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Al calor de la noche

Thriller. Intriga. Drama En una pequeña población de Mississippi, el policía Sam Wood (Warren Oates) descubre el cadáver de un industrial. Poco después, detiene en la estación a un hombre negro que, tras ser interrogado por el jefe de la policía local, Billl Gillespie (Rod Steiger), resulta ser un inspector de la policía de Filadelfia llamado Virgil Tibbs (Sidney Poitier). Ambos policías deciden colaborar para investigar el asesinato. (FILMAFFINITY)
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
28 de noviembre de 2011
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el calor de la noche fue la película ganadora del Oscar de mejor film del año 67. Se trata de una intriga policíaca con trasfondo racista. Un empresario ha sido asesinado en una pequeña localidad sureña. La policía descubre el cadáver y arrestan a un negro trajeado que se encontraba en la estación de tren. Al llevarlo a comisaría comprueban que se trata de otro policía que se dispone a coger un tren para visitar a un familiar. Una vez de que el sheriff comprueba la identidad del policía de color decide colaborar con él para esclarecer el asesinato. El policía es un detective forense experto en resolver crímenes. A lo largo de la investigación el detective tendrá que hacer frente a los prejuicios raciales de los habitantes del pueblo. Sin embargo, su forma de proceder tan profesional sorprenderá al sheriff que le ayudará y protegerá de la hostilidad racista de la gente.

La trama en sí no es lo que llama la atención lo que más sorprende es el contraste entre el detective Virgil Tibbs, encarnado por un excelente Sidney Poitier, que con su profesionalidad se gana el respeto del sheriff y la estupidez de unos lugareños paletos y racistas. Rod Steiger interpreta al incrédulo sheriff que abandonará sus prejuicios ante la solvencia de Poitier en su forma de llevar el caso. Un hombre inteligente que no se deja pisotear por nadie y que en ningún momento pierde la compostura. Sin embargo, a la película le pongo algunos peros, en primer lugar el ritmo algo lento para mi gusto y el decepcionante desenlace que parece más bien sacado de algún culebrón venezolano. El final lo encuentro precipitado y me produjo indiferencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Harold Angel
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28 de agosto de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
62/04(04/04/13) Norman Jewison realizó con esta obra su trabajo más famoso, supuso en su momento una obra rompedora y pionera por su temática donde un negro era el bueno e inteligente y los blancos son unos zoquetes racistas, esto en un tiempo donde en algunos estados de USA aún imperaban leyes segregacionistas, como también existían en muchos blancos una gran xenofobia, convirtiéndose este film en un estimable alegato a favor de la igualdad de derechos. Amén de ser un gran éxito de taquilla y de premios, con cerca de 11 millones de dólares recaudados en USA y ganador de 5 Oscars, película, secundario (Steiger), guión, montaje (Hall Ashby, después buen director) y sonido.

En Sparta, un pequeño pueblo de Mississippi (el pueblo ficticio en la novela era Wells, fue tornado a Sparta para reducir gastos, esta villa es real y su nombre estaba pintado en la torre-depósito de agua local), una calurosa noche de verano mientras patrulla el policia Woods (buen Warren Oates) haya tirado en un callejón el cadáver asesinado del poderoso empresario Philip Colbert, este iba a construir una fábrica en la población que iba a dar trabajo a cientos de vecinos. Gillespie (gran Rod Steiger) es el jefe de policia y lo primero que hace es detener a un negro, Virgil Tibbs (gran Sidney Poittier), que espera el tren en la estación, pues siendo negro tiene mucho dinero en su cartera, y en una villa del sur tan racista es sinónimo de delincuente, pero deben ponerlo en libertad pues su versión es cierta, es un detective de homicidios de Filadelfia, y está allí por un trasbordo de camino a visitar a su madre en Memphis. Gillespie tras la presión de la viuda Colbert (buena Lee Grant) se ve obligado de mala gana a trabajar con Tibbs para resolver este caso, derivando esto en el choque de caracteres del duo, así como el enfrentamiento con la mayoría de vecinos anclados en un pasado de opresión cuasi-esclavista a los negros.
El guionista Stirlieng Silliphant (‘Al Caer La Noche’) adapta la novela homónima de John Ball de 1965, introduciendo algunos sensibles cambios en la personalidad de los protagonistas. En el libro el asesinado era un promotor de conciertos, se cambia acertadamente para darle un cariz más social, pues el muerto representa el avance, la modernidad, una fábrica en que trabajaran juntos blancos y negros, una posibilidad para el entendimiento y para que el pueblo salga de su primitivismo. Está realizada durante la efervescencia del Movimiento de Derechos Civiles, y esta obra es un arma más de esta corriente combativa. Es un drama moralizante que realiza una radiografía sobre el racismo arcaico imperante en el profundo Sur de USA. La excusa es el género policiaco centrado en un asesinato y su investigación posterior para esclarecer los hechos, pues esto sería de gran simplicidad si no fuera por todo lo que rodea al escenario, lo importante es la compleja relación que se establece entre el sheriff blanco racista del sur y un arrogante inspector negro del Norte, del que emana que la colaboración entre ambos puede ser buena, a pesar de las tiranteces existentes, si se apartan los prejuicios raciales nos encontramos con que solo hay una raza, la humana. Asimismo nos presentan un microcosmos anclado en el pasado, cuasi-atávico donde además de un tremendo machismo se está solo un paso por delante de la esclavitud, donde los terratenientes aún se creen con el derecho de abofetear a los negros y que estos no se les ocurra responderles, ellos son los amos. El realizador consigue transmitirnos una hábil ambientación opresiva, calurosa, asfixiante, mugrienta, con un ritmo fluido que hace nunca llegue el tedio. Hubo dos secuelas, 1970 y 1971 con sensible descenso de calidad, y en 1988 se filmó una serie con los personajes.

