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El hombre y el monstruo

Terror. Ciencia ficción. Drama Ante un auditorio científico el doctor Henry Jekyll expone su teoría de que el ser humano está dividido en dos personalidades, una positiva y otra negativa, y que ambas se pueden separar, pero no logra convencer a sus oyentes. Después de visitar a su prometida Muriel, y paseando con su amigo el doctor Lanyonal que intenta convencer de que su idea es viable, conoce a una joven artista de music-hall, Champagne Ivy. En su laboratorio ... [+]
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
6 de noviembre de 2018
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La década de los años treinta del pasado siglo fue tan fructífera para el cine fantástico que nadie dudó en calificar como: “La edad de oro” del género. La Universal estaba en pleno apogeo de obras maestras como: “Drácula”, “Frankenstein” o “La momia”, es por lo que la Paramount pasó al contraataque con esta excelente película del injustamente valorado Rouben Mamoulian, un director creativo que no se conformó con ser un asalariado al servicio del Estudio. En medio de la recesión económica, la gente acudía al cine para evadirse de la triste realidad, ya fuera viendo comedias locas o films fantásticos o de terror. Eran tiempos de experimentación con los nuevos medios técnicos del sonoro, y el panorama se presentaba muy fértil y creativo.

Esta es en mi opinión, la mejor versión sobre el libro de Stevenson, una adaptación impecable, turbadora y audaz para la época, muy superior a las versiones de Victor Fleming, Terence Fisher y Jerry Lewis. Comenzando con plano subjetivo de larga duración que el cineasta nos muestra como punto de vista de Jekyll. El film está repleto de hallazgos visuales y narrativos, su contundencia dramática es expresada en el decorado y el vestuario, ambientada con una fotografía de clara influencia expresionista. El cineasta no intenta juzgar la conducta humana, sino que pretende investigar desde el respeto (separar en el alma, lo bueno de lo malo), con lucidez y pasión. Todo lo contrario que la versión de Fleming que era moralista y romántica en exceso con el claro look de MGM, glamurosa con sus estrellas (Tracy, Bergman y Turner). Aunque Frederic March y Miriam Hopkins están esplendidos en esta versión.

Jekyll es un personaje reprimido cuya obsesión por el sexo llega a tal extremo que necesita adelantar la fecha de su boda con Muriel (una discreta Rose Hobart), es a través de su otro yo (Hyde), el que le sirve para liberar sus bajos instintos con la prostituta Ivy (Hopkins), e intenta liberarse de una sociedad burguesa, conservadora en plena era victoriana en un Londres de nieblas, luz de gas, carruajes lujosos, capas y sombreros de copa. Mamoulian plasma esa dualidad de ambos personajes, la mutación física mediante trucos ópticos y el montaje, con poderosos elementos expresivos como son los espejos, la utilización de la pantalla dividida contraponiendo a Muriel e Ivy, dos mujeres que muestran las dos clases sociales con respecto a las identidades de Jekyll y Hyde. Una extraordinaria reflexión sobre la condición humana.
EL ALBATROS
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27 de mayo de 2014
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano no puede, en ningún sentido, simplificarse a los conceptos de bueno y malo, por el clarísimo hecho de que todo hombre, o mujer, lleva dentro de sí cualidades, potenciales, defectos y restricciones, que afloran de tanto en tanto según sean las circunstancias en que se encuentre inmerso(a). Pueden, en cada persona, prevalecer unas u otras inclinaciones, pero, en determinadas eventualidades, el hombre considerado bueno podría actuar como un déspota o un malvado, y el hombre supuestamente malo, podría dar prueba de una bondad y una dignidad insospechadas.

Con rigor, no puede hablarse de que haya dos entidades opuestas que nos habitan y menos que éstas puedan separarse para que cada una viva independientemente con todos sus extremos. Pero si puede el hombre ser ángel de día y demonio de noche, cuando su polo oscuro posee tanta, o mayor intensidad, como su polo de luz. Objetivamente, el ser humano es una entidad tripartita: Espíritu, mente y cuerpo, con potenciales que, en primer término, permiten catalogarlo como un heredero forzoso. Hereda cualidades y talentos, debilidades y falencias que cultivó en vidas pasadas y al tiempo carga con rasgos de carácter que heredó genéticamente de sus padres y de los cuales le es muy difícil sustraerse. En este sentido, es que me atrevo a afirmar que todo hombre es, a su manera, un poseso.

El mal –como ya lo demostrara brillantemente, Albert Einstein- no existe. Así como la oscuridad es ausencia de luz, el mal es carencia de entendimiento y alejamiento de la Unicidad. Pero nada de lo que el hombre pueda hacer, puede llevarlo a que pierda, definitivamente y para siempre, su legítima grandeza y su hálito de divinidad.

<<EL HOMBRE Y EL MONSTRUO>>, es una novela relevante y una magnífica película, en el sentido de que nos induce a reflexionar sobre esos "dos lobos" (bueno y malo) que todos sentimos dentro y que, como dicen los hindúes, "el que dominará en mí será aquel al que yo alimente". Muy sabiamente, y distanciándose un tanto de los conceptos del siglo XIX de que se sirve el autor de la novela, Robert Louis Stevenson, el director Rouben Mamoulian, nos recrea a Jekyll como el civilizado profesional (médico) de corazón grande, que decide jugar a alimentar sus instintos primarios y secretos, y así nace Hyde (asociable al inglés, hide=oculto), el hombre primitivo (la caracterización física nos remite enseguida al hombre de Neardenthal) que, ajeno a la conciencia y al autocontrol, da rienda suelta a un afán posesivo, egoísta y malvado, que fácilmente se extralimita. ¿La pócima? Podría ser cualquier sustancia psicoactiva que produzca desinhibición y embotamiento de la capacidad de raciocinio.

