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Popeye

Comedia Adaptación cinematográfica del famoso personaje de cómic creado por E.C. Segar. Popeye "el marino" es un marinero que siempre se está peleando con Bruto (Bluto), un fortachon que pretende a su novia Olive, pero al que siempre vence tras ingerir unas espinacas que le dan un fuerza sobrenatural. La película obtuvo un sonoro fracaso de taquilla. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
25 de febrero de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No resultaba fácil, ni nunca lo resultará, la adaptación a largometraje con actores de la historieta creada a finales de la Primera Guerra Mundial por E.C. Segar. Las aventuras de Popeye el marino tienen un encanto tal en su formato historieta, e incluso en sus entrañables adaptaciones en cortometrajes animados de Fleischer o Famous Studios, que el embrollo donde se metió el bueno de Robert Altman, alma mater del Nuevo Hollywood de los 70, al decidirse por adentrarse en los meollos del cine comercial le supusieron la demostración de que el proyecto le venía, no grande, sino desproporcionado con las verdaderas intenciones críticas y cínicas de su mejor cine.

El filme supuso un batacazo tal en taquilla que la superproducción ideada por la Disney fracasó estrepitosamente. Un novato Robin Williams en papel del marinero come-espinacas y de una pizpireta Shelley Duvall en el de Olivia clavan sus resgistros emuladores, aunque el tono de ñoño, anticuado y soso musical al que se dota a esta película de 1980 termina por provocar que el espectador deje de disfrutar de sus cuidados decorados y de su esmerada puesta en escena para aburrirse soberanamente entre canción insulsa y tema musical olvidable.
Migue Muñoz
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1 de junio de 2007
26 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fallido intento de llevar al celuloide al "comespinacas" a pesar del parecido que tiene Robin Williams (esta fue su primera película) con el personaje, y fue por escoger al director equivocado, y por un guion simple y mediocre, lo mejor que se puede hacer es otra versión que no tenga nada que ver con esta, con un buen guión y un gran reparto y equipo técnico, Popeye necesita una adaptación tipo "Tintín" de Steven Spielberg y Peter Jackson, que se respete la esencia y el espíritu del clásico animado.
LadyKnightProducciones
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27 de septiembre de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptar un cómic puede ir con trampa.
Tienes los diálogos, las acciones, la estética... ¿nada podría salir mal, verdad?
Pero de vez en cuando surge una de esas películas. Una en la que te preguntas cómo iban todos los días los actores al rodaje, qué cojones tenía en la cabeza su director y cuál tenía que ser la cara de sus productores cuándo vieron el producto terminado.

'Popeye' es una catástrofe ininterrumpida de dos horas de duración.
Empieza fuertecito con una canción horriblemente traducida alabando al Señor por otro gran día (tal cual), en un pueblecito costero que fácilmente puede ser el escenario más caótico y caro de la historia del cine, pero es que no se queda ahí. Cuando Popeye entra en escena no para de hablar con voz forzada, pero literalmente no para de hablar, tooodas sus escenas están llenas de diálogo, e incluso en las que no sale él también se le oye.
Su llegada al pueblo es solo el inicio de una serie de tonterías y equívocos, con personajes al borde de la demencia, que se mueven por un escenario digno de la peor mente enferma, sin parar de dar piruetas, chocarse, tropezarse y caerse violentamente.
Si dicho así suena mal, visto es digno de cagalera mental.

Eso solo por hablar de la """""historia"""""", porque si vamos a lo estrictamente cinematográfico la lista de violaciones en serie al celuloide se extiende sin freno: planificaciones dignas de espectáculo malo de Port Aventura, zooms charcuteros, planos que enfocan actores al fondo de la escena o encuadres de olvidarse la cámara y dejarla rodando.
La dirección de actores en el rodaje era un mito, una quimera, apenas un recuerdo en la mente de intérpretes que tienen la horrible manía de hablar todos a la vez sin respetar ningún tipo de ritmo dramático: la cena en casa de Olivia es un circo del horror de todo lo anteriormente mencionado, pero especialmente de lo último.