Posee escenas de calado por su fuerza dramática, comenzando por su excelente inicio, vemos trenes circulando en la noche, un tren llega a la estación de Sparta y de fondo se escucha la hermosa balada soul ‘In The Heat Of The Night’ (homónima al título), canta por la brillante voz de Ray Charles y compuesta por Quincy Jones, vemos un cuerpo de cintura para abajo que desciende del vagón, lleva una maleta en la mano, no vemos el rostro, y entra en la estación, infiriendo en el personaje un halo de misterio y enigma.

Como tara es que la trama detectivesca, carece de enjundia, de misterio, de giros, demasiado plana y simple, cae en lo rutinario, se nota que lo único importante es su crítica social, colocar a un elemento disfuncional en este marco. Se suma una resolución anticlimática (spoiler), en sus explicaciones se torna imprecisa, parece hecha a empujones, precipitada, añadiéndoseles situaciones bastante forzadas como la sonrojante persecución de los 8 trogloditas racistas que encerronan a Tibbs con cadenas y como sale de allí es como poco ridículo.

El elenco actoral realiza una estimable labor, sobresaliendo sus dos protagonistas, Poitier y Steiger, son el motor de esta entretenida y didáctica obra, demuestran una gran química, la evolución de su relación resulta natural y nada artificiosa, como comienza su tortuosa asociación y como poco a poco Gillespie y Tibbs van aprendiendo uno del otro hasta acabar en lo previsible. (continua en spoiler sin)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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3 de septiembre de 2011
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque Sidney Poitier comenzó su carrera en la década de los cincuenta, fue en los sesenta cuando adquirió su estatus de estrella tras recibir el Oscar en 1963. Fue al primer actor negro que lo recibió y los años han engrandecido su figura como la de un pionero. Hasta entonces, los negros sólo habían tenido una presencia subalterna en el cine americano. Pero los sesenta fueron también la década de la clara emergencia de la reclamación de los derechos sociales de la minoría negra de EE.UU., particularmente necesarios en los Estados segregacionistas del Sur.
También en los sesenta cayó el Código Hays, esa especie de censura del cine americano, y se pudieron comenzar a tratar temas que hasta entonces estaban vetados o que tenían que exponerse de forma excesivamente elíptica. Muchos directores aprovecharon para representar el sexo y la violencia de forma más explícita. Otros abordaron asuntos controvertidos y, hasta entonces, obviados por el cine por su carga de crítica al sistema. Uno de estos temas fue el racismo y Sidney Poitier se convirtió en el héroe de este tipo de películas.
En esta película el tema del racismo no se presenta de forma tan discursiva como en “Adivina quien viene a cenar esta noche”, donde se exponía el latente racismo de los sectores más liberales de la sociedad americana. Aquí nos encontramos en una pequeña localidad sureña y el racismo resulta evidente. Se produce un crimen. ¿Quién es el principal sospechoso? Primero un negro, por supuesto.
Sin embargo, en esta peli el negro es el protagonista y el héroe. Un criminólogo de la unidad de homicidios de una ciudad del Norte, un profesional que da sopas con honda a los patanes de la policía del pueblo, que no tienen ni idea de como abordar un asesinato. Habrá quien piense que el guión da demasiadas facilidades a la investigación que prosigue Virgil Tibbs, pero eso es un tópico del género, y si el investigador es blanco también suele tener tantos conocimientos e intuición.
La lluvia de Oscars y el éxito de esta película (que propicio dos secuelas protagonizadas por Mr. Tibbs) tal vez fuesen coyunturales y alguien dirá que ha envejecido demasiado. Ya no es ninguna novedad que el héroe sea negro. Pero en lo que hoy es normal, esta película es la pionera. Por eso conserva el valor de clásico. Está dirigida con pulso y no incurre en casi ningún tic visual o narrativo propio del cine de la época (si exceptuamos algún zoom, pero bien traído). Buena fotografía, apropiada banda sonora de Quincy Jones y notables interpretaciones de Sidney Poitier y Rod Steiger.
Merece la pena verla, es entretenida y muestra una vergonzosa realidad social que lleva camino de ser superada. Y fue la primera.
iñaki
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29 de marzo de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Virgil Tibbs, inspector de policía de Philadelphia, se dirige a Memphis para ver a su madre, y tiene que realizar un trasbordo de tren en el pueblo de Sparta. Debido a que un industrial ha sido asesinado en ese pueblo, y a que Tibbs es negro y ha cometido el delito de llevar doscientos dólares en la cartera, es detenido sin más y llevado a comisaría. Una vez allí el jefe Gillespie para comprobar su identidad habla por teléfono con el superior de Tibbs en Filadelfia, quien le confirma que es un colega de profesión y le ofrece además que Tibbs le ayude a esclarecer el crimen.

