4 meses, 3 semanas, 2 días

Mujeres a la deriva en un estado policiaco o no. Porque el mar de fondo que se advierte no más empezar: Rumania, 1987, bajo el último aliento del régimen dictatorial pro-URSS, bien puede ser una excusa, ya que en numerosos países declarados democráticos sucede lo mismo o incluso peor. Lo que de verdad importa es la admirable realización con pocos elementos y medios económicos para contar una historia dura y descarnada con sobriedad, ternura e incluso amor por sus criaturas y un gran poder de síntesis narrativa. Puede decirse que cada secuencia aporta mucha información y tensión dramática, esgrimiendo un lenguaje diferente, punzante... gracias a la interpretación de sus protagonistas y todos los secundarios.

El final es sobrecogedor, muy teatral a la vez que cinematográfico, con un largo plano secuencia que se permite una escena detrás de las protagonistas y otra delante, reflejándose en un cristal: un poema trágico a la vez que contundente lenguaje cinematográfico en un reducido espacio con sonidos muy significativos.

Llegar a este final no pesa; siempre se camina junto a ellas con interés y emoción.

Dura película rumana, que consagra a su joven director Cristian Mungiu. Ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes 2007 y no es extraño, una vez vista.
El film es excelente pues el guión es de hierro, pleno de tensión e intriga, aunque sea de índole cotidiana.
Muestra la realidad social rumana de la triste y larga época del dictador Ceaucescu, donde había graves carencias de todo tipo. En esas condiciones, el que una joven deseara abortar, muestra la hipocresía, injusticia y crueldad de quienes tienen el poder sobre los demás.
Con pocos personajes, pero perfectamente definidos, un estudio de ellos psicológico soberbio y unas escenas, largas, a cámara fija, que acongojan literalmente a los espectadores, como todas las que ocurren en la habitación del hotel y la exquisita y dificilísima escena de la comida familiar, con el rostro de la protagonista y novio fijos, mientras el resto de comensales charla de cosas baladíes.
Tensión máxima e impresionante narración que mantiene en un puño al respetable.
Muy buena película.

La película arranca con un plano de una pecera y dentro de ella dos peces chocando contra sus paredes. El plano de la pecera se abre mostrándonos una habitación de una resisdencia de estudiantes universitarias y dentro de ella las dos jóvenes protagonistas de la historia.

Las primeras palabras que escuchamos parecen cerrar con monosilabos una conversación previa que desconocemos. Primero aparece en cuadro una de las estudiantes (Gavita), más tarde la otra (Otilia), pero la cámara apenas se mueve es un mero testigo. Son las protagonistas las que salen y entran en el encuadre.

Una vez que Otilia sale de la habitación, es cuando la cámara la sigue mostrándonos así el ambiente de la residencia através de un estrecho pasillo. A esta primera escena la acompañarán algunas más que servirán de breve introducción para describir el contexto donde se desarrolla la historia de Gavita y Otilia: la etapa final de la Rumanía Comunista de Ceauçescu.

Con la misma concisión y sobriedad del prólogo, Cristian Mungiu desarrolla el grueso de la historia. El lenguaje cinematográfico que utiliza deja respirar a los personajes, toma distancia y sabe captar las emociones justas en los momentos justos sin emitir juicios de valor. Todo el protagonismo es de las imágenes, ellas nos cuentan la historia, plano a plano, dejando los diálogos en un segundo plano solo para complementar, pero en ningún momento para sobrecargar. La música desaparece de la historia, nada nos puede distraer de lo esencial.

Sencillamente, puro Cine.

