Finales de agosto, principios de septiembre

Con esta película sucede lo mejor que le puede ocurrir a una película que trata las relaciones humanas: tener la sensación de estar espiando a alguien, a gente que existe. Todo en ella me parece coherente y verídico, está barnizada por una honestidad que a mí se me antoja incuestionable. E importante: sin infulas. No se sirve de una cotidianedad fingida, buena o mala o impresionante, sencillamente de cotidianedad a secas. Las cenas de amigos, sus conversaciones, sus problemas, todo parece exisitir de verdad. Me creo absolutamente que Gabriel le toque más la muerte de Adrien que sus problemas con su pareja, acaso las cosas no son así?

Olivier Assayas es para mí uno de los directores más brillantes a nivel europeo y, porque no, a nivel mundial. Su trabajo en esta película bien lo demuestra: su manejo de la cámara resulta fluido, pulcro y elegante, su guión consigue que lo realista resulte maudro y bello, en ningún caso preciosista o edulcorado, no es complaciente con nadie, ni siquiera con él mismo, los personajes están muy bien perfilados, sus diálogos son excelentes porque no parecen estar escritos en ninguna (parece que salen de la mente de esos maravillosos actores), llena la película de pequeños y brillantes detalles y consigue que el bloque sea compacto, sobrio pero con encanto. Creo honestamente que en cada uno de los campos está sensacional, que es lo que se lo ha de pedir a un auténtico director de cine: forma y fondo a gran nivel, coherentes pero brillantes. Assayas demuestra tener un conocimiento lúcido sobre el mundo y nos da a conocer una realidad sobre él, una realidad que merece la pena ser explicada, que es interesante a la vez que emociona sin tirar de cursilerias, es genial pero sin que se note que pretende serlo. Por ello no creo que resulte excesivo señalarla como la obra de un director superior.

Esta película no entretiene, va más allá: hace compañía mientras la ves. También cuando la recuerdas (con cariño). Cuando finaliza tienes la sensación de conocer bien a esas personas a las que has estado espiando, te has emocionado sinceramente con ellos y eso está por encima de etiquetas como "la película definitiva acerca de los problemas de la madurez" o "la gran película sobre la amistad". Quizá si sea así o quizá no, importa poco. También te deja la leve sensación de saber algo más del mundo en el que habitas, más no se le puede pedir a una noche de espectáculo.

Para construir esta historia coral el cineasta Olivier Assayas, excrítico y antiguo redactor jefe de “Cahiers du Cinema”, se inspiró levemente en la relación de amistad que trabó con Serge Daney, el también crítico de la prestigiosa revista francesa fallecido a causa del sida en los años 80. La película, que como su título indica abarca el lapso de tiempo de un año (el que va de finales de agosto a principios de septiembre del siguiente año), se centra en la vida de un escritor treintañero llamado Gabriel, y en la redefinición de las relaciones que establece con amigos y conocidos a raíz de la enfermedad y posterior muerte de uno de ellos, Adrien. Capitulada en 6 episodios y basando su acción en las conversaciones, mundanales o trascendentes, que se establecen entre los diferentes personajes, el filme de Assayas posee un agradable y contenido dramatismo, que se desarrolla con tanta espontaneidad como en la vida misma, sin dobleces ni excesos tremendistas ni lacrimógenos. El fluir de las existencias de las personas de este cuadro, pese a las pérdidas, logros y renuncias, es imparable, y de una naturalidad inexorable. Una verdadera delicia.

Lo diré de entrada. Finales de Agosto, principios de Septiembre me parece una preciosa película. También triste y melancólica, y dolorosa e incluso luminosa en muchos momentos.
La película se centra en las relaciones de un grupo de amigos que rondan los cuarenta. Principalmente sigue las andanzas de un escritor que pese a su edad no ha conseguido encontrar su lugar en el mundo. Tiene una ex-pareja a la que no olvida, tiene una pareja que le complica la vida, no sabe que rumbo dar a su vida laboral, y sobre todo, tiene un amigo que se enfrenta a un futuro incierto. Junto a él, el resto de personajes también tienen sus pequeñas ilusiones, pero sobre todo sus grandes decepciones. La vida no es tan maravillosa como la habían pintado, aunque tiene sus buenos momentos, sin duda.
Olivier Assayas se enfrenta a esta historia con la mirada cristalina de quien sabe de lo que habla. Todo en las relaciones de estas personas respira autenticidad y hasta sus errores resultan comprensibles. La cámara del director siempre está a la altura de los sentimientos que se desprenden de cada escena, se implica pero no molesta. Y en mas de un momento consigue situaciones de una leve emoción, perfectamente acorde con el tono de la historia.
Llegamos al final de la película con ese punto melancólico que mencionaba al principio, pero también con la agradable sensación de que los personajes han evolucionado positivamente en ese periodo de sus vidas que hemos visto.
Para acercar estos personajes al espectador Qlivier Assayas se vale de unos excelentes actores, encabezados por Mathieu Amalric que hace absolutamente creíble a su personaje. Junto a él también es destacable la presencia de Jeanne Balibar que en su día se llevo un sorprendente pero merecido premio de interpretación en el Festival de San Sebastián.
Es una película que llega al público por la cercanía de lo que cuenta y porque no es difícil sentirse sentirse en muchos momentos identificado con situaciones y personajes.

El sexto largometraje del crítico Olivier Assayas ("Cahiers du cinema"). Película perfectamente encuadrable en la segunda "nouvelle vague" francesa (Erick Zonca, Guédiguian): narración troceada y aparentemente deshilachada, bien urdida y tejida, dónde se apuesta más por una narración antilíneal para contar una sencilla historia que, sin embargo, se amoldaría sin problemas al más sencillo academicismo. La cámara se mueve acertada y ágilmente como expresión simbólica de los desordenes, vaivenes y desequilibrios sentimentales de los protagonistas. Aceptables diálogos y buena interpretación. Buena película que demuestra el notable momento del cine galo.

Dejando al margen la valoración o el análisis formal (clara herencia de la "Nouvelle Vague", superposiciones varias, etc, etc.) y centrándome en la propia historia, tengo que decir que me ha gustado la compleja sencillez, la ausencia de maniqueísmo moral en la construcción de los personajes y el realismo. Mejor dicho, en la psicología de los personajes. Aunque la peli es del 98, no veo diferencia entre ese año y el 2012. E incluso incluyo la segunda mitad del siglo XX: desorientación, ansiedad, labilidad emotiva, indecisión, vacío, soledad... Y así seguimos. ésa es la realidad del hombre actual y ése es su sufrimiento cotidiano. O, al menos, del hombre con ciertas inquietudes. El relativismo se pavonea y se hace dueño de nuestras almas. Y eso lo refleja muy bien Assayas. Es su éxito