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Onoda, 10.000 noches en la jungla

Drama. Bélico Finales de 1944. Japón está perdiendo la guerra. Por orden del misterioso comandante Taniguchi, el joven Hirō Onoda es enviado a una isla de Filipinas justo antes del desembarco estadounidense. Los pocos soldados que arrastra hasta la selva pronto descubrirán la doctrina desconocida que los unirá a este hombre: la guerra secreta. Para el Imperio, la guerra está a punto de acabar. Para Onoda, la guerra terminará 10 000 noches después.
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
27 de diciembre de 2021
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no se veía con tanta claridad la luz de la luna en el cine. Una capa azul pálido que se posa sobre el mar, los árboles y la arena. Harari también cubre con este manto, fruto de un reflejo, a su aislado protagonista, perdido durante treinta años por no creerse el final de la guerra. Al arropar a su personaje con ese brillo celestial es como si quisiera protegerlo, no como mero observador de su periplo sino como creador empático, como padre protector, como si el horror de la soledad, de la paranoia y de la locura hicieran imposible renunciar a la alteridad del propio director.

Es así que podríamos explicar la belleza de los momentos más duros del film, como si quisiera disipar el dolor en el esplendor del plano. Como si el tono aventurero y optimista de su nueva vida fueran el mecanismo de defensa para que podamos soportar el hecho de un hombre transformado para siempre por culpa de la guerra.

Me pregunto si la última vez que vi una luz lunar si intensa fue sobre la cabeza de David Bowie sobresaliendo de la arena, en Feliz Navidad, Mr. Lawrence, otra película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que el cambio psicológico, extracorporal incluso, de sus personajes, sus relaciones entre ellos y a su vez con el entorno cobraba mayor importancia que el propio conflicto. Onoda también parece una película de Oshima no sólo por la composición de cada fotograma, sino por la propia textura del film, por el grano mismo de la imagen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
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15 de abril de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Finales de 1944. Japón está perdiendo la guerra. Por orden del mayor Taniguchi, el joven Hiroo Onoda es enviado a una isla de Filipinas justo antes del desembarco estadounidense. Le acompaña un puñado de soldados que son instruidos para seguir únicamente las órdenes de su superior. Tras la rendición de Japón, este pelotón no se cree las noticias y decide atrincherarse en la jungla, librando su propia guerra hasta 1974.  

Aunque parezca mentira, este drama está inspirado en numerosos casos reales ocurridos en islas del Pacífico donde soldados japoneses se quedaban varados sin ninguna noticia de que la guerra había terminado.

La historia está contada con bastante realismo donde esta obsesión por ganar y jamás rendirse se apodera de este personaje. De todos es sabido la admiración que tenían a su emperador y el gran problema que tuvieron los norteamericanos para hacer prisioneros, ya que se suicidaban antes de rendirse o intentaban inmolarse con granadas cuando estaban cerca de soldados.

Pero estar treinta años más en una guerra obsesiva ocasiona unos graves problemas mentales. Para plasmar bien toda esta increíble historia está detrás el director francés Arthur Harari, que después de su gran debut con "Diamant noir" nos ofrece un gran guion escrito por el mismo junto a Vincent Poymiro. Tuvo recompensa en el pasado festival de cine de Sevilla, donde se alzó con el premio especial del jurado y otro al mejor guion.

165 minutos de buen cine épico con un poco de lirismo, con paisajes maravillosos y hablado en japones, tagalo e inglés.
Destino Arrakis.com
videorecord
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29 de mayo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine, aún en su faceta mas líquida y mutable, sigue basando gran parte de su potencial en la fuerza épica de los grandes relatos, que emanan en muchas ocasiones de las apasionantes trayectorias biográficas de personalidades singulares. Vidas más sorprendentes que cualquier ficción y que, sin embargo, acostumbran a ser retratadas en la gran pantalla desde los mismos esquemas y fórmulas rígidas. Por contra, el título que nos ocupa se aproxima a la apasionante vida de su figura histórica desde unas coordenadas alejadas de los manuales de estilo del biopic: Onoda, 10.000 días en la jungla (Arthur Harari, 2021), el homenaje a la historia del Teniente Hiro Onoda que abrió la sección Un certain regard de la edición del 2021 del Festival de Cannes.