Se suele decir que el cine es un buen modo de desconectar porque durante dos horas te metes en los problemas de otros, pues en este caso te metes en unos problemones de cuidado.
Rodada en poquísimos planos (no tendrá más de 20) rezuma austeridad y denota una loable autenticidad, es honesta en todo momento y te mantiene atento siempre, a ratos con la boca abierta. Dicha sobriedad recuerda a otros autores de Europa del Este como Kierzlowski o Tartovski.
La película trata directamente un espinosísimo tema en una sociedad (la Rumanía de los 80) inmadura, cotilla, reprimida y sometida por la tiranía de Ceaucescu; el tema es el aborto. Un problema que obedece a esa clase de miserias humanas fruto de la incomunicación, la mentira y la obediencia a unas normas injustas. El conjunto es el fiel reflejo de ese país todavía en vías de desarrollo, y más en ese momento, lleno de pillastres que van en R12 haciendo chanchullos y aprovechándose de chiquillas indefensas, o de médicos de 3 al cuarto pagados de sí mismos, por no hablar de los inquisitivos modales de los recepcionistas de hotel (más propios de la Gestapo). Y todo esto en largos planos secuencia que te sumergen más en la realidad para vivir las vergüenzas y los miedos de nuestra protagonista, una heroína que contra viento y marea saca fuerzas del ambiente más hostil para seguir adelante, y por un motivo ajeno al tono déspota del resto de personajes: simple amistad.
Por último decir que los actores, que son totalmente desconocidos (a ver quien es el guapo que sabe algo de ellos), soportan excelentemente bien el peso de la película y van dando forma a una atmósfera lóbrega y enfermiza, casi asfixiante. Una obra maestra, estoy de acuerdo con la decisión de Cannes, me encantó.

Juro por Arturo que lo próximo que voy a ver será una comedia ligerita para carcajearme y alegrarme el día, o algo dulce y pasteloso que me endulce un rato largo y me deje buen sabor de boca. Porque esta película, a golpes de realidad cruda y amarga, me ha dejado molida y triste. Es una de esas historias de perra vida y negra mala suerte para sus protagonistas, que además te caen bien desde que las ves, a las que todo lo que les puede salir mal, les sale peor... Y está tan bien hecha, y es tan cercana y auténtica, que no encuentras una fisura o un error donde refugiarte y olvidar que solo estás viendo una película.

Se trata de la historia de dos amigas que tienen, entre otros, un grave problema que resolver. Y urgente. Una de ellas está embarazada, prácticamente un delito para una mujer soltera en un país donde todo está planificado y organizado. Y, cómo tampoco está permitido abortar, su vida se ha convertido en una encrucijada donde todos los caminos son peligrosos. Porque además la vida, de por sí, es dura y difícil en un país entristecido y agotado por un régimen rancio y dictatorial que perdura gracias a la represión, al miedo y al control de sus habitantes.

Rumania, en 1987, es un lugar frío y desolado, con una atmósfera pesada e irrespirable por la que se camina y sobrevive con dificultad. La gente circula con el carné en la mano, el corazón en la boca y las lágrimas en los ojos. Nadie sabe quién eres hasta que no ve tus papeles, que son los que te dan identidad y existencia, y en ellos está escrito quién eres, lo que has sido y lo que serás. Y si eres mujer, peor. Y según de donde vengas también. Porque hay clases, eso sí. Esas resisten siempre, hasta en el bajo cero de una sociedad congelada. Otilia y Gabita se tienen la una a la otra para darse el calor humano que necesitan para sobrevivir. El problema del embarazo de Gabita es el problema de su amiga Otilia. La solidaridad femenina funciona cuando nada más lo hace. Pero no será fácil. Les surgirán nuevos problemas con decisiones tan abrumadoras e imposibles que habrá que digerir y olvidar para continuar viviendo. Imágenes, actos y consecuencias que hay que soportar en el momento y dejarlos ir para siempre, sin que te dejen una cicatriz profunda o una huella imborrable…

Me parece que ésta es una película magnífica, aunque tan dura como puedas soportarla. En realidad es la historia íntima de la desesperación, la soledad, la angustia y la impotencia de dos mujeres, ante circunstancias terribles que deben soportar y aceptar. Y la cámara, y nosotros, está ahí con ellas en esos momentos. No puede, no podemos, hacer nada, solo ser testigos, compadecerlas y admirarlas. Porque algo nos dice que van a sobrevivir y que lo que no las ha matado (por dentro o por fuera) las hará más fuertes.