Un film entretenido, con una trama solvente en la que la intriga es cuidadosamente dosificada, sin trampas, y con un buen desarrollo en la relación a la fuerza de los dos enérgicos personajes enfrentados, el pulcro, inteligente y orgulloso Tibbs y el rechoncho, rudo, obstinado y no menos orgulloso Gillespie, con unos Poitier y Steiger entonadísimos, muy en su papel, bien secundados por otro intenso actor de carácter como Warren Oates.
Juan Marey
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6 de julio de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mérito absoluto de "En el calor de la noche" es saber mostrarnos el maléfico entorno en el que se ve empujado a trabajar Sidney Poitier, que además de ser uno de los mejores investigadores de policía en la cuestión de los crímenes, es negro. No es ninguna necedad objetar que sin ser negro no habría película, de hecho es tan importante, es tan absolutamente esencial, que ha de quedar claro desde el principio. Hay un asesinato con su correspondiente investigación, pero lo realmente importante son las actitudes de quienes habitan ese pueblo, de una obcecación retrógrada que acaba desesperando. Todo lo que rodea a Poitier es de una indignidad humana inaguantable. Por ello es algo frustrante que bajo el calor de esa noche se produzca un asesinato cuyas motivaciones son decepcionantes, no explicaré nada aquí pero no hay duda que la resolución y la propia investigación deslucen la atmósfera que se crea alrededor de Sidney Poitier.

Porque Poitier llega a la película sentado en un banco, leyendo el periódico mientras espera un tren y se topa con el primer paleto, excepcional Warren Oates, que no le mete un tiro ahí mismo por pura casualidad. Una sociedad con tan poca capacidad de asumir las diferencias es una sociedad enferma. Lo que realmente me ha importado de "En el calor de la noche" me ha producido una tristeza enorme, y no es otra cosa que observar a una comunidad que tienen tan asimilados los prejuicios que quien no prejuzga es tomado como peligroso. Vale la pena centrarse en el personaje de Steigner, clave para apaciguar cuando hace falta, clave para subrayar la estupidez humana si hace falta, ambiguo y esencial. Hasta ellos mismos se traicionan y se inculpan de hechos sin justificar, como le acaba sucediendo a Oates, que sufre en sus propias carnes las consecuencias de la misma estupidez cerebral que él padece.

Apenas la mujer viuda presenta síntomas de progreso, el pobre Poitier se enfrenta no a una investigación con todas sus trabas sino a una lacra social. Primero por imperativos profesionales, luego por cabezonería, él solo ante el peligro. Lástima que lo que rodea al asesinato acaba siendo una patochada finalmente. Me quedo con lo bueno, que no es poca cosa, y una sensación de tristeza inevitable porque esta película me ha hecho recordar que estamos rodeados de prejuicios.
Luisito
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