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Juegos prohibidos

Drama. Bélico Junio de 1940. Centenares de franceses, entre los que se encuentran la pequeña Paulette y sus padres, se dirigen en un desesperado éxodo hacia el sur de Francia. Los aviones nazis sobrevuelan el camino y bombardean sin piedad a la multitud. Los padres de Paulette y su perro mueren durante el ataque. Alguien lanza el cadáver del animal al río, pero la niña, incapaz de separarse de él, decide seguirlo, lo que propicia su encuentro con ... [+]
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
30 de octubre de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta bellísima película, René Clément nos habla del juego como actividad imprescindible de supervivencia. En efecto, sólo los mamíferos superiores, para poder hacer frente a la complejidad de su existencia, son capaces de practicar el juego, para elaborar las dificultades y aprender a superarlas. El ser humano es capaz de jugar durante toda la vida y, por eso, de aprender a lo largo de su existencia. Lo que en la infancia es juego (los niños juegan a sería "como si..."), en la edad adulta será arte (el "como si" se convierte en la metáfora, el ingrediente fundamental del arte). El juego es pues como la protometáfora. De ahí que el arte tiene el componente lúdico (metafórico) y aporta conocimiento (no científico sino emocional).
El film nos narra cómo dos niños, Paulette de cinco años y Michel de once, crean su juego para elaborar y tratar de digerir el mundo de muerte que les rodea. Nada hay más complejo para una mente infantil que la muerte y, ante una presencia tan masiva de ella, han de concebir un juego que les permita hacerle frente.
Esos dos seres viven inmersos en la guerra, tanto en su dimensión general (los bombardeos alemanes sobre población civil francesa) cuanto en la doméstica (el enfrentamiento y odio crecientes entre dos familias vecinas).
De modo que esas dos criaturas han de asimilar juntas la sucesión de pérdidas tremendas y dolorosas que la guerra causa a su alrededor en un medio familiar y social que no les entiende ni atiende ni acompaña ante tanto dolor.
Si, como decía Douglas Sirk, la función del cine es "mover" para "con-mover", estamos ante una muestra de cine del más alto nivel.
Las actuaciones de ambos niños son excelentes y enternecedoras. La música, "El Romance Anónimo", interpretada magistralmente por Narciso Yepes pone la guinda a esta indudable obra maestra.
Ethan Edwards
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12 de junio de 2009
25 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
-¿Qué pintas Paulette?
- A Cristiano Ronaldo.
- ¡Aja! Y eso de ahí… ¿qué es?
- Mi disfraz, ¡tontín!
- ¿Tu disfraz? ¿De qué te disfrazas?
- Mi disfraz de Britney Spears.
- ¿Y te lo pones mucho?
-Claro, como todas las chicas. Te dejo Michel, me voy a ver Transformers 2.

En el siglo XXI los niños siguen comportándose según el entorno. Clement ya se había dado cuenta más de medio siglo antes.
Chagolate con churros
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31 de octubre de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante la avalancha de films bélicos, es de agradecer a Clément con su conmovedora y hermosa historia de “Juegos Prohibidos”, un film que nos ofrece una visión de la guerra pero no en sus trincheras, sino en la gente del campo, en cómo aquellos ajenos a la guerra deben convivir con ella tratando por todos los medios sobrevivir a ella.

Bajo este innovador planteamiento, se esconde un profundo análisis de la mentalidad infantil, con la llegada de una huérfana perdida a una granja donde será acogida. Entre la familia de granjeros, vive un niño un poco más mayor que ella con quién entablará una gran amistad. Pocas películas nos ha otorgado el celuloide con un análisis tan profundo y complejo de los pensamientos inocentes que residen en un niño, donde únicamente hay cabida para la inocencia y la buena intención.

Tampoco se puede ignorar el ejercicio del realizador por mostrarnos un gran choque de culturas y de fuertes contrastes, respectivamente del origen de la niña y de la familia de granjeros. Donde ella procede de una familia adinerada y con cultura, los granjeros están atrapados en las garras del analfabetismo y de la ignorancia. Todo el ejercicio que realiza Clément es muy sutil. Todo mensaje transmitido lo plasma con gran sencillez y humanidad, logrando una perfecta credibilidad. No se puede negar que lo ha rodado con un toque muy singular y humano, perfectamente consciente del entorno donde se codea.

El film es una alegoría a la amistad inquebrantable de los niños, con sus juegos, palabras y travesuras, donde únicamente cabe un sentimiento conmovedor y de simpatía. Y es que es imposible no sentirse atraído por ellos. Clément hace más de pedagogo que de director, sabiendo perfectamente cómo piensa un infante en esa inocente y corta edad, donde todas sus ideas están plagadas de inocencia, curiosidad y buenas intenciones.

Por lo tanto, estamos ante un film altamente importante y destacable por su ambiguo mensaje, cuya metodología al ser transmitido roza la mayor y absoluta perfección por el gran grado de humanidad y realismo que envuelven su tierno mensaje donde nos muestra que todos deberíamos aprender de los niños, cuya mentalidad y corazón son firmes y más fuertes que un roble. Uno de los films con mayor contenido pedagógico de la historia, plasmado con inmensa y bella sencillez.
directorscut
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12 de octubre de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa película francesa de los años 50 sobre 2 niños en el entorno rural de la guerra. Los niños están geniales, no se puede actuar mejor a esa edad. El rostro de la niña, de gran expresividad y angelical.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Caratti
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9 de agosto de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La infancia y la guerra, dos temas que el cine ha utilizado en más de una ocasión para subrayar la monstruosidad de quienes, celosos de la dama huesuda, deciden segar vidas humanas como si de espigas de trigo se tratase. Pero hay algo que los hacedores del espanto nunca han podido silenciar: el juego de los niños; el único escudo eficiente contra los dramáticos dardos, una de las banderas de la vida.

René Clément, huyendo de miradas apocalípticas, se refugia tras los ojos de dos niños a quienes las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial reúnen en una campiña francesa, cerca de la vía que utilizan quienes escapan de las ciudades, buscando hacia el sur algún lugar en el que no resuenen los motores de la aviación alemana y en donde los grillos sigan interpretando, ajenos a la carnicería, sus conciertos de violín.

Tierna e inocente aproximación de dos angelitos a los negros y enormes cascos del furibundo cuadrúpedo montado por uno de los cuatro siniestros jinetes.
A pesar de lo cruda que pueda parecer la historia, lo cierto es que disfrutarás con los Juegos Prohibidos de Paulette y Michel; y retornarás a los años en que la muerte de los demás no era si no un entreacto de tu inmortalidad. Al menos yo, me he sentido muy identificado con estos dos mocosetes, con sus rituales entierros, su picaresca frescura y con esas reconfortantes bocanadas que alimentan boca y nariz, y que les permiten jugar mientras haya luz y dormir a pierna suelta.
Sinhué
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