La mexicana

Señores, ¿qué es el cine? ¿El cine es información? ¿El cine es ciencia? ¿El cine es Historia? ¿Es algo lógico?

Pues no. Aunque pueda serlo también, que conste. Pero en este caso la película está montada para gustar por el simple hecho de gustar. Porque a veces la lógica es una mierda que muchas veces no funciona y no sirve para nada. Lo lógico es que hubiéramos triunfado como en nuestros sueños, y ¿qué? ¿Estamos triunfando en la vida? ¿No? Nada de nada. Pues no hay lógica.

Por tanto, The Mexican pasa de lógicas. Pero, amigo, no te engaña. Han contratado a los actores más guaperas y conocidos del momento. Te ponen al lado mejicanos chicanos de baja estofa, para que encima resulten más majos los yanquis y más graciosos.

Mucho colorido que llame la atención y crear ambientes llamativos.

Un guión graciosillo con un poco de humor negro. El amigo Gandolfini que parece que mete miedo cuando hace de asesino, pero aquí no sólo mete miedo sino que hace un giro muy tierno y se pone tontorrón. Un negro de negro. Un perro callejero para gustar a los corazones solitarios que se pongan a ver la película.

Un lío de ir y venir haciendo el ganso. Y nuestro amigo Pitt que quiere mucho a su novia Julia, y Julia a él, y regañan y esas cosas… pero, señores, se quieren en el fondo. Se ponen morritos y se quieren, todo muy tierno. Eso es el cine. Vean que cartel más bonito. Y mucha simpatía. Me gustaría estar con ellos.

Y ya está. ¿Qué no te gusta? Pues vale. Pero si quieres ver una película bien hecha, entretenida, en la que se han gastado los cuartos para poner a los actores que más cobran en la actualidad, que se han molestado en convencer al perro para que por un buen hueso haga las escenas convenidas, que se han ido a un desguace a por los coches, que han mandado a gente a buscar habitaciones de pensiones y los exteriores más acorde con la peli, que el vestuario está conseguido al máximo… En fin, que merece la pena que la veas picando algo de comer y desparramado por el sofá. Nada más. Y vaya usted con Dios... Si Dios quiere...

Brad Pitt parecía estar enfermo cuando rodó este bodriete. Exagera todo el tiempo sin profundizar en su personaje y te dan ganas de romperle la pipa en la cabeza. La Roberts no es más que un florero y nuestros amigos mejicanos parece que los han colocado allí para que nos creamos que están en Méjico. Amén de que se tiran tres cuartas partes de la película separados por la distancia y tan sólo por algunos planos nos daremos cuenta de que han trabajado en la misma película. Supongo que el resultado comercial justificó este despropósito. Y que los niños echaran un polvo. Supongo.

Tengo cierta debilidad por esta película por varias razones:

La relación entre los protagonistas, esa supuesta falta de química que hace cortocircuito pero que a más de uno le resultará familiar.

La relación que se entabla entre Gandolfini y Roberts, sus diálogos, y su tira y afloja en la confianza mutua.

El paisaje, rodada en Real de Catorce, (San luis Potosí, México) otrora boyante ciudad minera y hoy pintoresco pueblo semifantasma que revive gracias al turismo, no solo el de los amantes de la naturaleza y lo colonial sino tambien del peyote. El tunel por el que entra Brad Pitt es el único acceso a la población.

Su humor a base hurgar en tópicos punzantes como "El camino"

Su banda sonora, y en particular el tema principal "oye" que forma parte de la historia en varios momentos.

Juntar en el cartel de la película dos superestrellas de Hollywood asegura una suculenta taquilla. The mexican demuestra que aunque el star-system pasó a la historia aún funciona. Sin embargo, las apariencias engañan, porque las rutilantes estrellas no comparten plano ni cuando discuten y hay que esperar hasta el final para verlos en una fugaz coincidencia. Además, no son ellos las verdaderas estrellas del filme, honor que recae en una pistola.

Una pistola, un paisaje fronterizo tex-mex, unos flash-backs que se intercalan en la narración, varios personajes que buscan un “tesoro”, coros y trompetas a lo Morricone… La impronta de The mexican se basa en aproximaciones a la configuración temática y visual del eurowestern. Otro triunfo más del reciclaje de modelos preexistentes por parte de un realizador posmodernista. No creo que esto sea bueno para la cinematografía.

La historia que plantea esta película es bastante increíble y rocambolesca, como en un desesperado intento de hacer un film extravagante y fresco, raro pero simpático. Bien, le concedo lo de simpático: el personaje interpretado por Brad Pitt a mí me cayó bien, pero fue el único. Porque la novia desquiciada se me hizo insoportable (Julia Roberts), y ya no digamos el tipo que la secuestra (James Gandolfini). A partir de ahí, que es más o menos cuando la película arranca, lo más irritante es la relación que se establece entre la chica y el matón, una relación absurda donde las haya, con unas interpretaciones penosas.

Mientras tanto, Brad Pitt las pasa canutas persiguiendo una pistola, totalmente ajeno a las barbaridades argumentales que están teniendo lugar paralelamente. Como mínimo, las peripecias de Brad Pitt son más entretenidas, o más creíbles (dentro de lo que cabe, que no es mucho).

En definitiva, es de esas películas que las puedes ver una vez, si estás de buen humor, pero que no resisten una segunda oportunidad.