El suplente

El suplente es una película de drama social argentina que no ofrece nada nuevo, repite la clásica fórmula de cine de denuncia social. Un profesor preocupado por sus alumnos vulnerables y marginados en un contexto de crimen y narcotráfico es una premisa que ya hemos visto una y otra vez en el séptimo arte. Sin embargo el filme es palomero y entretenido, con esencia propia...por cierto Alfredo Castro es un actor súper camaleónico que saca adelante cualquier personaje y te sostiene lo que sea.

El cine era un buen sitio para pasar las tardes de invierno al calor de la pantalla grande... Ahora, el ahorro energético y la moderación en el uso de las calefacciones, puede hacer, cómo me ocurrió a mí el sábado pasado, que te quedes frío viendo una película en tu sala habitual, y no precisamente por causa de la película. No, al menos, en este caso, pues el último trabajo del director argentino Diego Lerman nos dejó un muy buen gusto de boca.

Lucio es un profesor suplente de literatura que llega a un conflictivo instituto de Buenos Aires, su ciudad natal. Allí tendrá que tirar de su ingenio y comprensión para hacer que los alumnos se sientan atraídos por la materia. Entretanto hará todo lo posible para intentar salvar a uno de sus alumnos de las garras del narcotráfico.

Puede que, de primeras, la trama de la película sea poco original, que nos suene a otros tantos trabajos que han abordado los temas de la enseñanza; pero el trabajo de Lerman tiene encanto, enmarca su historia en un marginal barrio de la capital bonaerense, la cubre de capas (problemas sociales, personales, búsqueda de sentido a lo que hacemos...) y le da un halo de thriller que te mantiene toda en vilo durante su metraje.

La cámara de Lerman observa muchas veces a través de cristales que hace que sintamos la profundidad de la historia. Para el elenco protagonista cuenta con un solvente Juan Minujín en el papel de profesor; el efectivo Alfredo Castro como padre de este último; Renata Lerman (hija del director) en el rol de la hija adolescente que decide tomar sus propias decisiones, y con Bárbara Lennie, que recupera su acento argentino para dar vida a la exmujer de Lucio en un papel más pequeño de lo que desearíamos.

Una buena película que se torna en thriller con una buena dosis de carga social y que reivindica el crucial papel que tienen los profesores en la educación y el poder de las artes, la creación, el amor… para ayudarnos a sobrevivir en este mundo lleno de peligros.

www-sudandocine.com

Buena película. Aunque cinematográficamente la cuestión rechazo-aceptación entre educador y educando no sea novedosa, y el film trate y muestre algo que para muchos es conocido, no lo es para quienes no conviven con ese medio social; por otra parte cada vez más extendido a medida que crece la pobreza en Argentina.
Interesante la personalidad serena -casi estoica- del profesor, quien no intenta imponerse autoritariamente a un joven estudiantado secundario de extracción proletaria (cuando no marginal), abiertamente reticente a la materia, sino a través de una conducta tolerante y pausada, involucrándose a riesgo propio en sus complejas realidades, hasta ganarse la simpatía y empatía de la clase y activar el interés en la literatura, ya sea como lectores o expresándose a sí mismos.
Buena película por lo que muestra y por lo que propone como metodología pedagógica "posible", de campo; o antropológico social. Y no idealista y de escritorio académico. Una valiente propuesta que puede ser de utilidad para maestros y profesores, así como reveladora para el público en general.
En síntesis: un film recomendable.

En un contexto sociocultural económico; la educación, la familia y sectores comunitarios son el poco oxígeno cuando el margen es poco.
Lucio (Juan Minujin) es el símbolo de muchos que a pesar de la gran marea en contra tratan de sumar.
Es una Buena película, el guión no excede de tiempo en escenas ni tampoco escasea en su dinámica argumentativa. Con recursos sencillos daba a entender a la audiencia la situación, como los planos detalles utilizados.

Dirigida por Diego Lerman y estrenada en Netflix. Cuenta la historia de un profesor de literatura que toma una suplencia en uno de los bordes de la ciudad, donde un narcotraficante y un intendente pelean por el poder.

Por Nicolás Bianchi

Lo primero que hace El suplente es dejar en claro que algunos de sus personajes se mueven entre dos mundos muy diferentes. Lucio (Juan Minujín), profesor y crítico de literatura, asiste a una presentación de un libro de poesía de su ex mujer Mariela (Bárbara Lennie) acompañado del escritor Martín Kohan, que simpáticamente hace de sí mismo durante esta breve escena.

De los brindis en un bar cool de un lugar que podría ser Palermo o alguna de sus extensiones, el relato pasa a un barrio que queda en el límite con la avenida General Paz. No hace falta ser porteño para entender que a los márgenes de esa gran vía la vida no es la misma que en el centro de la ciudad. De hecho, al ser una película distribuida por Netflix, no hay ninguna referencia geográfica específica. En este sentido, Buenos Aires es mostrada como una gran ciudad en la que existe una marcada desigualdad.

Después de este primer momento relajado, comienzan a aparecer todos los problemas de Lucio. Su padre, llamado el Chileno (Alfredo Castro), está gravemente enfermo y ya no puede llevar adelante su comedor comunitario. Además, en su nuevo trabajo, los alumnos no conectan con su materia. Estos chicos de extracción trabajadora son retratados siguiendo un puñado de estereotipos: la alumna brillante hija de inmigrantes, el chico que duerme toda la clase porque trabaja por las noches en una fábrica y, entre otros más, destaca Dylan (Lucas Arrua), hijo de un ladrón.

A modo de contraste con esta realidad, la película introduce como tema secundario los conflictos que atraviesa Lucio en su vida privada. El principal es que su hija está disgustada con cursar el ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires (nuevamente, no hay una mención del nombre de la escuela pero, para el público argentino, es evidente). Esta niña disconforme con este hecho de su vida, al mismo tiempo, toca en una orquesta infantil de música clásica.

Al mismo tiempo, los alumnos de Lucio, a los que no les importa la literatura, tiene problemas un tanto más sórdidos. A partir de que la Gendarmería ingresa al colegio, arresta a uno de los chicos por tener drogas y Dylan escapa por miedo a las represalias de los narcos, la situación se espesa y pasa a tener otro tenor. La vida del alumno de Lucio corre peligro. De hecho, todo el barrio, incluyendo el colegio, el comedor y al mismo protagonista parecen amenazados por la presencia del narcotráfico.

El suplente, tomando en cuenta su carácter global debido a la influencia de Netflix, es una película de calidad que reviste interés. La realidad que presenta es algo esquemática y está plagada de eslóganes para que todo quede claro (“la literatura no le importa a nadie”, arranca Lucio en su primer clase, “nadie se salva solo” dice una leyenda pintada en el comedor de su padre). Además, cuenta con muy buenas actuaciones. El trabajo de Minujín es sólido y tanto Castro como Rita Cortese, que personifica a la directora del colegio, aportan personajes secundarios interesantes.

Por último, el final tiene cierta ambigüedad, no por lo que sucede, que tiene que quedar explícitamente claro porque es una película de Netflix, sino por lo que dice de la realidad que representa. Más allá de los eslóganes, El suplente habla de una situación compleja en la que no todo está perdido pero en la que, al mismo tiempo, se reproducen injusticias y desigualdades.

Está disponible en Netflix. Contacto: [email protected]