Hace un año en invierno

Caroline Link vuelve al tema de la familia, para mostrarnos un cuadro sombrío e intenso de un prolongado duelo familiar, duelo que es personal más que colectivo, porque en la historia todos sufren, pero cada uno a su modo; todos buscan comprensión, acercamiento; mas ninguno sabe cómo.
Así, gracias al encargo que la madre hace al artista, somos testigos de cómo los recuerdos son desempolvados y con ellos los sentimientos de culpa, los reproches postergados, la punzante falta de respuestas.
Con una fotografía limpia que alterna entre el hermetismo de los rostros y cuerpos de los dolientes con la apertura y claridad de los espacios; y con un acompañamiento musical que subraya la infinita nostalgia por el hijo y hermano ausente, entendemos que la vuelta al pasado sólo es necesaria para buscar aprender de ella, mas no para arruinar el presente.
Y que la solución al dolor, de ningún modo para por el ensimismamiento sino por el contacto con otros seres humanos y la liberación de los sentimientos.

La película me pareció sumamente interesante. El retrato del duelo familiar y la búsqueda de encontrarle sentido a una decisión tan impactante como lo es el suicidio. Me parece que retrata perfectamente cómo se ve, en muchos casos, la depresión. La primera escena es dinamitante para entender lo que viene después.
Su ritmo es suave y lento, con música que enmarca perfectamente la idea de la película. Estéticamente es bellísima y logra posicionarnos en los distintos ambientes de una forma coherente y prolija. Los personajes son redondos, dándole realidad a cada uno y un trasfondo que invita a quedarte mirando.
Preciosa.

Dicen que los tópicos sobre los pueblos tienen siempre un fondo de verdad. En el caso de los alemanes sé por experiencia propia que no es cierto que no tengan sentido del humor como se afirma. Pero también lo es que cuando por causalidad das con uno con dicha carencia es como para suicidarse...
No recuerdo haber consultado nunca tantas veces el reloj como en esta película que muy bien podría titularse "La historia interminable" o, puesto que ese título ya tiene copyright, "Partir un pelo en cuatro". Realmente tener que sufrir durante más de dos horas las idas y venidas de una nena insoportable y redicha y de su no menos insufrible familia debería desgravar de hacienda. Al final no te queda más remedio que reírte de tanto trascendentalismo de vía estrecha.
Si estuviera en mi mano aconsejaría a la directora que antes de ponerse de nuevo detrás de una cámara se asegure de tener una historia que contar. Lo cual no es lo mismo que tomar una anécdota- cuanto más estrambótica mejor- y retorcerla hasta el infinito a ver si suelta algo de jugo, cosa que es imposible con un material tan seco como el de esta cinta (y claustrofóbico en el mal sentido de la palabra; lo digo por si tuviera varios).
Los actores sólo regular. Se nota que tienen escuela, pero la escuela en cuestión no debe ser demasiado buena. No están mal la fotografía y la ambientación (aunque asquerosamente civilizada como corresponde a la clase media con pretensiones a la que pertenecen los personajes), pero tampoco es que maten. La banda sonora es indescriptible, de tan machacona merecería una denuncia en Sanidad.