El joven Frankenstein

La parodia es un género que, en la actualidad, tiene unos niveles ínfimos de calidad. Pero hubo un tiempo en el que se hicieron muy buenas parodias. Uno de los grandes directores del género es Mel Brooks (cuyo cine ha ido degenerando en la parodia burda y simplona). “El jovencito Frankenstein” es una de las precursoras de este tipo de cine. Y lo primero que sorprende es el cuidado con el que está hecha.

Para empezar, la acertadísima decisión de elegir el blanco y negro hace que la película siempre tenga aspecto de “seria”. Una de sus muchas virtudes es que la parodia se hace de forma sutil (aunque haya chistes facilones). Pero la forma en que está dirigida, y la cuidada factura consiguen un maravilloso efecto contradictorio. Nada que ver con las chuscas películas que se hacen ahora.

Si a los momentos de fina ironía (que los hay), unimos algunos chistes más fáciles, pero tremendamente efectivos, y le sumamos personajes antológicos, como el mítico “Igor”...nos queda una comedia más que decente. Pura diversión a costa de esa costumbre tan sana de reírse de los mitos, y desmitificarlos.

Es imposible poder tomarse en serio el film clásico Frankenstein de la Universal de 1931 si has visto antes El Jovencito Frankenstein porque todo te da risa.
Da igual la escena que visiones del clásico, porque tu inconsciente la transmuta en la escena equivalente y similar de la genial parodia-homenaje de Mel Brooks,

¿Qué mas se puede decir de una película con un casting genial, diálogos brillantes e hilarantes y una excelente factura técnica y puesta en escena en blanco y negro? Visión obligada. Y en cualquier circunstancia, porque despertará la simpatía y cuando no, la carcajada a mandíbula batiente del espectador.

Excelente parodia del clásico Frankestein, que nos asegura un buen par de horas de disfrute y de sonrisas. Gene Wilder interpreta aquí a un neurocirujano norteamericano que un buen día recibe un legado, el castillo en Hungría de su abuelo, Víctor Frankenstein, un pobre demente que se dedicaba a saquear cementerios para robar cadáveres con los cuales fabricar un ser humano. Cuando Gene Wilder llega allí, se dará cuenta que no eran delirios de un enfermo.
Creo que esta película es un excelente divertimento, llena de múltiples personajes, a cuál más divertido. Desde el doctor a su secretaria, pasando por la figura del jorobado, el ama de llaves ,su novia o el coronel y por supuesto la criatura. Todos están inmejorables, tienen muy buenos gags y no se trata de una película que busque la carcajada, sino que la comicidad se encuentra en el desarrollo de los personajes que, a mi entender, forman un equipo perfecto.
Y es que es la típica película que, después cuando charlas sobre ella con los amigos, van saliendo una por una todas las escenas y te das cuenta que absolutamente cada escena, a lo largo de toda la película tiene un momento cómico y digno de recordar.
Sé que el humor es la cosa más personal del mundo y a lo que algunos les parece muy cómico a otros les parece cutre o chabacano. Este tipo de humor, no será el más elegante y sofisticado pero tampoco me parece que sea de mal gusto, ni escatológico ni nada parecido. Me parece un humor sano, fresco y para todo tipo de público. Así que anímense, aquí tendrán un buen entretenimiento asegurado. SONRISAS Y SIMPATÍA A RAUDALES.

“Young Frankenstein” es una parodia del cine de terror. La mayoría de las piezas del laboratorio son las mismas que las usadas en la película “Frankenstein” (1931) con Colin Kliver y Boris Karloff. Para reflejar más eficazmente la atmósfera de aquellas viejas películas, Mel Brooks rodó la suya en blanco y negro.

Frederick (Gene Wilder) es un brillante neurólogo americano y nieto del famoso Dr. Victor Frankenstein. En un viaje a la mansión de su abuelo, que lo ha dejado como único heredero, descubre un libro que explica cómo crear un "monstruo" paso por paso. Deseoso de probar su habilidad, el joven Frederick no puede resistirse a la idea de crear su propia criatura.

Ingeniosa parodia basada en la novela gótica “Frankenstein” (1818) de Mary Shelley (1797-1851). Una de las comedias de ¿terror? más eficaces y divertidas de las últimas décadas.

Una de las mejores parodias de todos los tiempos, y con unos personajes que ya de por sí, han pasado a la historia del cine.

La película tuvo un presupuesto $2,8 millones y generó por venta de taquillas la cantidad de $86,3 millones en EEUU solamente, más $38,8 millones por la venta de alquiler en los videoclubes y $15,5 millones por la venta del DVD.

Además recibió 14 nominaciones a diferentes premios y/o festivales de cine, incluyendo dos al Oscar por mejor sonido y mejor guión adaptado, y dos a los “Golden Globes” por mejor actriz en musical o comedia: Cloris Leachman y mejor actriz de reparto: Madeline Kahn.

Para pasar el rato no está mal. Quiero decir que la peli es simpática y no aburre aunque uno quiera. Pero de ahí a encumbrarla como uno de los más grandes clásicos que ha dado el género cómico no hay uno, hay muuuuchos pasos. Para empezar, dicho apartado cómico debiera haber sido tratado con algo más de esmero, ya que, si bien hay algún que otro gag inspirado, el resto o bien no llegan ni a mueca, o bien acaban diluidos en el aire como los chistes de aquel que nunca aprendió a contarlos pero siempre encuentra el momento de repetirlos. Una y otra vez, una y otra vez (que ya, cojones, que ya sabemos que es Fronkonstein...). Por otro lado, la ambientación y la fotografía son magníficas, al igual que el personaje de Igor, ya que sólo con verlo a uno le viene la risa tonta. El resto, una muestra de que la comedia estúpida lleva ya bastante tiempo vigente, por más que aún haya gente que se tire de los pelos ante lo que se exhibe actualmente.

En fin, de más a menos, que se dice. Una pena.