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Nancy

Drama Nancy no distingue entre realidad y ficción y está cada vez más convencida de que fue secuestrada cuando era niña. Cuando conoce a una pareja cuya hija desapareció hace 30 años, las dudas cogen peso y el poder de las emociones amenaza con sobreponerse a lo racional. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
19 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Catfishing, depredadores de Internet. ¿Qué tanto hay de ello en “Nancy”? Bastante, aunque de una manera menos perversa y más bien miserable. “Nancy” es el primer largometraje de Christina Choe, ganadora en el 2018 en el Festival de Sitges a Mejor Actriz y en el Festival de cine independiente de Sundance a Mejor guion. Un drama gris y pesimista que gira en torno a la mitomanía y la necesidad de ser algo para alguien. De sentirse especial.

Durante un frío inverno conoceremos a Nancy, una solitaria mujer de 35 años, de aspecto frágil oculta las canas de su cabello con tinte barato. La ciudad, cual reflejo de su personalidad, se descubre decadente en medio de su monotonía. Despreciada por su madre (con quien vive) e ignorada por el “mundo” crea un blog en internet en base a una personalidad falsa, más atractiva que la propia, y edita sus fotografías para inventarse vacaciones en Corea del Norte. Pero ello es sólo el punto de partida para una vida “real” y mejor, cuando casualmente en los noticieros de Tv, sabe de la noticia de un matrimonio que después de décadas, mantienen la esperanza de encontrar a su hija secuestrada; el retrato de cómo sería aquella niña a sus 35 años se parece tanto a ella, como si fuese su doble, aunque más feliz, más realizado. Tal vez es su oportunidad de tener algo, de encajar y tener una familia.

Interesante, aunque en lo absoluto emotivo es el filme de Choe. Enormemente simplista. Entonces, ¿cuál es la magia qué da “brillo” a la historia de un ser alienado y desgraciado? El guion de Choe, sin demasiadas demoras y a paso lento desarrolla con pericia las necesidades de amor de sus desilusionados personajes, heridos por la soledad. Así mismo la actuación de Riseborough, a quien ese mismo año tuvimos la oportunidad de ver torturada en Mandy de Panos Cosmatos, también premiada en el Festival de Sitges. Aquí exhibe un personaje inmaduro de aspecto agotado que podría envejecer e incluso morir sin percatarse, incapaz de darle un sentido a su vida, que sueña con ser artista, sin tener educación, perezosa, y pese a que el mismo arte le aburre.

Escribo brillo entre comillas ya que en realidad es una película bastante sombría que sus puntos fuertes: la actuación y el guion, son los mismos que terminan limitándola. Jamás logramos sentir empatía por sus personajes, y su final es gris, apagado, remitiendo el clímax de la película a un suceso felino (me encanta esa parte, como no es mi deseo hacer spoiler no lo detallaré, pero es parte del punto medular del filme). Entre otras cosas tenemos una estupenda fotografía (a lo cine indie) de Zoë White, y la música del compositor Peter Raeburn.

De modo que, con sus limitaciones, es una película a apreciar, además de que su duración, menos de 1 hora y media, hace más fácil su visionado. A ver qué sucede con Riseborough, quien el próximo año protagonizará el remake de Grudge (Takashi Shimizu), dirigido por Nicolas Pesce (director de The Eyes of My Mother).
Iván Roldán
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24 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película te lleva por un recorrido que no necesita explosiones para sorprender, con una trama simple pero bien realizada, sobre complicadas emociones. Es triste, esperanzadora, dulce, emocional, etc.

La película cuenta una historia interesante y con una dedicación a los personajes y sus emociones que la hace muy recomendable. Para apreciar sin esperar espectacularidad, por supuesto.
BlindSeeingEye
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22 de octubre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama sobre una mujer que ha perdido a su madre de la que nunca recibio cariño y una familia que secuestraron a su hija a la que nunca pudo darle todo su amor.
La primera cree que es la hija de los segundos y se presenta en su casa. Veremos la relación que se establece mientras salen los resultados de los analisis , y la esperanza porque realmente sea la desaparecida hija.
Lo único que lo diferencia de un tele film de sobremesa es las excelentes actuaciones, sobretodo de  Andrea Riseborough que ya nos maravillo en Mandy

www.nosoloencine.es
Nosoloencine
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14 de septiembre de 2022
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Psicodrama sobre las consecuencias de la soledad, la no pertenencia y la falta de calor humano. Nancy es una treintañera con una triste vida fundamentada en el cuidado de su madre, la cual la menosprecia continuamente. Cuando esta muere, un inesperado evento podría dar un vuelco a su vida.