Onoda 10.000 días en la jungla: una aventura bélica en la selva prolongada en el tiempo que auguraba toda una experiencia sensorial evocadora para los espectadores más valientes. Exponente de cine indómito anacrónico que hace justicia a la figura de origen con un virtuoso y medido ejercicio de eficiencia y criterio cinematográfico. Un ambicioso trabajo tan grandioso en su expansión temporal y en su dimensión histórica como íntimo y minimalista en su paisaje emocional. Un título que merece toda la atención que pueda recibir y al que este crítico intentará hacer tanta justicia como esté capacitado.

Allí donde el cine bélico ha recreado el conflicto armado de la Segunda Guerra Mundial como un evento que moldea y devasta nuestro mundo, en el recorrido del teniente Hiro Onoda la contienda supuso una excusa para aislarse en un mundo alineado, incrustado dentro de los confines del campo de batalla de la guerra pero desgajado de su contexto humano. La guerra en el drama de Harari es una cruzada privada, una cuestión moral, un código de valores inquebrantable. Un camino a andar en solitario y en el que no cabe desviación ni escape posible. La metodología nipona de la guerra secreta como estrategia de guerrillas callada, donde no cabe rendirse ni fallecer, fue la excusa perfecta para que los mandos militares hicieran estragos con algunas cabezas, pero el impacto que dejaron en la psique de Onoda es un fenómeno en sí mismo.

El fundamentalista héroe invierte la totalidad del metraje mostrándose impertérrito ante los estímulos y tentaciones de una realidad exterior que niega, pese a que durante años la posibilidad de acabar con su martirio está al alcance de su mano. La película nos ata mediante la puesta en escena a este purgatorio íntimo con el que nos implicamos plenamente a nivel psicológico. El uso de la música lírica, los planos detalles y las elipsis nos sumergen en la percepción heroica que Onoda tiene de sus décadas oculto en la jungla. Los permanentes flashbacks dibujan visualmente que otro futuro o presente no es posible para un hombre que vive delineado por su pasado. La guerra secreta no acaba hasta que así se enuncia, y no hay otro sonido o imagen posible que convenza al soldado de lo contrario.

Como no podía ser de otra manera, la densa y asfixiante selva es prácticamente un personaje más, determinante a la hora de tejer el tono solemne de esta cruda pero sensible propuesta. El factor del escenario, junto al sofisticado uso de la música y su cariz de película-río, dotan al filme de un aura seductora de cine clásico de aventuras. Un anacronismo que apuntala su evolución dramática sobre dos pilares: la fascinación cultural y tecnológica ante un mundo exterior a la burbuja considerado mascarada, y el afecto mutable de la amistad entre Onoda y los soldados que le acompañan en su rutina, más propia por momentos de scouts que de soldados del siglo XX. Amigos y compañeros acuciados por un amplio abanico de detalles formales cuya sutileza elevan el filme a otro nivel: la hondura acústica de la lluvia, las cigarras o el calor selvático, los leves y estilizados movimientos de cámara frontales o laterales o el contacto directo o de costado de los reflejos del sol anegan al filme de textura, rodean al sacrificado Onoda de un envoltorio de belleza y fascinación que a su vez sirve tanto de muro contra su propio código moral como de reflejo material de la nobleza pura de su convicción. Una travesía de dolor, transformación y distanciamiento descompasado hombre-realidad que perfectamente podría haber firmado Werner Herzog, quien, paradójicamente, ha publicado este año un libro sobre las hazañas de Onoda.