El filme da cuenta, una vez más, de un director innovador y hábilmente recursivo (magnífica ambientación, efectos de maquillaje, composición de imágenes...) y es indudable que nos pone a pensar, muy en serio, sobre los misterios de la esencia humana.

En contra de los productores, que querían a, Irving Pichel, como protagonista, Mamoulian consiguió imponer a Fredric March (a quien ellos consideraban un comediante) y el resultado fue una magistral interpretación dual, que terminaría galardonada con el premio Oscar; y merecido reconocimiento a, Miriam Hopkins –quien prefería en principio el rol de Muriel Carew, la prometida de Jekyll-, quien termina encantándonos y sorprendiéndonos como la coqueta víctima de los desmanes de Mr. Hyde. Con todo, queda reconocer que, Rouben Mamoulian, ha logrado aquí una verdadera joya cinematográfica.
Luis Guillermo Cardona
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26 de octubre de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi por primera vez el 9 de julio de 2011. Y le di un 8, y no se lo merece, así que le subo 1 punto más porque me parece una de las mejores películas que he visto hasta la fecha (desde los inicios del cine).

Para empezar, es realmente la primera película de terror, la escena donde ataca a Ivy es terrorífica (si lo vemos con los ojos de 2018 no, claro está, hay que verla con los ojos o con haberse visto mucho cine desde los inicios hasta 1931 porque así se entienden muchas cosas).

Los efectos especiales sublimes, el efecto del espejo, aunque ya se haya utilizado anteriormente, está muy bien conseguido, el efecto de la cámara ser los ojos del protagonista está muy bien, aunque no le encuentro sentido, pero está muy bien. Y para acabar de los efectos, el que más me ha dejado impresionado, es el cambio del rostro del protagonista, que varias décadas después por fin reveló como lo hizo, y fue con maquillaje de diferentes colores y aplicando luces de esos colores hacía que se viera o no. Este efecto, en apareciencia sencillo, me ha facisnado.

También elogiar la cámara, con muy buenos planos, pequeños travellings pero hacían su efecto. Por primera vez se oye música o un efecto de sonido en el momento del primer cambio del Dr. Jekyll al Mr. Hyde. Y eso también me ha gustado porque en aquella época no se utilizaba efectos de sonido para remarcar una escena.

No hay ningún minuto de aburrimiento, en serio, es una película para tener en cuenta!!

En su día 0 de 1 usuario le pareció útil mi otra crítica, espero esta vez poder aportar más!
edugrn
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16 de enero de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la conocida novela de Robert Louis Stevenson “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” (1886) dirigida por el director georgiano de origen armenio Rouben Mamoulian, primera versión sonora que, junto a la de Victor Fleming de 1941, son las dos mejores aproximaciones a dicha obra.

Ante todo, esta versión destaca por la enorme voluntad de estilo de Mamoulian, siempre al servicio de la narración y de una mayor expresividad decididamente cinematográfica: la sucesión de planos subjetivos con los que se inicia la película y que utilizará en varias ocasiones, el inusual y atractivo uso de los primeros planos, las sugerencias poéticas a través de diversos insertos o planos, los fundidos alargados para relacionar dos escenas o la división de la pantalla en dos, elementos todos que nos permiten comprender el enorme virtuosismo técnico y estético de Mamoulian.

Del mismo modo, toda la película está muy cuidada artística y visualmente, con sutiles alusiones y juegos –por ejemplo, cuando ella toca Schumann al piano, compositor que acabaría en los brazos de la locura tirándose al Rin, como trasunto de los males del protagonista-. Además, la versión de Mamoulian, frente a la de Fleming, incide en la naturaleza dual del personaje –son numerosas las escenas con espejos o frente a espejos, lo que sugiere ese desdoblamiento de su personalidad- por no hablar de otras dualidades sugeridas, mujer pura frente a pecadora, amor frente a sexo, Cain y Abel, etc.

La película cuenta con un gran trabajo de Frederic March –aún con algunos dejes de la histriónica gesticulación del cine mudo y cierta entonación campanuda, propia de los primeros años 30-, posiblemente el mejor Hyde del cine. Es posible que haya envejecido algo el dramatismo algo hueco de algunos de sus momentos, ligeramente ridículo para nuestros contemporáneos y poco piadosos ojos, pero a cambio nos regala con una malvada exhibición de puro vitriolo, anarquía y destrucción verdaderamente estimulante. En ese sentido el también fantástico -pero radicalmente diferente- trabajo de Spencer Tracy en la versión de Fleming de 1941 nos dará, sin embargo, un personaje más equilibrado, tal vez mejor construido, pero menos aterrador.

Dado su temprano año de producción cuenta además con algunas escenas típicas del cine “precode” protagonizadas por Miriam Hopkins –sus sugerentes escotes o un desnudo visto y no visto- lo que añade puntos a un clásico muy atractivo y disfrutable.
Gould
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7 de agosto de 2011
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como digo en el título, esta película es la mejor adaptación de la obra de Robert Louis Stevenson. Os recomiendo que primero os leáis el libro y luego veáis la película. La historia es buena, la dirección de Rouben Mamoulian es buena, y la interpretación de Fredric March es excelente. La película no podría exponer mejor la separación del bien y del mal en el ser humano, en este caso, del doctor Jekyll (la parte buena) y de mister Hyde (la parte mala). Ojala se hiciesen más películas como esta.
Javier
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