Es una película lúgubre, desalentadora, que retrata personalidades devastadas, ya sea por un hecho desgraciado del pasado o por una vida entera carente de verdadero amor y cariño. Cuantas Nancys habrá en nuestras ciudades, imaginando vidas mejores mientras transitan por el mundo invisibles, sin paladear apenas todo lo bueno que la existencia puede ofrecer.

Buen reparto, con la siempre cumplidora Andrea Riseborough al frente, a pesar del pelucón. Los secundarios, igualmente eficaces. No será la experiencia más feliz que tendrán frente a una pantalla, pero es una historia pequeña, modesta, que merece ser contada y visionada.
KlingonCome
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28 de septiembre de 2018
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la sensibilidad con la que Christina Choe ejerce de maestra de ceremonias dirigiendo la cinta es primorosa, solo pudiendo lograr semejante resultado una mujer (sin pretender recurrir a defensas feministas ni a ideología alguna) al recogerse en cada plano la sombra de una sospecha que, al fin y al cabo, está siempre presente de un modo u otro ya no solo en la película sino en la vida real (la desconfianza con la que convive la raza humana se remonta a su propia existencia), valiendo su peso en oro un guión (la ira que desemboca cierta huida felina como símbolo de efímera posesión es especialmente impactante) que, allá por donde se ha distribuido el filme, ha conquistado tanto a espectadores como a medios especializados (tanto es así que se alzó con el premio al mejor guión en la última edición del Festival de Sundance) al derrochar creatividad e ilusión cinéfilas; la fotografía de Zoe White es imperiosa e imponente, captándose a través de ella multitud de matices (casi inapreciables en un único visionado) a partir de paisajes tan gélidos como la narrativa misma (la crudeza tratando el delicado tema de los secuestros de bebés es hermosamente enfermiza) que terminan por encandilar al respetable tanto como la protagonista a los demás personajes (con estratégicas e inteligentes técnicas para conseguir sus turbios propósitos), a quienes manipula (muchas veces por consentimiento expreso de ellos a causa de sus frustrantes decepciones personales) a su antojo para evidenciar que siempre habrá quien se beneficie de la desgracia ajena al preferir fabricarse una identidad ficticia en un mundo en el que las relaciones no son tanto físicas como virtuales y el peligro acecha a cada esquina (o llamada telefónica), no residiendo la esperanza en la genética sino en el interior de cada cual; la dupla masculina formada por John Leguizamo y Steve Buscemi (en ningún momento confluyentes en pantalla), encarnando a sendos seres con carencias filiales, aportan mucho talento a un reparto cuya exigida frialdad (factibles mentiras e inventadas apariencias incluidas) no merma su acercamiento al público, que se abstraerá por completo con una trama que avanza sin prisa ni pausa hasta concluir tal y como debe, sin concesiones ni dilaciones con confesiones no pronunciadas que resuelven las incógnitas planteadas, siendo más relevante el cuándo que el qué para invitar a una profunda deliberación existencial.

Lo peor: el ritmo (así como el argumento) no se define desde un principio y ese ejercicio de paciencia y comprensión no agradará a más de uno, sintiéndose perdido hasta que las directrices son obvias (allá por el minuto veinticinco), y es que la historia precisa de más filosofía que la promesa de la recepción de una carta misteriosa que nunca se efectúa para disfrutarse debidamente; la optimista visión que se atribuye al trabajo temporal (refiriéndose a la media jornada y a la posibilidad de establecer un horario compaginable con otros menesteres) desvirtúa el escenario tangible para dibujarse poco menos que comprensible, estando muy en sintonía con una hospitalidad que de cautivadora (en el más amplio significado del término) que se presenta se torna pretenciosamente abusiva; la adicción a la tecnología (concretamente al canal de comunicación más popular del momento, Whatsapp, que desbancó hace años al ya extinto Messenger) se capta trivialmente en una desequilibrada mental que, cambiando más actitudinal que presencialmente, se evade de lo que le rodea, tan triste como su rostro (apenas esboza ligeras expresiones afectivas en él pese a laburar en una clínica dental cuyo lema versa “sonrisas sin fin”).

Daniel Espinosa
www.cementeriodenoticias.es.tl
Tithoes
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