Harari propone en Onoda, 10.000 días en la jungla una producción en registros poco comunes en el cine contemporáneo cuyo extenso metraje y sereno tempo supondrán un desafío para muchos espectadores. Pero todos aquellos que acepten el reto no abandonarán la proyección en el mismo punto anímico en el que se encontraban al iniciarla.
Néstor Juez
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6 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Norio Suzuki (1949-86) no le ganaba nadie a cabezón. Dejó la universidad y se propuso encontrar al teniente Onoda, un panda y el Yeti. A los dos primeros los encontró, al Yeti dijo haberlo visto de lejos y murió en una avalancha mientras seguía en el empeño.

El teniente Hiro Onoda fue más cabezón aún, debe ser cosa del adn de los japoneses y anduvo haciendo la guerra por su cuenta durante casi 30 años por las selvas de la isla de Lubang en Filipinas. A pesar de ser un oficial de inteligencia, muy listo no debía ser en el fondo para no reconocer que los panfletos que le tiraban desde el aire, la prolongada ausencia de fuerzas norteamericanas y según la película una radio y su propio padre le insistían machaconamente que la contienda había terminado. Así es que siguió a lo suyo y con sus dos acompañantes se cargó a unos 30 filipinos en unas u otras escaramuzas. El dictador Ferdinand Marcos fue comprensivo, supongo que presionado por el gobierno Japonés, porque Marcos era terrible, y le indultó. Cosas de la guerra.

El director francés Arthur Harari (desconocido para un servidor hasta la fecha) lo cuenta con buen pulso narrativo, elegancia en la mirada, ejerciendo de observador sin juzgar a nadie. La naturaleza con la que ejerce de simbionte Onoda y sus rostros de juventud y madurez en los que Harari se detiene sin prisa, son su mejores bazas en esta película que se toma su tiempo, y mucho, para contarlo.

Y nos cuenta que Onoda fue un joven como tantos otros de un Japón donde la tradición y el culto al emperador pesaban como una losa, acogotados por una militarización general sin resquicios y donde los servicios de inteligencia recolectaban a jóvenes con problemas de identidad, desorientados para lavarles el coco a mayor gloria del emperador y la patria. Onoda no tenía permitido rendirse ni suicidarse. Onoda necesitaba demostrarse a si mismo que su vida tenía un propósito del que su familia y su emperador pudieran sentirse orgullosos. Un filtro lo bastante tupido para que la realidad no le hiciese mella.

Con el Onoda de la película y los actores que lo interpretan uno llega a empatizar y por momentos a emocionarse ante su lucha interior que Harari  aunque no pueda filmar consigue mostrar.

cineziete
ELZIETE
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14 de noviembre de 2021
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
He tenido el estupendo privilegio de disfrutar de esta pequeña maravilla en el Festival de Cine De Sevilla. Un drama bélico sobre la historia de Hiroo Onoda, el soldado que estuvo 30 años en la selva filipina pensando que aún seguía la guerra. Una obra muy moderna, hermosa, cautivadora e intrigante. Una película que rima con tantísimos filmes clásicos que la hacen única e indescriptible.

Si bien es larga, lo compensa con una historia que no cesa durante todo el metraje. Si tuviera que definir la película de alguna manera, es un "Náufrago" que se junta con una particular "La delgada línea roja" y "La gran ilusión".

Un guión elaborado a la perfección con una hermosa dirección, dejando que la selva y la naturaleza filipina vaya haciendo suyos a los personajes. Que el mismo entorno vaya dejando que la historia vaya cogiendo forma y se vaya desarrollando por el mismo sentido que da la vida en la selva. Porque la historia no se fuerza, porque cada ser humano que veas puede que sea cada 5 años. Un capitán Kurtz de "Apocalypse Now" pero sin caer en una espiral tétrica en la selva de Laos. La selva te envuelve y te enamora en esas noches entre hojas de palma húmedas por los tifones indochinos con una hermosa banda sonora.

Un disfrute poder dar con una obra tan bella en un festival. Aprovechen siempre los festivales que tengan cerca.
Zaldivar Jr
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