Parece ser que Robert Altman tenía una idea genial: adaptaría Popeye tal cual salía en sus caricaturas animadas, claro que sí. Con porrazos y piruetas incluidas, pateando una ley de la gravedad que les sienta de pena a una jauría de actores embutidos en exageradas prótesis.
Pero no solo eso, sino que tampoco perdería la oportunidad de meter una crítica mordaz a los impuestos (¿¿¿???), una canción de Shelley Duvall que merece arrancarte los oídos, la búsqueda del padre de Popeye adicto a las espinacas y un bebé que predice el resultado de apuestas deportivas. ESPELUZNANTE.

Para su propio crédito, eso sí, hizo bien en fichar a un Robin Williams que intenta por todos los medios ser un dibujo animado, y aunque en cada golpe se transforme en dantescos muñecotes, sería injusto negarle que lo consigue con creces. En algún mundo paralelo, al bueno de Williams deben haberle dado un Oscar por ser tan actor de método para pasarse una película entera mordiendo pipa y forzando el gesto.
¿Quizá esa era la idea, no? Hacer de Popeye alguien tan lastimosamente bienintencionado que la cosecha de imbéciles deformes e insoportables que le rodean parezcan menos nobles en comparación. Lo consiguieron, eso también, a costa de que te lleves las manos a la cabeza cada vez que alguno de ellos abre la boca.

Aún peor que todo eso, 'Popeye' es la clase de accidente en el que es imposible no mirar: es como ver a un yate lleno de recién nacidos con sus respectivas madres despeñarse cuesta abajo toda la ladera del Everest. Quién sabe si volverás a ver algo igual.
¿He dicho lo peor? Quizá eso sea lo mejor, comprobar que en el siglo pasado los productores y directores vivían en una realidad donde llovía la coca, ninguna escena era lo suficientemente ridícula y ningún diálogo lo suficientemente malo. Puede que Popeye tenga el dudoso honor de ser la cima de un cine que ya no se hace, y que nunca se volverá a hacer porque los tipos del dinero tienen más miedos, menos escrúpulos y se dejan impresionar poco por grandes nombres como Robert Altman.

Es un honor que nunca le podrán quitar. No estoy seguro de si eso es bueno o malo.
Charles
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7 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la película aparecen todos los personajes de la serie de dibujos animados, pero esta película es malísima. No tiene argumento, intenta ser un musical pero las canciones son muy malas y están muy mal cantadas. Lo único que se salva un poco son los decorados. ¿Desde cuándo Popeye tiene pelo y es rubio como el trigo? Es una película muy rara y eso la hace curiosa. Los diálogos son ridículos y carentes de sentido. Muy poca gracia para ser una comedia.
sergiofloes
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24 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente la descripción más honesta y certera que conozco de la adaptación cinematográfica de las tiras cómicas del historietista E. C. Segar llegó, muchos años después, en palabras de su mismísimo protagonista, el por aquel entonces cómico televisivo Robin Williams: el guión de Popeye -del ganador de un Pulitzer, Jules Feiffer, pero no granjeado por este trabajo- solamente tiene sentido si ves la película hacia atrás y rebobinándola. Tampoco desechemos la posibilidad de que se consumiesen menos espinacas que cocaína a lo largo del rodaje de este proyecto kamikaze en el que acabó enrolándose Robert Altman ('Un largo adios', 'MASH') para el cual, antes que él, ni John Schlesinger, ni Richard Attenborough, ni Arthur Penn, Hal Hashby o Louis Malle picarían el anzuelo del productor Robert Evans ('Chinatown', 'Marathon Man').
¿Qué puedo decir? Las canciones y los números musicales son torpes, ridículos y aburridos. Y tampoco existe un gran argumento -¿podía haberlo para una aventura real de Popeye con actores de carne y hueso?-. Shelley Duvall ('El Resplandor') y Paul L. Smith ('El expreso de medianoche') hacen lo imposible -entre bromas fallidas, trifulcas y slapstick a granel- para equilibrar humanización y caricatura en los personajes de Oliva y Bruto. ¿Y Robin Williams?? Digamos que la estrella principal de la sitcom 'Mork & Mindy' aún estaba verde para saber traducir una imitación graciosa en una interpretación, aunque sí da la impresión de pasárselo en grande improvisando con el 'marciano favorito' Ray Walston.
No es de extrañar que el pueblecito creado expresamente para rodar este pestiño -otro entrañable pestiño de los 80, eso sí- siga hoy funcionando como atracción turística con restaurantes y paseos en barco. Es abrumadoramente bello, y el logro más reivindicable en esta pifia conjunta de la Paramount y Disney.
antonio lopez herraiz
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