. Existen indicios, creo yo, para imaginar que este es un guión muy relamido. Y puede que en un primer, segundo, tercer y cuarto boceto, hubiera una carga ética mayor que luego, al ir licuando el producto, ha quedado más vaporoso que sutil. Bueno, acepto que la sutilidad acabó en el cine hace varios decenios pero no puedo aceptar que quiera rematar en cuatro frases en off del final, todo lo que pudo hacer durante el ejercicio cinematográfico. A mí, en el colegio me decían que lo que no había estudiado durante ocho meses no lo iba a estudiar en uno. Los profes de Jones eran peores que los míos.

No quiero, de todas maneras, que queden sensaciones erróneas. Puede que sea “Moon” una película fallida (más que nada por las posibilidades no ejecutadas) pero a todas luces es una de las películas más interesantes que he visto últimamente en una sala de cine.